Saturday, September 11, 2010

Una condena al fracaso

Una condena al fracaso
Sábado 11 de Septiembre de 2010 11:59 Elías Amor, Valencia

El plan del gobierno castrista para reforzar el funcionamiento de la
economía, que se ha interpretado por algunos analistas como una "marcha
atrás en la revolución" y un reconocimiento del fracaso del modelo
(luego desmentido), por el propio Fidel Castro, no va a servir para
resolver los problemas que afronta la economía de la Isla, sino que en
algunos casos, los va a agravar y entorpecer en su solución.

El diario español El Mundo en su edición del 10 de septiembre, se hace
eco de un documento con membrete oficial del único partido y sindicato
que está autorizado a funcionar en la Isla, en el que se contiene, con
cierto detalle, el sentido y la orientación del plan de reformas en
materia económica.

A corto plazo, cabe suponer que aumentará rápidamente el desempleo, un
fenómeno que la manipulación estadística ha ocultado históricamente de
las cuentas nacionales; pero lo que es más grave aún, las ineficiencias
productivas y escaseces que afronta la población, tampoco se van a ver
corregidas.

La experiencia confirma que en materia de asuntos económicos, no se
puede improvisar, ni mucho menos, actuar con cobardía. La visión
estalinista de una economía privada sometida a los imperativos de un
control burocrático, que parece ser la apuesta del raulismo castrista,
no es una solución viable.

Porque una cosa es la gestión privada de la economía y la recuperación
del mercado como mecanismo de asignación, pero otra bien distinta es la
existencia de un marco previo, jurídicamente estable, de derechos de
propiedad que fije la titularidad de los activos existentes en la
economía, el mecanismo de acceso a los derechos reales y sucesorios, y
las fórmulas de transmisión de la riqueza y la renta generadas con el
proceso productivo. Y de eso, hasta ahora, no aparece nada en los
documentos reseñados.

La libertad económica exige un espacio suficientemente amplio y estable
para que los agentes puedan definir y tomar sus decisiones en términos
de la mejor fuente de información que existe, que son los precios.
Cualquier intervención en este proceso espontáneo que garantiza no sólo
el máximo bienestar individual, sino que de forma simultánea, también la
mejor situación colectiva en términos de renta y riqueza, lleva al más
absoluto fracaso.

Unas 'medidas' condenadas al fracaso

Y parece ser que esta es la solución finalmente adoptada por el raulismo
castrista. Más o menos, la dirigencia comunista cubana sigue sin confiar
en la iniciativa privada, pero piensa que ante un escenario ciertamente
lúgubre y pesimista, vale la pena dejar un poco de oxígeno para ver qué
hacen las cooperativas, las pequeñas empresas hasta ahora ilegales, y
alguna que otra iniciativa similar. Pero el control y el derecho de la
propiedad se mantiene en manos del Estado, la definición de los
mecanismos de asignación sigue dependiendo de decisiones políticas, y la
obsesión con eliminar cualquier proceso de acumulación de capital y
beneficios, criminalizando la actividad empresarial, frena y obstaculiza
el proceso. Esa no es la solución.

Por eso, si empiezan la casa por la ventana, y al parecer ya está
decidida la expulsión más o menos inmediata de 600.000 empleados
estatales con una indemnización de un mes de sueldo, las cosas no pueden
ir peor. Para empezar, los que saben cómo funciona una economía privada
no se deben plantear la creación, así como el que llena un cubo de agua,
de 250.000 pequeñas empresas a partir del otorgamiento de un mismo
número de licencias. Nada garantiza que ese anuncio de concesión de
licencias suponga la creación simultánea de empresas y la corrección
inmediata de la elevada cifra de desempleo. Puede ocurrir todo lo
contrario, y que la iniciativa empresarial no acepte las nuevas reglas
del juego fijadas por los hermanos Castro. Yo jamás recomendaría a un
cubano que con el marco actual de reformas pusiera en marcha una
empresa, en tanto en cuanto no se aclaren algunas cuestiones fundamentales.

Para empezar hay que saber cómo se van a crear esas empresas, en qué
sectores o actividades, qué márgenes de beneficio van a obtener, dónde
se podrán aprovisionar de medios de producción y materias primas, cuál
será la financiación, parece que se piensa autorizar la recepción de
remesas del extranjero pero dudo de la efectividad a corto plazo de las
mismas, sobre todo con su distribución por edades y destino a la
atención de necesidades primarias, o también cómo se realizará la
contratación de trabajadores y la fijación de salarios, cuestiones que,
mucho me temo, el raulismo castrista no ha tenido mucho interés en
analizar. En suma, para llevar la economía estalinista cubana hacia el
sistema de economía de mercado, hay que hacer muchas cosas y creérselas
realmente.

En resumen, la libertad económica exige derechos de propiedad para el
ejercicio real de esa libertad, con autonomía de decisión y capacidad
para asumir los riesgos, la obtención de beneficios, y, por qué no, la
aceptación del fracaso. La esencia de la economía de mercado es esa, de
los fracasos empresariales, de la mortandad de empresas en sus primeros
años de existencia, aparecen los proyectos que luego se convierten en
los líderes de sus sectores.

Las reformas del raulismo castrista son apaños de corto plazo,
destinados a paliar la escasez de recursos de una economía que se
resiste a dejar de ser estalinista en su modelo básico, a recaudar más
impuestos a base de estrangular pequeñas iniciativas empresariales que
pudieran aparecer, a mantener empresas estatales ineficaces que invaden
con su escasa competencia mercados racionados en los que la población
carece de surtido y variedad de bienes y servicios, a continuar con una
dualidad monetaria bochornosa que convierte a Cuba en un caso enfermizo
de descontrol monetario inducido por el Estado, en suma, a todo lo que
no debe constituir la base de una economía de mercado moderna, eficiente
y competitiva. Nada nuevo bajo el sol. Una vez más, pérdida de tiempo y
de esfuerzo.

http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/3176-una-condena-al-fracaso.html

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