Thursday, February 16, 2017

Cuba, la tierra de los abuelos felices?

¿Cuba, la tierra de los abuelos felices?
15 febrero, 2017 1:39 am por Steve Michael Pardo Valdés

Párraga, Arroyo Naranjo, Steve Maykel, (PD) Imagine usted la rutina de
un amanecer cualquiera, en un apartamento concebido originalmente solo
para cuatro personas que consta por lo general de un solo baño, donde
habite una familia conformada por tres matrimonios de distintas
generaciones, incluido dos niños pequeños en edad escolar. Solo imagine
los inconvenientes que conllevaría el mero hecho de aprestarse a salir
cada mañana.

Historias así se repiten tras las puertas de miles de hogares cubanos.

No nos llamemos a engaño con eso de que "donde caben dos caben cuatro",
y "donde comen cuatro comen cinco". Quizás suene bien al oído, pero no
al estómago, ni responde a la noción más elemental de confort.

Como parte del dilema principal, nos encontramos con la ausencia de un
espacio propio donde desarrollar el clima necesario para la creación de
una nueva familia.

En los hogares cubanos encontramos, en una misma vivienda, cierta
mixtura generacional que conspira incluso contra la indispensable
privacidad de la pareja; la convivencia se torna entonces irresistible
al confluir las limitaciones económicas en contraposición con algo tan
cotidiano como los gustos televisivos y culinarios, las distintas
costumbres y hasta el tiempo dedicado al cuidado de la higiene personal.

Desde finales de la década de 1990 en Cuba se experimenta un acelerado
descenso en los niveles de fecundidad, afectándose así el crecimiento
demográfico, desfavorable situación que conduce a la nación hacia el
envejecimiento poblacional, que aunado al complejo fenómeno del éxodo de
los jóvenes hacia otros países, constituye un serio problema que
compromete irreversiblemente el futuro económico y social de la nación.

Disimiles son las causas del fenómeno, la mayor parte de ellas
relacionadas con la incompetencia e indolencia de un gobierno que no es
capaz de implementar un programa que fomente y torne en una posibilidad
real y viable algo tan natural e inherente a la humanidad misma como la
maternidad y sobre todo que coadyuve al normal desarrollo psíquico,
espiritual y material de las personas.

Las estadísticas de fecundidad en Cuba han sufrido variaciones con el
paso del tiempo.

A finales del siglo XIX había madres de diez y quince hijos,
generalmente pertenecientes a familias de las zonas rurales.

Luego, Cuba atravesó una fase temprana de transición demográfica durante
la primera mitad del siglo XX. Así, hacia 1925 se mantuvo una tasa media
de 6 hijos por mujer, una tasa aún bastante alta.

Observando los registros donde se recogen las variables demográficas de
mortalidad y natalidad, asistimos al hecho poco conocido del descenso de
la mortalidad infantil de unos 200, a principios del año 1900, hasta
niveles cercanos a los 60 por cada mil nacidos vivos para finales de la
década de 1950, cifra ésta que ya nos situaba entre los países con
niveles más bajos de mortalidad infantil en América e incluso
ligeramente inferiores a naciones europeas como Italia y España.

Comenzaba a despuntar por entonces la gestión estatal de la salud
pública. La Secretaría de Sanidad y Beneficencia, creada en 1909, llevó
a cabo acciones de saneamiento urbano y control e inmunización de
enfermedades infecciosas.

No fue hasta 1936 que en Cuba se aprobó y legalizó el aborto como
práctica médica, en principio practicable solo en casos probados de
violación e incesto, o por condiciones médicas excepcionales que
hicieran peligrar la vida de la gestante, obligando a la interrupción
del embarazo.

Luego observamos un aumento significativo de la esperanza de vida de 38
a 59 años como media, disminuyendo sin embargo entonces la tasa de
fecundidad de 6 a 3.5 hijos por mujer, todo ello aunado quizá a la
creciente independencia económica y social que ya alcanzaban las féminas
cubanas, así como al aumento en el nivel general de instrucción que
registró significativos avances alcanzando la tasa de alfabetización del
76% de la población para el año 1953.

También la presencia de la inversión extranjera, en especial la
estadounidense, tuvo un impacto positivo en el ámbito social y
doméstico, al generar un crecimiento de los ingresos, fomentando a su
vez la inmigración desde distintos países de millares de personas que
arribaban a Cuba con la perspectiva de mejorar sus vidas (hecho que
resulta irónicamente controversial 60 años y miles de balsas después).
Esto estimuló el boom del proceso de urbanización tanto en la capital
como en otras ciudades, observándose como para 1950 la población urbana
superaba el 55% del total (una de las más altas de América Latina).

Con la Revolución parecía que estos niveles se mantendrían estables,
dada las altas expectativas que la maquinaria ideológica comunista se
dio a la tarea de instrumentar. El tiempo se encargaría de exponer la
cruda realidad a que estábamos destinados a padecer.

Aparecieron flagelos sociales, la división familiar por motivos
políticos, la acentuada politización de la educación, el adoctrinamiento
de las nuevas generaciones, los programas que de manera manifiesta
restaron autoridad a los padres sobre la educación de sus hijos (las
escuelas en el campo) y conllevaron a la atomización de una sociedad que
se vio obligada, con la pérdida de sus tradiciones, a cambiar el culto
religioso por el culto a la personalidad del Máximo Líder.

Se produjo entonces un descenso paulatino de la fecundidad hasta
alcanzar, ya en 1978, alarmantes niveles, por debajo incluso del
concepto de remplazo poblacional, llegando en los años 90 a experimentar
su cota mínima histórica de 1.44 hijos por mujer durante el llamado
Período Especial, cuando el deterioro de las condiciones de vida del
cubano de a pie fue tal que para algunas parejas el posible nacimiento
de un hijo llegó a representar un riesgo inmediato para la supervivencia
de un núcleo familiar que no lograba satisfacer siquiera sus necesidades
básicas.

Con el aumento de la esperanza de vida tanto para las mujeres como para
los hombres, en un futuro no muy lejano seremos un país colmado de abuelos.

Mientras nos acercamos a un punto de no retorno, podemos observar otros
factores confluyentes de la transición demográfica cubana.

Hay un cambio en los patrones de nupcialidad. Observamos un aumento en
la edad promedio en la que la mujer decide casarse. Eso, sin analizar
los elevados costes, según el tipo de ceremonia escogida por los
contrayentes.

El momento de concebir suele ser pospuesto en reiteradas ocasiones.

Una variable de tipo cultural que restringe decisivamente la fecundidad
es la incorporación masiva de la mujer a los procesos sociales y la
justa posibilidad de elevar su nivel de escolaridad.

La mujer cubana constituye hoy sin dudas el mayor por ciento de
graduados de la enseñanza media superior.

Es obligatorio un periodo post-estudios para insertarse a la vida
laboral, donde la remuneración es ridículamente baja.

Los que deciden continuar su superación académico-profesional necesitan
de tiempo, por lo que en la práctica, solo luego de alcanzar sus metas,
se dedicarán a la formación efectiva de un hogar y a ser padres.

Supone un muy serio compromiso el complejo deber diario de llevar a la
mesa familiar los alimentos necesarios.

En Cuba hay un acceso generalizado a los métodos anticonceptivos,
incluido el uso y abuso del aborto, al que lamentablemente acuden muchas
parejas a manera de método de control de la natalidad, sin meditar a
fondo los riesgos de accidentes quirúrgicos y las complicaciones, ya
sean inmediatas o tardías, que conlleva para la mujer.

Como padres, nos sentimos en la gustosa obligación de entregarle a
nuestros hijos lo mejor y ¿cómo lograrlo?, cuando se debe escoger entre
comprarle al niño un juguete o un par de zapatos para la escuela,
sacarlo a pasear sin comprometer luego la compra de alimentos semanal,
sin mencionar lo complicada que se torna la situación cuando los chicos
crecen, llegan a la adolescencia y con ello, quieren vestir a la moda
para tener aceptación del grupo, y vienen los pagos a los profesores
particulares para así atenuar las deficiencias del sistema educacional y
que el muchacho logre llegar a la universidad. ¿Cómo enfrentar estos
retos cotidianos con un mísero salario, siendo honestos y sin que nos
tiemble las piernas de solo imaginarlos?

Y luego en el NTV o en algún programa televisivo de horario estelar te
hablen de altruismo, austeridad y solidaridad, y pretendan convencerte
de que todo va bien en Cuba y que los problemas solo se hallan más allá
de nuestras fronteras.

Creo que es hora de analizar de manera objetiva y concienzuda las causas
y las consecuencias antes de que el alarmante descenso de la fecundidad
en Cuba se convierta en un fenómeno irreversible, pero sobre todo, en
encontrar una solución viable que pudiese implementarse ante tan crítica
situación social.

La prensa oficialista ha tratado el tema, pero lo ha abordado desde la
óptica que le resulta más conveniente, llegando a pronunciarse de manera
despectiva en relación a la actual generación, tildando a las parejas en
edad reproductora de no ser consecuentes, y acusando incluso a gobiernos
de otros países de fomentar la emigración de jóvenes profesionales
(padres en potencia). Se desentienden de realidades que afloran a simple
vista y que evidencian los motivos a los que responde este éxodo.
Desvirtúan así la cuota de responsabilidad del Estado por mantener
durante 58 años un sistema fallido, tan solo en función de su
perpetuación en el poder.

Téngase en cuenta que según los últimos estudios demográficos, para el
año 2025 uno de cada cuatro cubanos rebasará los 60 años, lo que
colocará a Cuba a la cabeza de los países de América Latina. De ese
modo, aumentarán los jubilados y pensionados y para atenderlos no
bastará tan solo con programas tan poco prácticos y objetivos como la
llamada Universidad del Adulto Mayor y que por demás, ni siquiera tocan
el problema de base o causa determinante.

Al parecer, el Gobierno prefiere ignorar esta situación, como otras
tantas que aquejan a la población cubana y que por lo visto, acaso se
supone sea resuelta por obra y gracia del santoral mítico propio de la
revolución.

Permitir o justificar posturas que pretendan el desentenderse o
disgregarse del tema nunca precipitará por si sola una solución que
revierta este complejo y serio problema.

La permanencia durante tanto tiempo de las dificultades económicas lleva
a conductas extremas que han dado lugar a la reconfiguración del propio
comportamiento reproductivo, acarreando la creación de una familia
pequeña como una estrategia más eficiente en la esfera económica ante la
ausencia de programas legislativos y gubernamentales que fomenten de
manera sustentable una maternidad y paternidad responsables, aceptando
que estas se hallan condicionadas por el entorno económico, político y
sociocultural, que responde en sí mismo a una idiosincrasia y una
historia propias.

Razonar esto se hace imprescindible para la consecución de una
herramienta que, sin desentenderse de las realidades e intereses
particulares, se articule en el bien común de una sociedad que hoy por
hoy pierde de a poco sus valores morales y su dignidad humana bajo la
egida caprichosa de un puñado de déspotas que se han hecho con los
destinos y la voluntad de la nación, cual casta acostumbrada a tomar
decisiones al margen de las necesidades de su pueblo y por ende de los
principios democráticos que sustentan el bienestar de la sociedad toda,
principios que actúan como garantes del cambio necesario hacia una nueva
cultura de compromiso para con la vida y la libertad plena, la
tolerancia y la convivencia armónica.

Es necesario traer a colación que hasta ahora ningún estado
verdaderamente democrático y funcional ha logrado desarrollarse si no es
mediante una economía dirigida hacia el mercado.

Por cruel que parezca, solo los sistemas de mercado son los que ofrecen
libre elección de consumo, por ende llevan intrínseca la libertad
personal en que se apoya la propia democracia como institución que
garantiza el óptimo funcionamiento de la infraestructura social que
lleva a la nación a un estado de bienestar perceptible, al contar con
las acciones de liderazgo sensatas que den como resultado la toma de
decisiones consecuentes, tanto con el interés poblacional más inmediato
como para la implementación de proyecciones de vastas perspectivas
futuras y objetivas que brinden la necesaria estabilidad socio económica
y política a la nación y a los individuos, dando lugar entonces al clima
de confianza indispensable para la creación de nuevos y sólidos
proyectos de familia.

De no tomar el asunto con la seriedad que precisa, no solo legaremos a
las futuras generaciones de cubanos un país con la economía y la
infraestructura devastadas, sino que ni siquiera seremos capases de
asegurar desde hoy el contar con el capital humano indispensable para su
futura recuperación y posterior desarrollo.

Ya lo acotó de manera provisoria Winston Churchill: "El socialismo es la
filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica de la
envidia, siendo su virtud inherente la distribución igualitaria de la
miseria".
maparo2012@gmail.com , Steve Michael Pardo Valdés

Source: ¿Cuba, la tierra de los abuelos felices? | Primavera Digital -
https://primaveradigital.org/cubaprimaveradigital/cuba-la-tierra-de-los-abuelos-felices/

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