21.06.09 -
MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
CORRESPONSAL. LA HABANA
«De la libreta no se puede vivir, pero sin ella tampoco», admite la
población
Los trenes llevan más vagones para paliar la falta de locomotoras
La crisis obliga a La Habana a reducir las cantidades de varios
alimentos de su cartilla de racionamiento
Las restricciones afectan al transporte público, que circula con menos
frecuencia y sin aire acondicionado
El verbo ahorrar se conjuga en Cuba desde Guantánamo hasta Pinar del
Río. Las medidas dispuestas por el Gobierno de Raúl Castro para capear
el nuevo temporal económico inciden en recortar el consumo de energía en
el sector estatal, en un intento de evitar los apagones en las
viviendas, pero han afectado también a los alimentos normados que se
distribuyen por medio de la casi cincuentona libreta de abastecimiento
racionado.
La alarma saltó el mes pasado cuando el Ministerio de Economía y
Planificación reveló que entre enero y abril se habían consumido 40.000
toneladas más de combustible. Había que intervenir con celeridad y el 1
de junio se cambió la tradicional consigna revolucionaria por un nuevo e
ilustrativo lema: 'Ahorro o muerte'. Desde entonces, las medidas
adoptadas -apagar varias horas aires acondicionados, hornos y cámaras de
refrigeración- se deben cumplir a rajatabla y los infractores reciben
severas sanciones.
Los recortes han llegado, incluso, al transporte público. Al margen de
la incomodidad de viajar sin aire acondicionado en un país caribeño, las
recientes mejoras introducidas en los medios colectivos con la entrada
en servicio de nuevas unidades han quedado estancadas por los planes de
ahorro. De hecho, el Ejecutivo de La Habana ha suprimido frecuencias en
las rutas urbanas de autobús, con lo que las aglomeraciones vuelven a
repetirse. En el transporte ferroviario se ha optado por una estrategia
similar, pero se ha incrementado el número de vagones para intentar
paliar la retirada de locomotoras.
En un primer balance, el viceministro cubano de Industria Básica, Juan
Manuel Presa, aseguró que el resultado era «exitoso» porque en 10 días
se redujo un 10% el consumo eléctrico. Según los expertos, los aires
acondicionados acaparan el 70% de las necesidades de electricidad de la
isla. Y del total del gasto energético, La Habana se lleva el 25%.
Los planes del Gobierno comunista, sin embargo, no sólo van encaminados
a combatir el déficit energético. En mayo, el ministro de Economía y
Planificación, Marino Murillo, admitió que las restricciones también
llegarían al «consumo», es decir, a las bodegas que dispensan los
alimentos de la libreta de racionamiento. Eso sí, subrayó que ningún
cubano quedaría «desprotegido». Poco después del anuncio oficial,
apareció un cartel en los ultramarinos confirmando el recorte a la mitad
en la cantidad de granos -frijoles y chícharos o guisantes secos- que se
entregan por persona. El ajuste también limitaba la distribución de sal,
que se prolongaba más en el tiempo.
La encargada de una bodega desvela que, a partir de julio, la isla
podría enfrentarse a más restricciones. Al parecer, el Gobierno pretende
anular la entrega de dos libras (aproximadamente un kilo) de arroz que
se reparten adicionalmente desde el catastrófico paso de los huracanes
el año pasado.
Productos básicos
Los cubanos pueden encontrar en una bodega una amplia gama de productos
que aparecen en la libreta de racionamiento y se venden a precios
subvencionados por el Gobierno. En el caso de los alimentos básicos, el
80% son importados y, según estimaciones oficiales, le cuestan al
Ejecutivo 770 millones de euros al año. Quizá por ello, los responsables
de estos ultramarinos no regalan ni las bolsas. Por eso, los cubanos
llevan siempre bajo el brazo su inseparable 'java', un zurrón en el que
cargan el azúcar, el arroz, los frijoles, los huevos o el pollo que se
venden a granel.
La vilipendiada pero necesitada libreta de racionamiento, sin embargo,
está en vías de extinción si nos atenemos a una reciente declaración de
Raúl Castro calificando de «insostenible» mantener los «millonarios
subsidios» que supervisa la Oficina de Control de Productos Alimentarios
(Oficoda). Según varios expertos, el problema radica en encontrar una
fórmula para que la cartilla desaparezca progresivamente y no deje
desatendidos a los sectores de la población más débiles.
La libreta de racionamiento nació en marzo de 1962 para luchar contra la
escasez generada después de que Estados Unidos rompiera sus relaciones
con la isla cuando Fidel Castro declaró la implantación del comunismo.
Desde entonces, ha registrado distintas modificaciones y hasta finales
de los ochenta llegó a incluir artículos manufacturados. Durante el
llamado 'período especial' -tras la caída de la URSS-, la libreta era
casi la única fuente segura de alimentos porque la economía se derrumbó
con el colapso del coloso euroasiático.
Compras adicionales
Los isleños admiten coloquialmente que «de la libreta no se puede vivir,
pero sin ella tampoco», porque las cuotas alcanzan como mucho para dos
semanas y deben completarse con vegetales, cárnicos y especias
adquiridas en los agromercados. A eso hay que sumar artículos de aseo
personal, ropa, zapatos o electrodomésticos a comprar con divisas.
Jubilados y receptores de la asistencia social tienen con frecuencia en
la cartilla su única fuente de comida. No obstante, hoy en día existe un
mayor número de cubanos que perciben salarios en divisas o remesas del
extranjero y optan por no acudir a las bodegas. Algunos lo hacen por
evitarse las colas, otros porque les venció el plazo y los menos por
conciencia social. En cualquier caso, en los barrios corren como la
pólvora las noticias sobre la llegada de nuevos alimentos a los
establecimientos. Y es que las bodegas no son un supermercado. Sólo
ofrecen los artículos de la libreta según «entran». Una semana puede ser
azúcar, otra arroz y otra aceite o cerillas.
La libreta adelgaza en Cuba. El Correo (21 June 2009)
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090621/mundo/libreta-adelgaza-cuba-20090621.html
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