Ojo con el zambombazo
El gobierno quiere parar la 'ilegalidad' con inspectores adiestrados en
frenar todo tipo de facilitación económica particular.
José Hugo Fernández, Ciudad de La Habana
jueves 22 de marzo de 2007 6:00:00
Fiel a su vocación de escopeta de feria, el régimen hace mucho más ruido
que diana en la pretendida batalla contra el robo, la estafa, la
corrupción administrativa y otras lindezas que tipifican hoy nuestra
vida pública y privada.
Una de dos: no conoce, no ha sabido valorar el fenómeno en toda su
espantosa magnitud, o sencillamente se conforma con acciones efectistas
para impresionar a los de afuera y atemorizar a los de adentro, mientras
va y viene el palo gordo, que es la definición de su propio destino como
poder totalitario.
Lo malo, sobre todo para ellos, es que al no dedicarle el debido empeño
a este fenómeno, están dejando pasar la gran oportunidad de conservar la
sartén por el mango, y todavía más, hacen irreversible, incluso
precipitan, su descalabro.
Se ha dicho, con razón, que la gente en la Isla no desea cambios
mediante la violencia y que dentro de la confusión general que nos
machaca, sólo demostramos ver con claridad el imperativo de no ahogarnos
(en sangre) cerca de la orilla, luego de haber atravesado todo un océano
de calamidades.
Sin embargo, tal vez no estamos reparando suficientemente en la bomba de
tiempo que representa el tema de la corrupción (en fase de metástasis
social, como es el caso) y menos aún en las fatales consecuencias que
podría acarrearnos el intento de enfrentarlo desde posiciones y con
medidas erróneas.
Si algo funciona aquí con cierta fluencia (porque sería exagerado hablar
de eficacia) es la economía soterrada. No es necesario esperar por el
estudio profundo y pormenorizado que algún día tendrán que realizar los
expertos, para reconocer que esta epidemia que hoy nos pudre hasta las
raíces ha sido nuestra alternativa para mantenernos respirando y
dispuestos a resistir en calma durante muchos años.
Donde el trabajo perdió todo incentivo, diluyéndose en planes, cifras,
datos huecos; donde el esfuerzo devino simulacro y la iniciativa
individual fue aplastada brutal, sistemáticamente; donde las soflamas
sustituyeron los hechos y las mejores tradiciones fueron desplazadas por
el espejismo revolucionario, no quedaba mucho más que el fraude y la
ilegalidad como medios de subsistencia.
Desde luego que al igual que cualquier otro mal remedio, éste vino
condenado a resultar peor que la enfermedad. La prueba la tenemos
delante de los ojos. Pero aún peor que lo peor podría ser que se
pretenda (inútilmente por demás) extirparlo de una sola cuchillada, sin
antes, o a la vez, por lo menos, suplir su función de salvavidas para el
pueblo, digo suplirla de verdad, no con alardes capciosos, sino con
opciones sólidas y duraderas.
Y todavía no será suficiente con neutralizar la corrupción y las
ilegalidades como disyuntivas de vida, si al mismo tiempo no se cambian
las estructuras de gobierno, los métodos, los conceptos, las prácticas
que han generado esta peste.
Prender la mecha
Por tales rumbos y no por otros deberían ir los tiros, pero hasta el
presente no parece ser la decisión del régimen, quien, en lugar de
combatir la epidemia partiendo de sus causas reales, una vez más se va
por los flancos, colmando las calles de unos llamados "inspectores
integrales", con patente de corso, y dicen que adiestrados (en tres
días, como es costumbre) para fiscalizar, multar, cerrar, frenar sin
disyuntivas todo tipo de actividad de facilitación económica y de
servicios para la población, muy especialmente las que se gestionan por
particulares.
Otra de las labores que algún día tendrán que asumir los expertos es la
confección de un diccionario para restituirle el verdadero significado a
un grupo de adjetivos secuestrados por el poder en la Isla para su
exclusivo y caprichoso uso y abuso.
Bioy Casares escribió el Diccionario del Argentino Exquisito para
burlarse de ciertos sectores de su sociedad, en particular de políticos
y gobernantes. Nosotros tendremos que confeccionar algo así como el
Diccionario de los Adjetivos de Lucha, no tanto para burlarnos como para
facilitarles la comprensión de la historia a nuestras futuras
generaciones. Y a la hora de emprender ese trabajo, las primeras páginas
las tiene ganadas (aunque no empiece con A) el adjetivo "integral".
Ahora mismo las calles de La Habana son recorridas por bandadas de
"inspectores integrales" que al parecer cumplen órdenes de prender la
mecha a la bomba de tiempo. No nos queda sino rogar porque tengan éxito.
Un zambombazo de último minuto es lo menos que merece este pueblo tan
paciente y sufrido.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/ojo-con-el-zambombazo/(gnews)/1174539600
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