Fernando Ravsberg | 2011-06-16, 16:34
Los juicios a personajes corruptos en Cuba acaparan la atención de
muchos, unos para convencernos de que la revolución está
irremediablemente podrida y otros porque acaban de descubrir que no es
inmune a los pecados mundanos.
Es cierto que se trata de un fenómeno mundial, que no tiene nacionalidad
ni color político. Tan es así que, en ocasiones, las realidades de otros
países hacen que la corrupción en la isla parezca un juego de niños.
Pienso en los vínculos políticos, militares y empresariales de los
narcotraficantes en México o Colombia sin olvidar al primer mundo, las
millonarias estafas de las empresas de EE.UU. o las truculentas tramas
inmobiliarias de Europa.
De hecho, uno de los reclamos de los jóvenes "indignados" españoles es
que los políticos imputados judicialmente por corrupción no puedan
presentarse a las elecciones, como hicieron varios de ellos en los
recientes comicios.
En Cuba no es un fenómeno nuevo, en realidad lo que ocurre es que ahora
se hace más visible al sentar en el banquillo a los malversadores,
incluyendo a algunos importantes cargos de gobierno y empresariales.
Es un duro golpe para los que creían en una virginal revolución, capaz
de concebir sin pecar. Por el contrario, ahora pueden comprobar que se
trata de un proceso expuesto a los mismos virus que enferman al resto de
la humanidad.
Algunos colegas se quejan de que el bisturí no corta todo lo profundo
que debería pero para mí lo que resulta realmente interesante es que el
gobierno haya decidido aplicar técnicas quirúrgicas al problema y
hacerlo de forma pública.
Tal parece que los políticos corruptos ya no serán tratados como
"camaradas equivocados" a los que siempre hay que darles una nueva
oportunidad. Ahora se arriesgan a ser condenados como simples delincuentes.
Sin embargo, no todos los cubanos están conformes, muchos consideran que
las condenas son demasiado benévolas. "Dan más años de cárcel por matar
una vaca que por asesinar a decenas de pacientes psiquiátricos", me
comentó un vecino.
De todas formas es sano que sean juzgados los médicos corruptos, los
ministros que se hicieron ricos especulando con los alimentos de la
gente y los que ordeñan a empresas públicas como Cubana de Aviación.
Hace poco, un conocido que vende helados clandestinamente me decía que
la policía se presentó en su casa para pedirle los nombres de los que se
lo venden, "no nos interesas tú sino los que sacan camiones enteros de
la fábrica", le dijeron.
Es que la victoria contra la corrupción es pírrica si no se ataca en las
alturas, se pueden llenar las cárceles de revendedores callejeros pero
el mal se reproducirá mientras no se meta tras las rejas al dirigente
que desvía los recursos hacia el mercado negro.
Pero falta aún mucha información sobre los delitos cometidos y sus
implicaciones económicas, sociales y humanas. Sigue sin quedar claro
cómo lograban apoderarse de millones de dólares del erario público sin
que nadie se percatara.
En un país donde se dice que todos los medios de producción pertenecen
al pueblo, éste debería tener derecho de saber qué cantidad de dinero le
han robado, como lo han hecho y qué medidas tomará el gobierno para que
no se repita.
En las calles de Cuba hay pancartas en las que se calcula cuantos
círculos infantiles se podrían construir si no existiera el Embargo de
Estados Unidos. Deberían crear otras en las que se explique lo que se
hubiera podido hacer con lo robado por tal o cual burócrata.
Los políticos y empresarios corruptos no son simples pícaros que saben
buscarse la vida mejor que el resto. En realidad, tanto en el socialismo
como en el capitalismo, son carteristas que hacen fortuna hurgando en
nuestros propios bolsillos.
Hay quienes aseguran que aún no han pasado por los tribunales "todos los
que son", no lo dudo pero apuesto a que los juicios continuarán, otros
dirigentes implicados hacen cola para sentarse en el banquillo de los
acusados.
Y la contralora, Gladys Bejerano, alista sus "tropas" para ampliar la
ofensiva. La temida "Dama Anticorrupción" prometió que además de
perseguir las ilegalidades, vigilarían la probidad administrativa y el
uso eficiente de los fondos públicos.
El hecho de que se publiquen las condenas y el nombre de los reos tiene
un efecto preventivo, es un aviso de que determinados delitos ya no se
pagarán en casa con un cómodo "plan pijama" sino en la cárcel vistiendo
uniforme de preso.
Vaciar las prisiones de opositores que no implican ningún riesgo
político real para el gobierno y llenarlas con burócratas corruptos que
carcomen la nación por dentro parece la estrategia más sensata de parte
de aquellos que intentan salvar el sistema.
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2011/06/corrupcion_de_alto_vuelo.html
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