Publicado el lunes, 03.25.13
El lujo en Cuba
Alejandro Armengol
El lujo parece haber regresado a la isla, no sólo como parte de los
privilegios de la élite política sino para disfrute de algunos
ciudadanos particulares, que están aprovechando para enriquecerse, tanto
de los pequeños cambios producidos en el país como del caos imperante.
Pero vale la pena preguntarse si se trata de una avanzada en la vuelta
al capitalismo o solo una situación temporal, que más que una señal de
cambio es un indicador de la inseguridad social y económica.
Un cable de la agencia AFP señala que el lujo reaparece tímidamente en
Cuba, tras medio siglo de igualitarismo y austeridad, gracias a las
reformas económicas del gobernante Raúl Castro.
La información menciona que por las calles de La Habana se ven vehículos
Audi, Mercedes Benz, BMW y Hummer que pertenecen a particulares. Agrega
que hay restaurantes que venden platos de tortuga o ciervo, que no
figuran en la carta, porque su venta es ilegal, sino que se ofrecen
verbalmente a clientes habituales. También describe la existencia de
gimnasios que cobran a sus socios una mensualidad anual de al menos 700
dólares, así como la posibilidad de pasar la luna de miel en un hotel de
cinco estrellas.
En gimnasios de hoteles de cinco estrellas de La Habana, ahora solo la
mitad de los usuarios son huéspedes extranjeros.
"De los socios, son más los cubanos que los extranjeros" residentes,
dice a la AFP el entrenador del gimnasio de un hotel de una cadena española.
En los hoteles también hay clases privadas de tenis (10 a 15 dólares la
hora), a las que asisten cada vez más cubanos, tanto adultos como niños,
ya no sólo huéspedes extranjeros.
La oferta de estos establecimientos ya no está dirigida exclusivamente a
extranjeros, sino también a cubanos con mayores recursos económicos, con
dinero suficiente para darse esos lujos, de acuerdo a los estándares de
Cuba.
Es posible que en algunos casos se trate de dinero proveniente de Miami,
sea mediante remesas familiares o a través de las visitas, en las que
resulta usual que los familiares que viven en el exterior aprovechen la
ocasión para llevar a sus parientes de la isla a restaurantes y hoteles
que están fuera de su alcance.
Sin embargo, a pesar de la falta de cifras concretas, el volumen de los
negocios independientes del Estado y los trabajos por cuenta propia
permite afirmar que en la esfera privada ya se están produciendo
historias de éxitos en que las ganancias superan los niveles de
supervivencia y permiten una acumulación de capital.
La cuestión aquí es si el régimen de La Habana va a permitir el continuo
crecimiento de este sector, sin otro freno que las excesivas tasas
tributarias y las repetidas inspecciones, formas de control que son
habitualmente violadas debido a la corrupción imperante en el país.
En este sentido, estas señales de lujo –que por otra parte en muchos
casos no rebasan el nivel anecdótico y no están ampliamente extendidas,
lo cual no impiden que sean un indicador del inicio de un cambio social–
serían también una muestra de desconfianza e inseguridad: un vivir al
día lo mejor posible, sin perspectivas de futuro.
En la práctica en Cuba hay dos modelos de supervivencia en competencia.
Por una parte la economía socialista clásica, que combina la propiedad
estatal con la coordinación burocrática, no importa lo disfuncional que
sea su labor. Por la otra, una economía capitalista elemental, que une
la propiedad privada con la coordinación de mercado.
Uno de los aspectos negativos de la mezcla de ambos sistemas en una
misma nación es el aumento del desperdicio de recursos. Mientras que un
sector privado vive constantemente amenazado en un sistema socialista,
al mismo tiempo se beneficia de un aumento relativo de ingresos al poder
fácilmente satisfacer necesidades que el sector estatal no cubre.
Sin embargo, buena parte de esos cuentapropistas y propietarios de
restaurantes y cafeterías no están motivados en acumular riquezas y
darles un uso productivo, debido a que la existencia prolongada de su
empresa es bastante incierta. Como resultado, muchos emplean sus
ingresos en un mejoramiento de su nivel de vida mediante un consumo
exagerado.
Esta actitud y conducta no difiere de la del burócrata que sabe que sus
privilegios y acceso a bienes y servicios escasos dependen de su cargo.
Aunque las agencias de noticias gustan de enviar informaciones en que se
muestra la mejora casi cotidiana de los establecimientos privados más
visibles, en especial los restaurantes conocidos por "paladares", lo que
impera en la isla son actividades propias de una economía informal en
que impera la sobrevivencia, junto a otras ilícitas que caen dentro del
mercado negro y la corrupción.
Está por verse si esas tímidas manifestaciones, de lo que podría
considerarse lujo para la mayoría de los cubanos, contribuirán al
desarrollo del capitalismo o se quedarán en un simple alarde del momento.
http://www.elnuevoherald.com/2013/03/25/1437409/alejandro-armengol-el-lujo-en.html
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