La reforma crediticia cubana: otro paso hacia un modelo de economía mixta
La creación de un mercado crediticio requiere tiempo y regulación para
crear el capital humano y social así como la memoria institucional que
lo hace funcional
Arturo López-Levy, Denver | 23/12/2011
El inicio de una nueva política bancario-crediticia y la autorización de
subcontrataciones del sector estatal al cooperativo y privado apuntan
hacia la configuración de una economía mixta, con integración entre los
diferentes segmentos estatal y no estatal en un mercado nacional común.
Esta es una diferencia significativa con los cambios parciales de la
década de los 90 cuando tras algunas aperturas limitadas en el período
1993-1996) tuvo lugar el archiconservador V Congreso del PCC en 1997.
Aquel negativo evento concibió al sector no estatal como un segmento
amurallado de actividades mercantiles, separadas y desconectadas del
resto de la economía, controlada por el estado.
La apertura crediticia que entró en vigor el 20 de diciembre, significa
una ampliación del espectro de actores económicos elegibles para
créditos y otro paso facilitador para dinamizar la contratación de
servicios y producciones entre los diferentes sectores estatal y no
estatal. La nueva disponibilidad de préstamos debe propiciar la entrada
al mercado cubano de un nuevo conjunto de pequeños negocios, avanzando
hacia la creación de un mercado competitivo. El énfasis en un enfoque
gradualista evidencia que es apenas el comienzo de una larga marcha
hacia políticas reguladoras y estimuladoras del desarrollo desde el
estado pero más amistosas hacia las lógicas de mercado.
La nueva disponibilidad de préstamos debe propiciar la entrada al
mercado cubano de un nuevo conjunto de pequeños negocios
La medida provee importantes incentivos para mejorar el uso eficaz de
los recursos y una mejor administración corporativa tanto de los
pequeños negocios privados como del sector estatal. Es una condición
necesaria, aunque no suficiente, para corregir las peores distorsiones
del modelo de economía de comando, por cuyas rigideces ideológicas, el
sistema financiero invertía exclusivamente en el sector estatal, aun
cuando sus empresas fuesen las menos eficientes.
Un elemento clave de la implementación de esta reforma es la adopción de
criterios de presupuesto duro por los cuales el Gobierno imponga un
ambiente de disciplina financiera en el que los prestamistas reciban los
beneficios y paguen los costos por sus decisiones. El sistema crediticio
debe tener reglas claras para dejar caer a los que fallen, premiando a
posteriori de modo amigable al mercado a aquellos que logren
rendimientos positivos, abran nuevos mercados o generen nuevos
productos. De igual modo, el Gobierno debe reforzar la responsabilidad
legal ante contratos para evitar que incumplimientos de pagos o entrega
de productos generen cadenas de insolvencia que fuercen una relajación
de las exigencias de pago a los bancos.
Dado lo opaco del sistema financiero cubano, es difícil saber en qué
medida el sistema se ha actualizado para asumir el reto que se plantea,
especialmente si su objetivo va más allá de microcréditos. La creación
de un mercado crediticio requiere tiempo y regulación para crear el
capital humano y social así como la memoria institucional que lo hace
funcional. Un reto importante en la institucionalización de la nueva
política crediticia es la formación profesional de los agentes bancarios
y su capacidad para evaluar las capacidades de pago. El primer énfasis
debe estar en preparar agentes de préstamo competentes en aquellos
sectores más dinámicos de la fase vigente de las reformas.
Un elemento importante es el establecimiento de microcrédito para los
mercados locales, punto en el que las sucursales bancarias municipales,
con conocimiento local específico son una urgencia. En esa área, hay
importantes mejorías productivas disponibles a partir del proceso de
descentralización y la creación de empresas municipales que funcionen
con una lógica de mercado. El sesgo en los momentos iniciales debe ser a
minimizar riesgos, pues se requiere un proceso de aprendizaje y los
mercados de seguro son todavía poco profundos. En ese sentido, se impone
un desarrollo local acelerado de los instrumentos de contrato, un
mercado competitivo de seguros, incluyendo las hipotecas, así como un
permanente esfuerzo para enfrentar brotes de corrupción a partir de las
inconsecuencias e incoherencias de la transición en curso.
En ese sentido el equipo implementador de las reformas deberá manejar
los tiempos, fases y secuencia del desarrollo del nuevo sistema
financiero. Es inteligente que los primeros incorporados cuales sujetos
de créditos son el nuevo productor agrícola y los cuentapropistas. La
mayoría de los créditos iniciales debe dirigirse hacia sectores donde la
historia de Cuba demuestra que incrementos de productividad son
logrables con relativo bajo riesgo, existiendo ya un mecanismo de
precios relativamente estable, como la agricultura. Un sector de rápida
expansión crediticia debe ser la construcción de viviendas y la
reparación o adquisición de equipos automotores con fines productivos
como forma de dinamizar esos mercados recién liberados.
Un indicador a observar es en qué medida el sistema bancario usa los
créditos para promover los contratos y la integración entre las
entidades estatales y los actores cooperativos y privados y como
distribuye los créditos a las empresas que participen de esas nuevas
prácticas. El objetivo debe ser un sesgo pro-reforma, que promueva la
competencia entre los administradores para premiar aquellos que
aprovechen las nuevas prerrogativas de que disponen, decantando aquellos
incapaces de adaptarse a las condiciones de mercado en una economía mixta.
Un reto central de la reforma bancaria es evitar tendencias
inflacionarias. Un paso de relativa baja complejidad es pagar intereses
reales positivos en las cuentas de ahorro y complementarlos con tasas de
interés altas en los préstamos, aunque no excesivas. Una tasa de interés
real positiva aumenta la disponibilidad de crédito en los bancos, y
contribuiría a un uso productivo de las remesas y las ganancias de las
nuevas empresas. Este incentivo fue muy importante en las políticas de
desarrollo del Japón en los cincuenta, Taiwán en los sesenta y setenta y
China desde el inicio de la reforma, que recurrieron en modo muy
limitado a impuestos inflacionarios para financiar los créditos de
inversión productiva.
El Gobierno debe seriamente valorar los efectos positivos en términos de
profundidad del sistema financiero de abrir el país a la inversión de
cubanos en el exterior, aunque sea con mecanismos reguladores contra los
movimientos cortoplacistas de capital. Además de proporcionar capitales
de alta tasa de reinversión, y poner presión sobre la política de
embargo, los empresarios de la diáspora abrirían cuentas en los bancos
locales proporcionando otro nivel de ahorro y participación.
La medida que entró en vigor diversifica instrumentos de pago más allá
del efectivo y cuentas de ahorro ("transferencia bancaria, cheque, orden
de cobro, tarjeta de débito o crédito, carta de crédito local, letra de
cambio, pagarés y otros que se utilicen en la práctica bancaria") de
cuyo debido manejo y regulación dependerá la confianza en su uso a largo
plazo. Este paso ofrece oportunidades de ganancia productiva, pues, en
el margen, incentiva los depósitos en cuentas de ahorro y la capacidad
de intermediación del sistema financiero.
Pero conjuntamente con las oportunidades vienen retos. La previa
experiencia de economía de mercado cubano es anterior al uso del llamado
dinero plástico. Los cubanos y las autoridades de orden necesitan la
humildad y un esfuerzo de educación para contener vulnerabilidades a
delitos financieros y comportamientos corruptos que pueden ser evitados.
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