¿El huevo o la gallina?
Acometer los verdaderos cambios que necesitan los ciudadanos es quizá la
única forma de salvar la nación.
Dimas Castellanos, La Habana
jueves 13 de marzo de 2008 6:00:00
Una singularidad del proceso actual en la Isla consiste en que el rol
protagónico está en manos de la misma fuerza que ha gobernado durante
casi medio siglo. Esa fuerza elegirá el punto de arranque, el ritmo y la
profundidad de los cambios. Sin embargo, esas y otras aparentes ventajas
tienen un fortísimo obstáculo: el tiempo.
La demora para emprender las transformaciones ha conformado un contexto
al interior del país, caracterizado por una economía deficiente,
ausencia de disciplina laboral, desinterés de los trabajadores por el
resultado productivo, moral amoldada a la sobrevivencia, desesperanza
generalizada, descreimiento, apatía, creciente intento de emigrar y
ausencia de civismo, derechos y libertades. En fin, un cuadro cuasi
apocalíptico.
Jamás, a lo largo de la historia del país, un gobierno asumió su mandato
en condiciones tan difíciles. En ese contexto, el presidente del Consejo
de Estado, en su discurso de clausura de la Asamblea Nacional el pasado
24 de febrero, esbozó un primer programa de cambios —sin llamarlo así—
que, entre otros objetivos, comprende cuatro de las múltiples
necesidades que cualquier proyecto tiene que priorizar: fortalecimiento
sostenido de la economía, satisfacción de las necesidades básicas de la
población, reevaluación progresiva del peso cubano y recuperación de la
función del salario.
La gran dificultad radica en su implementación. Como sólo se puede
distribuir lo que se ha producido, el punto de inicio se sitúa en el
aumento de la producción, la productividad y la eficiencia en general.
Sin embargo, en el estado actual de deterioro, la mayoría de los
ciudadanos no quieren trabajar por un salario que no guarda relación con
el costo de la vida y donde las promesas de futuro, después del fracaso
del modelo vigente, no llenan las expectativas de los productores.
Como resultado, el punto de partida constituye una contradicción: sin
aumento de la producción, no habrá mejoría en las condiciones de vida; a
la vez, si las condiciones de vida no mejoran, la gente no está en
disposición de producir.
Demanda a gritos
En la búsqueda de solución a tan compleja situación, si es que la tiene,
tendrán que participar los trabajadores. Para ello, se requiere salir
del esquema de ordeno y mando y escuchar a los productores y a todo el
que tenga algo que decir, con independencia de su forma de pensar.
Sencillamente, un problema que afecta a todos, generado por algunos, no
puede ser resuelto con el criterio de algunos, sin la participación de
todos.
Además, en bien de la nación, se impone dejar atrás los esquemas
ideológicos, partidistas… y los triunfalismos. La voluntad política de
enfrentar con objetividad el problema tiene que acompañarse de nuevos
enfoques. Por ejemplo, de nada sirve anunciar al mundo que el país ha
escapado al flagelo del desempleo, cuando decenas de miles de plazas
esperan ser ocupadas, a la vez que miles y miles de personas han optado
por no trabajar para el Estado. En horario laboral, pululan por las
calles, los comercios, las cafeterías, venden, compran o, sencillamente,
conversan en algún sitio.
La respuesta no puede ser represiva. Muchos de esos ciudadanos cuentan
con fuertes argumentos para no estar vinculados laboralmente. El salario
no garantiza las necesidades y, por tanto, dejó de ser fuente principal
de ingresos. Una anomalía que ha acarreado y acarreará nefastas
consecuencias para la economía, las relaciones sociales y la vida
espiritual de todos.
Será muy difícil entonces comenzar por el aumento de la producción sin
la correspondiente mejoría en los ingresos. De forma simultánea, habrá
que brindar más espacio a la participación del trabajo por cuenta
propia, las pequeñas empresas y las formas de propiedad cooperativas, y
vincular los salarios de las empresas estatales con los resultados
productivos.
Es decir, reformas en la propiedad y los salarios, conjuntamente con la
eliminación de las trabas burocráticas y la implementación gradual de
los derechos económicos, civiles y políticos contenidos en los pactos de
derechos recientemente firmados por el Estado, y que hasta ahora
permanecen ausentes en nuestro escenario. Sin la introducción de esos
elementos, será imposible rescatar el interés por los resultados de la
producción y los servicios.
Intentar a estas alturas que la producción crezca con llamados
ideológicos es insistir en una de las causas que ha generado el estado
actual de cosas. La complejidad de la situación requiere, sin pérdida de
tiempo, acometer los verdaderos cambios que la nación demanda a gritos.
Es quizá la única forma y la última oportunidad de sacar al país del
inmovilismo de forma pacífica, lo que significa salvar la nación.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/el-huevo-o-la-gallina/(gnews)/1205384400
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