Saturday, August 10, 2013

Tendiendo puentes, quebrando diques

Tendiendo puentes, quebrando diques
ARMANDO CHAGUACEDA | Xalapa | 9 Ago 2013 - 5:50 pm.

La recién finalizada conferencia de la Asociación para el Estudio de la
Economía Cubana debatió sobre las 'reformas raulistas'. Unos
participantes negaron el posible alcance de estas, y otros abogaron por
una 'oposición leal'.

En días pasados asistí, en calidad de comentarista y ponente, a la
vigesimotercera conferencia de la Asociación para el Estudio de la
Economía Cubana (ASCE), celebrada en Miami. Organizada con el empeño y
recursos de los integrantes de la Asociación y con el decisivo apoyo de
—entre otras entidades— el Cuba Study Group y la Christopher Reynolds
Foundation, decenas de académicos y activistas de la Isla y su diáspora,
acompañados por investigadores de las dos Américas y de Europa, dieron
vida a tres días de intensos y respetuosos debates en torno a la marcha
de las reformas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro. Ponderando,
con toda la diversidad de matices ideológicos y saberes intelectuales,
los logros, alcances y límites de las transformaciones en curso.

En la Cuba actual estos cambios, si los describimos en una apretada
síntesis y desde mi perspectiva personal, entrecruzan y confrontan las
expectativas de una sociedad crecientemente mutable, socialmente
heterogénea y culturalmente diversa —como resultado de los cambios
iniciados en los años 90—; de un Estado que cambia de forma endógena —al
implementar una serie de reformas de gestión, administración y, en un
futuro no muy lejano, gobierno—, y de un régimen político cuyas leyes y
mecanismos siguen siendo los del modelo soviético, lo que les hace
disfuncionales para lidiar con la creciente complejidad nacional.

Se trata de un régimen socialista de Estado, en un país habitado por una
ciudadanía frágil en lo civil, dentro de un contexto donde el estado de
derecho es sustituido por los amplísimos y arbitrarios derechos del
Estado. En lo político, se trata de una ciudadanía encapsulada en un
modelo de participación movilizativa, fragmentaria y parroquial, con una
representación y control social prácticamente nulos. Y, en lo social, de
una ciudadanía que, a despecho del discurso oficial, se enfrenta a la
reducción galopante de prestaciones sociales y a la que faltan garantías
legales y mecanismos de impugnación.

Todo ello configura un statu quo nocivo para el protagonismo individual
y colectivo empeñado en un empoderamiento de la gente común. Estamos
ante el agotamiento del pacto social postrevolucionario, que proveyó
políticas sociales amplias y generosas a cambio de la máxima lealtad de
la población y de la cesión de buena parte de sus derechos a la
administración del Estado y, por consiguiente, asistimos a la paulatina
clausura del esquema de gobernabilidad sustentado sobre ese pacto.

Es tal situación la que ha provocado la necesidad, concientizada —en
diversas formas, urgencias y sentidos— por la población y por las
élites, de cambiar el orden vigente… y la que también despierta notables
resistencias e incertidumbres de cómo hacerlo con eficacia y a tiempo.

Sobre estos y otros asuntos discutimos desde la conjunción, en un mismo
foro, de personas y proyectos provenientes de filiaciones
político-institucionales diversas. En particular, tuve el privilegio de
comentar las presentaciones de Roberto Veiga y Lenier González, miembros
del Laboratorio Casa Cuba y editores de Espacio Laical, así como de las
de Antonio Rodiles y Alexis Jardines, animadores de Estado de SATS;
proyectos estos que se ubican entre los mejores exponentes de una
reflexión/activismo intelectuales que buscan vigorizar la esfera pública
cubana y, en una dimensión mayor, fomentar la participación y conciencia
ciudadanas. Una labor que, sin duda, dejará su impronta en los
escenarios que emerjan, a despecho de las fuerzas dominantes, moldeando
futuros más virtuosos para la sociedad y la nación cubanas.

En especial, dos elementos llamaron mi atención en las intervenciones de
mis compañeros de panel. En las intervenciones de Veiga y González asomó
el término "oposición leal", el cual generó un agitado debate con otros
ponentes y el público presente. En las de Jardines y Rodiles, se
proyectó la idea de una ineficacia de los cambios actuales para proveer
beneficios sustantivos al pueblo cubano, más allá de los intereses de la
élite gobernante. Como se comprenderá estos (y otros tópicos conexos)
son demasiado complejos para agotarlos en pocos párrafos, pero quiero
compartir mis posturas al respecto, las mismas que compartí en el foro.

El elefante y los hindúes ciegos

Como en la fábula del elefante y los hindúes ciegos, creo que los los
cuatro amigos ponderaron, en sus diagnósticos sobre la Cuba real,
aquellas aristas o propuestas afines a su perspectiva personal o
colectiva. Ignorar que cambios como la expansión del mercado, la
aparición (o reconocimiento) de nuevos actores socioeconómicos, el
incremento de acceso a las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, y la anunciada modificación legal de los términos en que
se ejercerán los cargos del gobierno modifican la vida nacional —la
cotidiana de la gente y los escenarios del país— es de miopes.

Por supuesto que la continuación de las prácticas represivas y de
ilegalización sobre los grupos opositores, comunicadores y juristas
independientes señalan que el régimen cubano permanece anclado en el
viejo socialismo de Estado, sin siquiera pasar a un modelo autoritario
—que supone el reconocimiento por el Estado de una oposición, sociedad
civil y prensa no subordinadas— como el que hoy impera en buena parte
del Tercer Mundo y en potencias como Rusia.

Pero de ahí a desconocer que hoy las cosas se mueven (con diversos
sentidos, no todos perversos), que la vida de la gente y algunos de sus
derechos —de viaje, emprendimiento, comunicación— se enrumban por nuevos
horizontes y que esto habilita nuevos escenarios para la lucha
democratizadora, va un trecho. El mismo que separa a los isleños de
nuestro pasado reciente (la denominada Batalla de Ideas, de estirpe
fidelista) y del presente de ciertos impresentables amigos de la Habana
(Corea del Norte).

Dicho esto, vale la pena retomar el punto de hasta dónde existen hoy en
nuestro país condiciones para la existencia y florecimiento de una
oposición leal. Sin entrar a discutir ahora la historicidad del concepto
—que nos remite a la parsimonia británica o la magistral arquitectura
del PRI mexicano, ambos a siderales distancias del modelo cubano—
valdría la pena precisar cuáles serán los árbitros (instituciones,
leyes) o contenidos (ideológicos, programáticos, operativos) que
definirán la lealtad.

En el primer caso, queda claro que un gobierno que sistemáticamente ha
administrado —y acotado— no ya el espacio para el disenso sino, incluso,
los derechos para el ejercicio de la ciudadanía "revolucionaria" no es
ni un árbitro imparcial ni una contraparte que ofrezca el trato
recíproco inherente a la condición de fidelidad.

En cuanto a los contenidos de esta, insistir en una idea abstracta de
nación —usufructuada por el Estado— como definitoria de lo leal es algo
demasiado pobre a nivel conceptual y práctico. Me parece que exigir a la
oposición (y al Estado) un comportamiento pacífico, apegado a las leyes
vigentes —incluso para las propuestas de su modificación— y en relación
con los derechos universalmente reconocidos, así como la no sujeción de
sus programas al condicionamiento de potencias extranjeras —lo cual debe
ser probado allende las fronteras de la calumnia política— es más que
suficiente para superar este espinoso asunto.

Soberanía nacional y soberanía popular

Foros como la recientemente concluida XXIII Reunión Anual de la ASCE
son, en muchos sentidos, particularmente útiles; pues operan como
puentes entre cubanos artificialmente aislados por los diques de la
incomprensión y el recelo mutuos. Pero, para que las actuales reformas
no se reduzcan a comer mejor, vivir en la farándula y engordar el
bolsillo bajo la atenta mirada de magnate y policías, los intelectuales
—de todos los pelajes— involucrados en todo esfuerzo colectivo (como en
el foro de ASCE) debemos tener una vocación cívica.

Debemos quebrar la fragmentación inducida de la esfera pública de la
Isla a través de acciones específicas de reconocimiento y deliberación
intelectuales y políticas, sin que ello signifique diluir las agendas
particulares e identidades específicas de los concurrentes, sean
individuos o colectivos: yo no tengo que abjurar de mis ideas para
reconocer al otro y sus derechos.

Pero también es necesario abandonar, dentro de las instituciones de la
Isla, el fin de la complicidad para con las conocidas prácticas de
invisibilización, censura, represión (actos de repudio) dentro del
gremio y de cara a la ciudadanía. Y, desde la disidencia o la diáspora,
el cese de las sospechas absurdas frente a todo aquel que haya tenido un
pasado (más o menos reciente) o un presente de militancia en las
instituciones oficiales.

Es preciso evaluar las personas a partir de sus posturas e ideas
concretas y no de los fetiches que se construyan en torno suyo.

A mi juicio, tal como señalé a mis colegas del panel frente a sus
preferencias alternas, se vuelve imperativo defender una doble noción de
soberanía (nacional y popular), sin elegir entre una u otra. Pero, sobre
todo, es imperativo privilegiar a nivel global la solidaridad ciudadana
trasnacional por encima de las políticas y acciones de todo Estado que
afecte, de un modo u otro, la vida y derechos de los cubanos: sea el
cubano, el estadounidense o cualquier otro poder extranjero.

Además, hay que atender el desarrollo de ciertas aristas negativas de
las reformas, como la ampliación de la brecha entre los individuos y
grupos favorecidos por estas y los convertidos en perdedores del cambio:
trabajadores urbanos y rurales, familias huérfanas de remesa, mujeres,
negros y mestizos, ancianos, habitantes del interior del país, a los que
el mercado no los acoge mientras que el Estado aún administra y limita
sus derechos.

Todo ello de manera que, junto con la apuesta por un mayor desarrollo
económico y el empuje hacia una agenda democratizadora, se redefinan,
revaloricen y defiendan, simultáneamente, los "viejos temas" de la
Justicia Social.

Espero que estos desafíos —y los que vengan— encuentren respuesta, en un
futuro cercano, desde los diálogos abiertos entre académicos de las dos
orillas.

Source: "Tendiendo puentes, quebrando diques | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1376046833_4568.html

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