La curva de Armey y las reformas raulistas
Elías Amor
Valencia 06-10-2010 - 11:28 am.
La idea de canalizar recursos del ámbito privado al público por vía de
fuertes cargas tributarias supondrá un fracaso.
Refinería de Cienfuegos. (AP)
Uno de los debates planteados en el momento actual por los economistas,
tanto dentro de Cuba como en el exilio, insiste en cuál debería ser la
dimensión adecuada del sector estatal.
Pasar de una economía en la que toda la producción y la propiedad reside
en manos del Estado a una en la que los agentes privados, individuos,
familias y empresas, puedan no sólo producir sino tener el acceso a los
derechos de propiedad por medio de un régimen estable y jurídico
predecible, no será una tarea fácil para el régimen castrista, de
continuar con las actuales políticas de cesión de tierras y de fomento
de la gestión privada de la propiedad pública.
Por esta vía, se crean derechos no reconocidos y ficticios, cuya
exigencia posterior puede plantear notables problemas jurídicos,
contribuyendo a crear un clima de incertidumbre en torno a la propiedad
de los activos físicos. Esto, evidentemente, no es lo mejor para
fomentar el crecimiento económico a largo plazo.
Por fortuna, los economistas tienen una explicación para ayudar en este
debate. La economía de Public Choice que se relaciona con el ámbito en
que las decisiones políticas y económicas se entrecruzan, aporta la
denominada Curva de Armey, creada por el economista D. Armey en 1995 en
su trabajo The freedom revolution, que permite analizar el tamaño óptimo
que debe tener el sector público en una economía para alcanzar la máxima
tasa de crecimiento de la producción.
En el Gráfico 1, se presenta la Curva de Armey, que relaciona la carga
tributaria en porcentaje sobre el PIB de una economía, una medida
bastante ajustada del peso de la actividad pública en la economía, con
la tasa de crecimiento económico registrada en la misma economía.
La curva indica que cuando el nivel de gasto del gobierno no se
corresponde con ingreso tributario alguno, entonces la tasa de
crecimiento de la economía es muy baja, como en G0. Al principio, el
aumento de la participación estatal en la economía incrementa la tasa de
crecimiento (tramo de pendiente positiva de la Curva de Armey). Es
decir, en una economía con una baja carga estatal en el PIB, los
aumentos de impuestos en dirección a T* suponen mejorar el ritmo de
crecimiento ya que los gastos asociados en educación, infraestructuras,
salud pública, protección de las personas y las propiedades) estimulan
el crecimiento de la economía en la medida que son "productivos".
No obstante, a partir de un volumen de carga tributaria, la tasa de
crecimiento se modera. Es fácil de comprender. Cuando en una economía
existe una adecuada red de transporte por autovías, construir más
autovías, supone mejorar el crecimiento, pero en una medida menor.
Cuando el peso tributario sobre el PIB es elevado, y los impuestos
aumentan más, una parte de la economía se transfiere directamente a
actividades sumergidas para evadir la fiscalidad, lo que reduce el
crecimiento "oficial". De lo que no cabe duda es que los aumentos de
carga tributaria, cuando se está en las proximidades del nivel T* crean
distorsiones en el crecimiento de la economía. De hecho, como predice el
modelo Public Choice, a partir de T* más impuestos y más carga
tributaria empiezan a reducir el ritmo de crecimiento por debajo de la
tasa máxima G* alcanzada.
Es decir, en algún punto de la Curva de Armey, el gobierno induce con su
carga tributaria T* al máximo crecimiento económico. Más allá de T* el
gasto del gobierno puede tener una orientación no productiva, y su
incremento, lejos de estimular el crecimiento económico, lo reduce de
forma significativa. No alcanzar T* priva a la economía de crecer a la
máxima tasa.
¿Cómo resolver este problema, aparentemente complejo?
El caso específico de Cuba es el de una escenario con una carga
tributaria que prácticamente absorbe todos los recursos de la economía,
por el elevado peso del Estado, y por tanto, muy alejada de T* a la
derecha en el gráfico, posiblemente en la zona en que la Curva cae por
debajo del eje de abcisas con registros de crecimiento económico
negativo o muy bajos, como los observados recientemente en la ineficaz
economía castrista.
El modelo predice que, para mejorar el ritmo de crecimiento, hay que
reducir la carga tributaria, es decir, trasvasar el peso del sector
público al privado, reducir los impuestos y al mismo tiempo,
concentrarse en lo que es verdaderamente productivo y eficaz, que es la
propiedad privada, gestionada por agentes privados. Liberar recursos
estatales y canalizarlos de manera eficaz hacia la actividad empresarial
privada.
Cabría comprender entonces que las medidas adoptadas por Raúl Castro
están diseñadas de forma correcta, y que se ajustan a lo dispuesto en el
modelo. Falso. Con independencia de que la propia Curva de Armey es un
instrumento conceptual cuya estimación empírica plantea algunos
problemas a los estudiosos, lo que el régimen castrista está haciendo no
es reducir la carga tributaria, en cuanto ya ha anunciado su intención
de establecer impuestos, por cierto realmente elevados, sobre los nuevos
gestores privados de capital público que van a autorizar a desarrollar
sus funciones.
La idea del raulismo es canalizar recursos obtenidos en el ámbito de lo
privado a lo público, por la vía de la carga tributaria, a diferencia de
lo que actualmente supone concentrar y centralizar toda la producción
en manos del Estado. Este resultado es posiblemente el que guarde una
mayor relación con la ideología del régimen, pero es contrario a
cualquier razonamiento económico basado en la realidad, y por tanto,
supondrá un fracaso.
La Curva de Armey advierte a los burócratas del régimen que el
crecimiento económico que necesitan para mejorar las condiciones de vida
de los cubanos exige una reducción de la carga tributaria, y una
profunda reordenación de los gastos del Estado de actividades no
productivas a las que verdaderamente tienen un impacto sobre el
potencial de crecimiento, las olvidadas infraestructuras, la energía, el
agua, las carreteras y puertos, en fin, todo aquello que se sitúa en el
ámbito de la inversión pública y que en Cuba, como vienen mostrando las
estadísticas de CEPAL, se sitúa sistemáticamente por debajo del 10% del
PIB, menos de la mitad de la media de América Latina. Van justamente en
la dirección contraria. Por lo tanto, se equivocan y con ello, sitúan a
la economía cubana una vez más en el límite de sus posibilidades. Es
hora de rectificar, por el bien de todos.
http://www.diariodecuba.com/opinion/la-curva-de-armey-y-las-reformas-raulistas
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