Economía
Los inspectores de los inspectores
A menos alimentos, más policías, más restricciones, más vigilancia popular…
Dimas Castellanos, Ciudad de La Habana
martes 13 de junio de 2006 6:00:00
Los efectos de la crisis estructural en que está inmersa la economía
cubana se reflejan en la agricultura de disímiles formas. Como en los
demás sectores, las carencias han hecho del desvío de recursos, la
evasión fiscal y el robo formas generalizadas de sobrevivencia
bautizadas por la sabiduría popular con viejos términos plenos de nuevos
significados: escapar, luchar, resolver…
Vendedores que declaran una cantidad determinada de mercancías y precios
para los productos del agro, pagan un impuesto por ellos y después
introducen más mercancía y/o aumentan el precio declarado; empleados que
violan los precios y el peso de los productos; establecimientos del
Estado devenidos estaticulares (gastos del Estado y utilidades del
particular), donde administradores y trabajadores canalizan el instinto
de propiedad comercializando sus "propias" mercancías.
En fin, una eficiente red de producción y comercialización que, en
ausencia de derechos y libertades para el ejercicio legal en un pueblo
instruido y emprendedor, en franca manifestación de resistencia a las
imposiciones totalitarias, encuentra múltiples salidas para escapar.
Como en Cuba el trabajo dejó de ser la fuente principal de ingresos, la
respuesta ha sido sobrevivir. Si a ello se añade que esas conductas son
aceptadas socialmente y todos, de una u otra forma, conviven con ellas,
entonces esa y no otra es la moral predominante, una ética necesaria
pero negativa. Ello explica por qué las mencionadas violaciones se
cometen públicamente mientras los sobrevivientes sustraen, alteran,
venden, compran o miran hacia otra parte, pero no se oponen.
Mirar hacia otra parte
Ante tanta "indolencia", las autoridades, en vez de actuar a partir de
las razones de la escasez —cuyas causas no son secreto para nadie—,
miran hacia otra parte, al igual que los sobrevivientes. De forma
"enérgica y viril" han optado por fomentar un creciente ejército de
inspectores para librar una "batalla" contra ese mal y poner fuera del
juego a los "enemigos del pueblo". Por eso, más policías, más
restricciones, más vigilancia popular y más inspectores.
Diferentes iniciativas se han puesto en práctica para el fortalecimiento
de la disciplina y la eficacia del movimiento de inspectores. Por
ejemplo, una de las medidas consistió en cambiar frecuentemente a los
inspectores de los lugares que visitan; también han sido sometidos a una
supervisión y depuración sistemática.
Otra medida, quizá la más socorrida, ha sido formar más y más
inspectores. Pero como el desequilibrio entre salario y costo de la vida
afecta también a nuestros fiscalizadores, no resulta extraño que muchos
conviertan las inspecciones en una vía factible para escapar y así
mejorar la canasta familiar tal y como hace el resto de los cubanos.
En días pasados, uno de los vendedores en los mercados del Ejército
Juvenil del Trabajo (EJT), interpelado por la prensa oficial, expresó
que antes de las últimas medidas vivían acosados por los inspectores,
quienes —en representación de diferentes organismos— venían buscando
"tajadas" para su beneficio personal y no para el de los clientes.
Como parte del proceso, recientemente se dio a conocer una nueva
modalidad: los inspectores en precios y comercio, que controlarán la
política de precios en las entidades del Estado, desde un mercado
agropecuario hasta un hotel. Los primeros 113 egresados, después de
jurar mantenerse incorruptibles en el combate contra el delito y las
indisciplinas en nombre de los más nobles propósitos de la sociedad,
firmaron su Código de Ética y recibieron sus carnés acreditativos.
Parece que el problema no se había resuelto hasta el momento porque los
combatientes carecían de esa condición: los anteriores no eran integrales.
Teniendo en cuenta que la desequilibrada relación entre salario y costo
de la vida no ha cambiado, es de suponer que a los recién egresados les
será muy difícil vivir sin "luchar", a pesar de que juraron, poseen el
carné acreditativo y firmaron el Código de Ética. Por eso, más temprano
que tarde asistiremos a la graduación de nuevos suprainspectores para
combatir las desviaciones de los integrales.
¿Juez y parte?
Ante esos obstáculos algunos funcionarios consideran que las
irregularidades ocurren porque no hay una contrapartida estatal de
supervisión que garantice la disciplina en el cumplimiento del
reglamento y penalice económica y moralmente a las direcciones y
empleados de esos comercios. Una sugerente reflexión que padece del
arraigado mal de apuntar contra efectos e ignorar las causas.
Por ejemplo, para los directores de precios del Ministerio de la
Agricultura y del Ministerio de Finanzas y Precios, la solución no es
colocar un inspector detrás de cada tarima —a lo que agrego: ni tampoco
delante—, sino que la administración de cada mercado ejerza el control.
Una vez puesta en evidencia la ineficacia de la espiral de inspectores,
se comienza a pensar en una especie de Comisario del Pueblo. Por
ejemplo, el administrador de uno de los mercados del EJT, objeto
anterior de inspecciones, decidió ser juez y parte. Tomó la decisión de
que los inspectores pueden realizar su fiscalización, pero acompañados
por un representante de la administración del mercado.
Según Fernando Martínez, jefe de la Red Nacional de Mercados del EJT, de
esa forma se evita el soborno, y si de verdad se advierte una
infracción, se adoptan medidas de inmediato.
La idea es que los administradores de los centros de comercio respondan
por la responsabilidad que les ha dado el Estado, lo cual presenta un
gran obstáculo en su camino: sus salarios también son insuficientes para
vivir, lo que los obliga a luchar y resolver para sobrevivir.
Ojalá no sea demasiado tarde cuando las autoridades decidan enfrentar
las verdaderas causas que originan la falta de boniatos. Cuando eso
ocurra con las actuales o futuras autoridades, es posible que muchos
inspectores, integrales o no, aprovechando la implementación de los
derechos y libertades ahora inexistentes, participen no como luchadores,
sino como combatientes en la solución de los graves problemas económicos
de la nación desde su propiedad personal, familiar, privada, cooperativa
o mixta.
Entonces, como nadie se roba a sí mismo, el robo y la moral para
sobrevivir dejarán espacios para el florecimiento de una ética positiva.
URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/articulos/los_inspectores_de_los_inspectores
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