Thursday, January 12, 2006

De lo sublime a lo ridiculo

ECONOMIA
De lo sublime a lo ridículo

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - A los 47 años del triunfo revolucionario, un movimiento que en su momento inspiró a cubanos y extranjeros, oficialmente se ha anunciado un sorprendente crecimiento económico del 11.8% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2005, de acuerdo al Informe sobre el Estado de la Economía, presentado por el ministro del ramo ante una sesión de la Asamblea Nacinal del Poder Popular celebrada a fines de diciembre.

China, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y otras naciones asiáticas, que en las últimas décadas han impactado por el crecimiento económico y el acelerado aumento de sus riquezas, podrían sentir envidia de ese logro cubano… si fuera cierto.

Lamentablemente, la realidad no compagina con el crecimiento anunciado. Lo que apreciamos quienes vivimos en este pequeño archipiélago y los visitantes extranjeros es precisamente lo contrario a lo que se percibe en un país cuando existe un engrosamiento de tal magnitud en la riqueza nacional.

Pero los datos ofrecidos por las propias autoridades cubanas confirman las dudas provenientes de nuestros sentidos. En el primer semestre del año, cuando en Cuba la actividad productiva es más dinámica, existió un decrecimiento del 4% en la generación de electricidad, y aunque no se han brindado datos sobre la segunda parte del año, todos sabemos de la abundancia de cortes eléctricos, los conocidos apagones.

¿Cómo explicar entonces un crecimiento del 11.8% con la reducción de las disponibilidades de energía eléctrica, elemento básico e indispensable para la materialización de cualquier actividad de producción y servicios? ¿Cómo explicar el incremento del 19% en la metalurgia ferrosa, rama altamente consumidora de fluido eléctrico? Menos comprensible resulta aún la espectacular alza del PIB cuando se sabe que únicamente 12 de las 22 ramas industriales aumentaron, que la producción azucarera disminuyó a la mitad, que la producción de petróleo y gas se aminoró en 3.7% y que la importante producción niquelífera mantiene niveles similares a los del año 2004.

En cuanto a la producción agropecuaria, se anunció una caída productiva equivalente a 15 millones de quintales de viandas y otros cultivos, se dejaron de producir 77 millones de litros de leche, y se perdieron 57 mil toneladas de frijoles. La sequía tuvo un impacto económico estimado hasta el cierre de 2005 en 1,350 millones de dólares. En la ciudad de La Habana, donde reside el 20% de la población del país y se genera alrededor del 33% del PIB nacional, en el mercado agropecuario hubo, de enero a julio, un descenso en las ventas del 14%. El resto del año, durante meses, muchos de los "agros" estatales permanecieron cerrados por falta de productos.

A lo anterior se agregan las afectaciones por los huracanes Dennis, Rita y Wilma, los cuales provocaron daños materiales ascendentes a 2,300 millones de pesos, situación muy poco propicia para un crecimiento económico de tal envergadura, cuando además, como apuntamos anteriormente, durante todo el año se manifestó una crisis generalizada del sistema electro-energético nacional.

El déficit comercial de bienes sí fue un récord, superior al ya alcanzado en 2004 (-3,400 millones de pesos) que pudiera estar en un entorno de 4 mil millones de pesos, con lo que la relación entre las importaciones y las exportaciones podría estar cerca de 4 a 1. Un resultado verdaderamente impresionante, debido al grado de ineficiencia logrado.

Por su parte, todo parece indicar que el fondo habitacional se redujo en 2005 en términos absolutos por tercer año consecutivo. En el informe presentado a la Asamblea Nacional se nunció la construcción de 39,261 viviendas, cuando sólo por los efectos del huracán Dennis se destruyeron 28,082, sin contar los daños de los otros dos huracanes, otras incidencias nocivas de fenómenos meteorológicos y el tradicional derrumbe de edificaciones por falta de conservación y mantenimiento adecuados.

La explicación que se da para justificar el casi 12% de crecimiento del PIB está enfocada fundamentalmente en un pretendido engrosamiento de los servicios, en especial los referidos a la salud pública y la educación. Se valora en exceso los contingentes de personal de la salud enviados al exterior, fundamentalmente a Venezuela, sin tener en consideración que el incremento en la exportación de los servicios médicos y los realizados a pacientes extranjeros dentro de las fronteras ha influido negativamente en la asistencia a los cubanos. No son pocas las ciudades y pueblos donde las plantillas de doctores, enfermeras y otro personal paramédico están medianamente cubiertas, lo cual ha provocado el cierre de consultorios o un pronunciado descenso en la calidad de la atención, con lo cual los valores realmente creados hacia el exterior son un factor de disminución de los servicios internos.

En la educación persiste el poco interés de los jóvenes por el magisterio, por lo que se mantiene la política de cubrir las plantillas con maestros emergentes, o sea, mediante la formación improvisada de profesores, con la subsiguiente pérdida de la calidad docente. En la ciudad de La Habana están impartiendo clases en la enseñanza secundaria alrededor de cuatro mil maestros emergentes traídos de otras provincias, en particular las orientales.

Posiblemente muchos de estos jóvenes, ahora establecidos en la capital, estén imbuidos de cierta vocación educacional, pero también un por ciento de ellos pudieran estar interesados en lograr acceso a la ansiada y prohibida Habana, con muchas más oportunidades para sus lógicas ansias de progreso material y espiritual. Así se crea una situación nada halagüeña para el futuro de la docencia cubana, con profesores formados precipitadamente y, en muchos casos, sin vocación e interés en una profesión tan exigente e importante para el futuro nacional.

Algunos datos brindados vuelven a sorprender por su falta de seriedad. Ejemplo de ello es el 1.9% de desempleo informado, algo absurdo en un país donde nada más se requiere dar algunos recorridos por las calles en horas laborables para constatar dónde está la población apta para el trabajo y en el cual continúan cerrándose ingenios azucareros, liquidándose la principal industria nacional, empleadora hace unos años -directa o indirectamente- de más de 400 mil trabajadores.

Sorprenden también los datos referentes al consumo de nutrientes en 2005: 3,356 kilocalorías y 88 gramos de proteína diarios, cifras que representan crecimientos del 14.3 y 12%, respectivamente, en relación con los niveles promedio alcanzados en los últimos años de la década de 1980, cuando los niveles de producción e importación de alimentos eran muy superiores a los actuales. Incluso este año se reconoció oficialmente que "la distribución racionada de alimentos para toda la población a precios subsidiados … garantiza aproximadamente la mitad del consumo de calorías per cápita de los cubanos". (Informe sobre el Cumplimiento de las Metas del Milenio, 2005). Por todo ello resultan dudosos los consumos de nutrientes anunciados. Quizás la explicación radica en el crecimiento de la llegada de turistas, con un total de 2.3 millones en 2005, cifra que posiblemente incluye a las personas que vienen del exterior a recibir tratamiento médico, todas con acceso a alimentos imposibles de adquirir por parte de la mayoría de los nacionales.

Otro de los incrementos anunciados es el del transporte a un 7.7% en 2005. En realidad, la situación resultó catastrófica por la carencia de este vital servicio, así como debido al aumento de las tarifas de los particulares, en respuesta a la subida de las cotizaciones del combustible a principios del período en un 36% el litro de diesel. En la populosa ciudad de La Habana, donde en 1989 se realizaban 30 mil viajes de ómnibus estatales diarios, con una calidad deficiente, para una transportación diaria de 3.5 millones de personas, en 2005 se redujeron a 550 mil los usuarios, con un peor servicio y precios radicalmente más elevados. Ahora, con la adquisición de ómnibus chinos, quizás pueda observarse alguna mejoría, pero será muy difícil alcanzar rápidamente los niveles de servicio anteriores a la crisis.

Respecto a la ejecución del presupuesto nacional, se repite y refuerza la nociva tendencia al crecimiento del déficit. Este año el saldo negativo anunciado llega a 1,950 millones de pesos, lo cual representa un crecimiento del 37.4% en relación con el presupuesto ejecutado el año 2004. El "tranquilizador" argumento de que sólo representa el 4.2% del PIB no puede tranquilizar a nadie, debido a que, como se ha expuesto anteriormente, el alza declarada de este indicador carece por completo de sustentabilidad. Por tanto, la relación entre el déficit fiscal y el PIB debe de ser mucho mayor, lo cual debería preocupar a las autoridades por las tensiones financieras que pudieran exacerbarse en el futuro inmediato.

Desafortunadamente, si algo caracteriza el Informe sobre la Situación de la Economía en 2005, además de sus evidentes contradicciones, es la carencia de datos, incluso significativamente mayor en relación a los siempre pobres resortes de años anteriores. Nada se dice en esta ocasión sobre el estado de la productividad laboral, el alza de los precios al consumidor, los niveles de liquidez acumulada en manos de la población y en cuentas bancarias, la balanza de pagos, ni acerca de otros indicadores necesarios para juzgar debidamente la ejecución económica de un país en un período determinado.

Ciertamente, en 2005 Cuba recibió un fuerte flujo de recursos financieros y materiales, principalmente a través de los acuerdos logrados con Venezuela, lo cual facilitó la llegada diaria de más de 90 mil barriles de petróleo en condiciones altamente ventajosas. Así, también los ingresos del estado debieron de crecer mediante los gravámenes impuestos en octubre de 2004 a las remesas en dólares y la apreciación unilateral del peso convertible frente a las monedas extranjeras en 2005. A ello se añaden significativas inversiones en la esfera niquelífera procedentes de China y Canadá.

Referente a Venezuela, considerando que el precio promedio mundial del barril de petróleo fue de 56.4 dólares en 2005, el ingreso bruto para Cuba podría haber sido superior a 1,800 millones de dólares en el año. Teniendo en consideración que la contrapartida cubana consistió principalmente en la prestación de servicios en salud pública y educación, podría concluirse que la operación debió de ser altamente rentable. No obstante, resalta la alta dependencia actual de la economía cubana a las veleidades del precio mundial del petróleo, así como a la estabilidad del actual gobierno venezolano.

Si algunos de estos factores se deterioraran, las consecuencias para la economía y sociedad cubana en su conjunto serían desastrosas, sobre la base de que Cuba cada vez se afinca menos sobre sus propios pies, mientras la dependencia del exterior se expande.

En términos positivos podrían calificarse aspectos del discurso presentado ante la Asamblea Nacional por Francisco Soberón Valdés, presidente del Banco Central de Cuba, quien realizó un análisis realista sobre asuntos medulares de la economía del país al reconocer entre líneas que los principios básicos del socialismo jamás se han respetado. Es el caso de su crítica al sistema de racionamiento, el cual durante casi 44 años ha estado vigente, y que en la práctica en modo alguno ha promovido niveles socialmente justos de distribución, a la vez que ha frenado la adopción de medidas protectoras para los ciudadanos desvalidos.

Sorprende que después de casi 44 años de aplicarse la llamada Libreta de Racionamiento en Cuba, con sus nefastas consecuencias materiales y espirituales y su promoción de la corrupción, ahora surja una persona que con suficiente claridad exponga un mal de tan larga data. De todas formas, bienvenido un reconocimiento, aunque se haya tardado tanto. Esperemos que no haya que esperar mucho para la puesta en práctica de las medidas rectificadoras adecuadas.

Como puede observarse, el cuadro que presenta la sociedad cubana resulta desolador. Una revolución que prometía la prosperidad y la felicidad para el pueblo ha terminado en una gran decepción. La transparencia se tornó en manipulación y engaño; la grandeza, en mezquindad; la ilusión, en desesperanza; la soberanía, en dependencia; la revolución, en involución. De lo sublime a lo ridículo.

http://cubanet.org/CNews/y06/jan06/10a7.htm

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