Cuba, sus prisas y sus pausas
Publicado el Martes, 26 Marzo 2013 20:10
Por Leonardo Padura*
Desde que comenzó el proceso de cambios en Cuba, emprendido por el
gobierno del general Raúl Castro, varias han sido las modificaciones de
la férrea estructura económica y social encaminadas a buscar un último
fin: sacar del letargo económico a la isla, procurar hacer eficiente un
esquema productivo que, encallado en sus restricciones, controles y
contradicciones, hacía agua por todas partes.
Luego del anuncio de la voluntad gubernamental de introducir "cambios
estructurales y conceptuales" capaces de "actualizar" el modelo, a raíz
del último Congreso de Partido Comunista (2011), único y gobernante en
el país, se aprobó el documento bautizado como "Lineamientos de la
política económica y social cubana", que estipula las trasformaciones a
realizar en los años que corren y en el futuro inmediato.
El propósito del documento programático, muy preciso en algunos rubros
pero más vago en otros, es fijar guías y compromisos para los
movimientos menores y los mayores que se pretenden realizar.
En varias oportunidades, ante reclamos o críticas de que el ritmo de los
cambios ha resultado demasiado lento para un país aquejado de problemas
sociales y económicos que van desde la más alta superestructura y la
macroeconomía hasta la complicada vida diaria de los ciudadanos, Raúl
Castro ha reaccionado siempre diciendo que el compás de las
transformaciones se hará de acuerdo a planes meditados, para evitar la
ocurrencia de nuevos errores. Un tempo que él mismo ha calificado de
"sin prisa pero sin pausa".
Avances y plazos
Recientemente, el vicepresidente de los consejos de Estado y de
Ministros, Miguel Díaz-Canel, ratificó en declaraciones a la prensa algo
que el presidente ya había anunciado.
Si hasta ahora las transformaciones económicas y sociales se han
concretado a leves (o no tan leves) movimientos en las relaciones de
producción, de propiedad y en los derechos ciudadanos (revitalización
del trabajo privado, creación de cooperativas agropecuarias y obreras,
repartición de tierras en usufructo, o la trascendente reforma
migratoria que permite viajar a una gran mayoría), los cambios que se
deben producir en estos años que han comenzado a correr, tocarán con
mayor profundidad las estructuras esenciales del sistema.
En sus palabras: "Hemos avanzado en lo que era más fácil, en las
soluciones que requerían menos profundidad de decisión y de realización
y ahora nos van quedando aspectos más importantes, más decisorios en el
desarrollo futuro del país, y también más complejos".
Lo intrigante es que ninguno de los dirigentes especifica cuáles serán
esas modificaciones, en qué esfera actuarán y cuál será su profundidad.
Y apoyan su respuesta argumentando que todo está programado en los
mentados "Lineamientos…".
La muerte de Chávez
Pero un hecho de trascendencia internacional ha caído como un peso
importante en la balanza con que se han estado tomando las decisiones en
Cuba.
La muerte del presidente venezolano Hugo Chávez, principal apoyo
político y socio comercial cubano mediante intercambios avalados por
convenios bilaterales y regionales –los de la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América (ALBA)–, resulta, sin duda, un elemento
que La Habana no puede tomar a la ligera.
Si, como los analistas esperan, Nicolás Maduro, el heredero político de
Chávez obtiene la Presidencia en las cercanas elecciones venezolanas,
Cuba tendrá un importante respiro, habida cuenta de las promesas de
Maduro respecto de la isla y la fidelidad que mantendrá al pensamiento y
los compromisos chavistas.
Pero de lo que a nadie cabe la menor duda es que, sin Chávez, la
situación interna de ese país se podría complicar de muchas formas, y la
estrecha relación con esta isla del Caribe, al menos en lo económico,
podría sufrir eventuales alteraciones debido a esas imprevisibles
complicaciones en la realidad doméstica venezolana…
Nuevas redefiniciones
Esta nueva coyuntura con toda seguridad ha debido ser contemplada por el
gobierno cubano, con independencia de declaraciones políticas o incluso
de silencios. Y la circunstancia tendría que incidir en el ritmo de los
cambios internos.
La delicada situación económica del país reclama eficiencia, inversiones
(incluidas, por supuesto, las de capital extranjero), nuevas
redefiniciones de las relaciones productivas, una actualización en el
empleo estatal y privado de las nuevas tecnologías.
Mientras, la complicada trama social, tan diversa de la que había a
principios de la década de 1990 (cuando se desató la crisis profundísima
provocada por la desaparición de la Unión Soviética, el socio político y
comercial del que Cuba dependía por entonces), obligan a un realismo y
una dinámica mayores en el proceso emprendido, teniendo en cuenta que un
porcentaje notable de la población cubana la integran jóvenes con ideas
y perspectivas diferentes y también que mucha gente lleva más de 20 años
luchando por la supervivencia, con bajos salarios y problemas objetivos
de todo tipo.
¿Habrá llegado el momento de acortar las pausas y alentar la prisa? ¿Y
el momento de que los ciudadanos empiecen a saber qué futuro les espera
con esas transformaciones más profundas y complejas, que podrán definir
el destino del país y, seguramente, sus propias vidas? Parece que sí.
*Este artículo se publica por cortesía de IPS
http://cafefuerte.com/cuba/noticias-de-cuba/sociedad/2721-cuba-sus-prisas-y-sus-pausas
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