Nuestro norte es el CUC
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | La Habana | 30 de Junio de 2017 - 11:06 CEST.
El eslogan Nuestro norte es el sur, de la cadena de noticias Telesur,
siempre me ha parecido confuso. La referencia al norte en la frase
remite tanto al norte como referencia de orientación que utilizaban los
antiguos marineros para ubicar su posición, como al norte geográfico
americano, asociado con EEUU. El uso del norte orientador valida en la
frase a la cultura del sur por sí misma pues la convierte en la
referencia natural de la compañía noticiosa. Es un sentido loable, el
otro lo es menos. El norte como espacio geográfico, otorga al sentido de
Nuestro norte es el sur una intención de suplantación acorde a un
discurso ideológico superado, aquel que concebía al norte como un
espacio con el que emular.
Es el discurso propio del latinoamericanismo decimonónico, explotado no
sin efectividad en el siglo XX desde las elites políticas, y que hoy
parece tan antiguo como los dinosaurios. Sobre todo luego de haber
constatado que si del norte pueden venir invasiones bárbaras, el sur no
es menos productor de bestias equivalentes. Como se confirma por estos
días precisamente en la nación matriz de Telesur, Venezuela, con la
consecución de un ejemplar de nombre Nicolás Maduro.
En la modalidad de barbarie al uso en nuestras tierras está la que
remite al control social de los militares. Asiduos a desbordar los
cuarteles, ciertos sectores de los militares sur, centroamericanos y
caribeños se dedicaron, durante todo el siglo XX, a pulular en las
instituciones civiles, económicas y gubernativas de nuestros países. El
residuo de aquel hábito fue una incontable cifra de cadáveres,
instituciones desarraigadas socialmente y fabulosos fracasos económicos.
Cuba no fue la excepción. En lo que sí nos hemos destacado es en dilatar
la tendencia hasta el presente, muchas décadas después que se verificara
su conclusión en el área y los militares parecieran, desde los años 80
del pasado siglo, resignados a poblar los cuarteles, su hábitat natural.
La noticia a mediados de 2016 de que el grupo de empresas perteneciente
a Habaguanex y subordinadas a la Oficina del Historiador de la Ciudad
Eusebio Leal, pasaba en su mayor parte al control del Grupo de
Administración de Empresas (GAESA) de los militares cubanos, agravó la
apreciable tendencia hacia la reunión de los bienes nacionales en sus
manos. Las empresas militares Gaviota, Tiendas de Recaudación de Divisas
(TRD) y CIMEX asumieron, por ese orden, los hoteles, las tiendas y los
restaurantes enlistados por la malograda oficina. De las tres empresas
que participaron en el expolio de Habaguanex, solo TRD y Gaviota
pertenecían al emporio castrense en el año 2006, cuando Raúl Castro
asumió, por sustitución primero y luego oficialmente, la jefatura del
Estado. La Corporación CIMEX, otro enorme conjunto de empresas, se vería
subsumida pocos años más tarde, en 2010.
La presencia de los militares en nuestras instituciones estatales y
gubernativas ha sido intensa desde que el 10 de marzo de 1952 Fulgencio
Batista sustituyera nuestra democracia con un gobierno de facto. Luego
de 1959 lo militar y lo civil se confundieron cuando la población cubana
fue uniformada, adiestrada para matar, e instituciones que iban desde
órganos de gobierno hasta la familia fueron tratadas a modo de
campamento. En 1976 resurgió un remedo de institucionalidad copiado del
antiguo socialismo este europeo en el que los militares aparecían con
plenos poderes para elegir, ser electos y encabezar instituciones
oficiales. La Asamblea Nacional, un órgano legislativo que no emite
leyes y se reúne un puñado de días dos veces al año, se llenó de
militares bajo el lema de "El ejército es el pueblo uniformado".
Podría parecer contraproducente si el castrismo no fuera un régimen
totalitario, por no calificarlo de descarado, que la fracción uniformada
marche no hacia la guerra sino hacia la acumulación desesperada de
riquezas; no lo es. Según los historiadores, riqueza y hegemonía son el
estímulo natural de los poderes dictatoriales. La riqueza —dicen— era la
mayor ambición de Fulgencio Batista, y los que analizan a Fidel Castro
lo exponen como un ser desesperado por el poder. Al procurarse la mayor
cantidad de divisas —CUCs en el argot monetario cubano—, los militares
prohijados por Raúl Castro solo cumplen con la expectativa de los
estudiosos.
Desde esta perspectiva se explica que el castrismo mantenga dos monedas
de curso corriente por encima de sus declarados deseos de eliminar una
de ellas. El peso cubano por un lado y el peso cubano convertible o CUC,
por el otro. El peso cubano es el dispuesto para la población civil,
para sus salarios, y para los pobres negocios que les es permitido
implementar. Es 24 veces menos valioso que su similar el CUC, reservado
por los militares para sus actividades comerciales.
El acaparamiento frenético de CUCs parece ser el norte que orienta los
movimientos de los miembros de nuestras fuerzas armadas, desde las
rebajas al presupuesto de salud pública y seguridad social de los
últimos años, hasta el restablecimiento de relaciones diplomáticas con
el norte geográfico y la consiguiente carrera por atraer sus
inversiones. Sin dejar de pasar por la acumulación del mayor número de
empresas redituables, como hace poco pudo constatar un Eusebio Leal
venido a menos.
"Nuestro norte es el CUC" podría muy bien ser el eslogan del ejército
cubano. A diferencia de la confusión que produce su similar de la
agencia Telesur, en este caso el norte como referencia orientadora y
como espacio geográfico afirmarían el mensaje del eslogan castrense.
Source: Nuestro norte es el CUC | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1496961948_31751.html
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