Las torres
Shelyn Rojas
LA HABANA, Cuba - Agosto ( www.cubanet.org ) - La fábrica de confituras
La Estrella, ubicada en la capital, fue construida antes de la
revolución. Allí se elaboraban las mejores golosinas de Cuba. Para la
época, su tecnología era avanzada.
Después del año 1959, como toda la isla, la fábrica quedó detenida en el
tiempo. Los pocos cambios que ha sufrido se han hecho al no quedar otra
alternativa.
Entre los pocos equipos remodelados, en el año 1995, se cuentan dos
torres de enfriamiento. Estas torres sirven para enfriar el agua que se
usa para el enfriamiento de los compresores de refrigeración, que dan el
terminado al caramelo.
Estas torres remodeladas caducaron también, desde el mes de marzo. Luego
de tres meses, se compró un condensador evaporante para sustituirlas y
repararlas y enviarlas a otra fábrica, en la provincia de Matanzas,
donde son necesarias.
Debido a los meses en desuso las torres se encontraban calcinadas. En su
interior, el material parecía guano. Dos soldadores de la otra fábrica
vinieron a cortar las torres para trasladarlas. Cuando escindían una de
ellas, una chispa cayó en su interior y la torre ardió al momento.
Los trabajadores llamaron a los bomberos. Los extinguidotes de
emergencia que tenían dentro de la fábrica de poco servían contra un
incendio de tal magnitud.
Los bomberos, en inusual muestra de eficiencia, llegaron en menos de
quince minutos. Comenzaron a desplegar las mangueras. No encontraban
donde conectarlas, a pesar de que un trabajador les dijo que la cisterna
madre se encontraba al final de la fábrica, a veinte metros del incendio.
Los bomberos debían filmar el incendio. Era una tarea priorizada pues
temían que el incendio hubiera sido producto de un sabotaje. Los
fragmentos de las tejas que cubrían a la torre reventaban con un ruido
infernal. El humo cubría el parque y los edificios aledaños a la
fábrica. Detuvieron la filmación por temor a que el fuego se extendiera
al techo de hormigón de la fábrica; se ocuparon del trabajo en serio. No
hubo victimas.
Se comprobó que había sido un accidente. Los soldadores que cortaron la
torre no se atrevieron a cortar la otra. Regresaron a su provincia…
multados con trescientas cuotas de a peso. Sobre alguien tenía que caer
la culpa.
En la fábrica La Estrella queda una torre tiznada. La otra fábrica la
necesita. Pero ante la pasada eventualidad y el temor a un nuevo
accidente, los soldadores enviados tendrán que pensarlo dos veces.
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