Hotel Manzana… de la discordia
Entre pactar o combatir al emporio Kempinski se debate la cuestión
socialista cubana
Lunes, junio 26, 2017 | Pedro Manuel González Reinoso
VILLA CLARA, Cuba.- La mayoría de los nacionales que nunca podrán poner
un pie dentro del polémico sitio —por razones de dinero o
(des)vergüenza, tal como anteponía el díscolo Chibás— está dividida
entre quienes creen —falsa u honestamente— que es imprescindible para el
país desarrollista que vendrá que existan espacios elitistas para ricos
riquísimos, y los que abominan —secreta o públicamente— de las políticas
del estado catatónico nacional arrogadas ante el último suspiro.
Eduardo, antimachadista que había fundado el Partido Ortodoxo
decepcionado del Auténtico anterior, con apenas 18 años, participó en la
manifestación del 17 de diciembre de 1925 exigiendo la libertad de Julio
Antonio Mella, ese prócer cuyo busto arrancado ayer de la expropiedad
del banquero Pedro Gómez Mena por "carecer de valores esculturales" ha
armado escandalito entre genuinos indignados, intelectuales a la fuerza
y amanuenses versados —como Ciro Bianchi Ross—. Si algún heredero vivo
de don Pedro estuviese alerta, la extorsión le habría arañado también su
carapacho. Y tendríamos sobre el tapete comparsa de plañideras.
Al ser detenido por la fuerza pública en el exuberante Parque Central
(ahora desarbolado), Chibás enfrentó a los uniformados gritándoles:
"¡Una Constitución escrita con la sangre de Maceo y Martí debe ser
respetada!" No imaginaba el insigne patriota, defensor a ultranza de
Ramón Grau San Martín a pesar de su fama de pájaro, la maraña
constitucional que aparejarían después sus sucedáneos —próceres de
pluma, discurso y pacotilla—, y que fuera refrendada a perpetuidad en
versión estoica desde mediados de la segunda mitad del XX por un pueblo
zombi e indestetable, ya sin Maceo ni Martí tiñéndole con el ejemplo
acápites de coagulada gloria por ninguna rajadura de la teta.
Lo peor y menos provechoso de tal querella, sería entablar un
hipotético/peripatético debate a escala participativa nacional, porque a
las autoridades regentes les interesa un comino hacerlo aunque el pueblo
patalee, blasfeme y ruja. Siquiera lo intentarían con adeptos fieles e
incondicionales ideológicos al efecto "socialismo democrático", porque
la incondicionalidad económica —que es suerte de matriz de las modernas
virtudes—, hace mucho que voló del nido igual que el negro cucú.
Una de las razones morales que mueven a la reyerta verbal actual reside
en los precios —exorbitantes para el cubiche timorato o comunes a
foráneos acostumbrados al lujo incosteable y ajeno— de la merchantería
primermundista que en galerías de los bajos se ostenta. A nadie
interesará hospedarse nunca en suite presidencial de varios miles la
noche, porque pocos alcanzarían ni en sueños semejante investidura.
No habrá en largo tiempo "tra(d)ición" de vuelta
Puesto que la senda comercial diseñada al paseante raso es la única
posible desde el suelo, la ascensión de cederistas informantes a los
pisos hospederos estaría cooptada por un regimiento de bultos
infranqueables.
¿Se acostumbrarán los reacios del patio a esta cosmovisión llana del
mundo adelantado entrando "sin permiso" en casa pobre —pero "alegre y
bonita"—, y al entreguismo usurero que practican los mismos que azuzan
repudios y vendettas contra neo-plattistas/anexionistas bajo el
(des)orden caótico de sus finanzas domésticas?
Pasará el tiempo y lo que hoy alarma e indigesta a muchos, mañana será
pan comido. No resultará fácil entender lo que hasta hace poco fuera
contravención punible y posterior arresto. O algo aún más alarmante: que
haya una contrarrevolución abiertamente declarada desde dentro de sus
filas al monolítico bloque ideológico y sus dogmas, el que
periódicamente refunde el status acomodaticio dentro del cachivache
partidista. En pos de disolver —no resolver— incordios a cualquier
precio, hasta los inf(l)amantes harán lo que sea.
Empero, para abastecer piscinas, descargar baños y sofocar vanos conatos
internistas, una exclusiva flotilla de blanquísimas pipas —como mofetas
de palacio en traslación helvética—, descargan diariamente alud de aguas
buenas en barrio tan sediento y malo, el mismo que fotutea de vez en
cuando a la estatua del acuimensor Francisco de Albear cuando arrecian
escaseces, pero que sigue con sus fosos secos aún después de desmontada,
encalada y puesta a punto "manzanero".
La fruta será mordida por muchos menos ávidos de lo que se haya estimado
ingresarían al círculo infernal, quizá porque fue remodelada con
indostana ayuda, pensando en la huyuya yanquilandia postrumpista y sus
vasallos viajantines.
Todo que ver con el reestrenado Cuban way of life, o sea, con el real
modus vivendi de Nomenclatura & Allegados, los nuevos acaparadores de
propiedades y riquezas ("ilícitas") que serán públicamente decapitados,
en fin, sustitutos de vacantes que en molote glotón jamás creyeron en la
factibilidad del paraíso terrenal ni en el celestial veneno de la
serpiente. Así que apresuraron el banquete —para nada platónico— frente
a los pobres pobrísimos.
Que se haga, pues, puro jugo, La Manzana.
Source: Hotel Manzana… de la discordia CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/hotel-manzana-de-la-discordia/
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