El rastreo de joyas, un oficio de muchas familias
FRANK CORREA | La Habana | 6 de Enero de 2017 - 11:28 CET.
La crisis económica y social que azota a Cuba, llamada oficialmente
"Periodo Especial", obliga a muchos cubanos a sobrevivir de las formas
más increíbles.
Una de ellas es la de los "buzos del limpio", un oficio autóctono de
Jaimanitas, poblado costero del noroeste de La Habana, que consiste en
la extracción de joyas de oro y plata y dinero que, por descuido,
pierden los bañistas.
Van por las playas con sus caretas, patas de ranas, snorkel y
guanteretas de madera abanicando el fondo, haciendo subir lo sólido, y
permanecen inmersos durante horas. Tras mucho esfuerzo y con suerte a
veces encuentran una manilla, una cadena o una sortija. Conocen el
precio del oro y la plata y sus fluctuaciones, "aunque el oro nunca
baja, al contrario, sube", tal como dice Joaquín Vázquez, uno de los
buzos emblemáticos del pueblo, mientras se coloca sus aditamentos y
entra al agua por la playa La Conchita.
Ñico Blanco, uno de los buzos más viejos, cree que este oficio es una
creación de Jaimanitas: "No sé si en algún otro pueblo lo practiquen,
pero aquí constituye un oficio de familia".
Los Bocañangason la familia de buzos más numerosa, la componen 37
personas y abriga una representación tangible de la sociedad cubana.
Además de buzos conviven pescadores, artistas, jineteras, policías,
borrachos, locos, delincuentes, militantes del Partido, economistas,
recogedores de basura y vagos habituales, todos habitan una vieja casona
de madera que han dividido por tabiques y remodelado con los más
variados materiales constructivos.
Uno de sus miembros, Alberto, sacó una vez del agua una cadena de oro 18
quilates, con una medalla de Santa Bárbara, que dio 80 gramos en la pesa
de Joaquín. La halló en una zona inhóspita del litoral habanero, entre
Guanabo y la fortaleza de El Morro, donde nadie esperaba que apareciera
una prenda, pues es en las playas donde ocurren con más frecuencia los
hallazgos.
Otra familia de buzos famosa es "Los Pejediente". Uno de sus miembros,
Rascacio, me cuenta que lleva cien días sin encontrar nada en el mar y
sueña que en el fondo anda una cadena de oro 18, gorda y pesada, dando
tumbos. Y su vida depende en hallarla.
"Con una joya grande arreglo mi casa", dice y se coloca la careta y el
snorkel y comienza a abanicar el fondo, ilusionado.
A Luisón lo conoce el pueblo como "El buzo de la suerte mayor", porque
halló en el agua una paca sellada, repleta de dólares americanos.
También lo llaman "El de la peor suerte", porque la policía lo arrestó
al llegar a su vivienda con el bulto aún sin abrir, avisados por las
brigadas "Mirando al mar", vecinos voluntarios encargados de custodiar
todo lo que sale a la orilla.
Los "Picúas" viven en la desembocadura del río y desde niños sus padres
los enseñaron a sobrevivir del mar. Son llamados así por su gran
parecido con ese pez y cuando la familia se reúne parecen un cardumen.
Carlitos, un buzo joven y muy activo, explica que "cuando pasa un frente
frío es el mejor momento para bucear, porque un frente frío mueve el
fondo como mil buzos juntos. Es por eso que en invierno, a pesar de las
bajas temperaturas, no faltamos ni un día al trabajo y hasta doblamos
turnos".
Los "buzos del limpio" no están asociados en un gremio, ni se conoce la
cifra exacta de las personas dedicadas a este oficio, pero si te
detienes un momento en cualquier sitio de la costa de Jaimanitas, por la
mañana, los verás aparecer desde todas direcciones, descalzos, tullidos,
esquilmados, pero llenos de aliento, camino a abanicar el fondo durante
horas, tras una joya, o algo que los saque de apuro y alivie sus pobres
existencias.
Source: El rastreo de joyas, un oficio de muchas familias | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1482282970_27581.html
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