Todos queremos tener un almendrón
Martes, Agosto 20, 2013 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -A lo largo de todas las calles
principales de La Habana, los almendrones compiten por recoger a cada
persona que les tiende la mano. Por vez primera, no son los pasajeros
quienes buscan ansiosamente el transporte, sino al revés. Es la más
notable novedad que nos trajo el trabajo por cuenta propia. Un hecho
absolutamente inédito, insospechable incluso, en una ciudad en la que
durante medio siglo las autoridades del régimen no consiguieron nunca,
ni por un solo día, que sus ofertas del transporte público cubrieran la
creciente y desesperada demanda.
El dato, además de ridiculizar, descalificándola de un solo tajo, la
estatización de corte totalitario que nos impuso Fidel Castro,
representa un bochornoso desenmascaramiento para sus herederos del
trono, que aún hoy insisten en timarnos con el cuento chino de eso a lo
que llaman la actualización del modelo.
En la Isla subsisten unos 80 mil almendrones, o sea, vehículos
estadounidenses fabricados entre 1920 y antes de 1959. De ellos, por lo
menos 10 mil se dedican ahora al transporte público en las calles
habaneras. Entre las 400 mil licencias (aproximadamente) que el régimen
ha extendido a trabajadores por cuenta propia, casi 15 por ciento está
en manos de transportistas de pasajeros, concentrados fundamentalmente
en la capital. Sólo entre 2010 y 2012, el número de choferes de este
tipo de taxis ascendió de 2 mil a 9 mil.
Los almendrones menos viejos acumulan más de 50 años de kilometraje,
mientras los más antiguos están ya próximos a cumplir 100. En la época
(duró varios decenios) en que los recursos económicos y las subvenciones
de toda índole llegaban por tuberías desde la URSS, la mayor parte de
estos vehículos estuvo condenada a la paralización y a la inutilidad,
por falta de piezas. Poco faltó para que perecieran, aniquilados por el
óxido y otros deterioros. Sin embargo, bastaría con que, en 2009, el
régimen reactivara, aunque en forma mediatizada, la autorización del
cuentapropismo que había decretado 9 años antes, para que el ingenio y
la iniciativa privada rescatasen al Fénix desde sus cenizas.
La inmensa mayoría de los actuales taxis almendrones rueda con motores y
piezas de autos más modernos, acondicionadas por mecánicos o inventadas
por torneros privados que se han convertido en verdaderos artífices de
la adaptación automotriz. Es un capítulo de esta historia cuyos
pormenores (asombrosos) esperan aún por la crónica que les haga
justicia. Sin el concurso de tales mecánicos y torneros, no sólo sería
imposible que los almendrones continuaran rodando con la capacidad
técnica imprescindible. También resultaría incosteable su explotación,
puesto que los motores de petróleo, hoy adaptados en sustitución de las
viejas máquinas de gasolina, posibilitan que sus dueños armonicen los
gastos (en combustible) con las ganancias por el servicio.
El régimen, dada su condición de parásito, a la caza siempre del
provecho que pueda obtener del esfuerzo ajeno, ha descubierto un gran
filón en esto de la adecuación de motores de gasoil a los almendrones.
Así que a través de una de sus empresas, llamada Multimarcas, se dio a
vender a los particulares, a precios que oscilan entre 4 mil y 7 mil
dólares, motores de marcas fácilmente adaptables.
Con todo, esa abusiva felonía, al igual que otras tantas, presentes en
los altos impuestos, el abusivo precio del combustible, o el acoso
permanente de inspectores y policías corruptos, no han logrado aminorar
el éxito y la popularidad de los taxistas de almendrones. Por estos
días, además, les amenazan con la apertura de cooperativas de taxis que
van a operar, claro, con vehículos estatales y con todos los privilegios
competitivos que puedan otorgarles para que intenten, inútilmente,
demostrar la factibilidad de su nuevo modelo.
Recursos no podrían faltarles a los cooperativistas, al menos al
principio. De hecho, en La Habana abundan los almacenes –como el que
poseen en el reparto Siboney-, abarrotados con miles de autos modernos
que han permanecido inactivos por años, expuestos a la intemperie, a la
espera de un fin más útil.
De cualquier modo, haga lo que haga, ya está visto que el régimen no
tiene lo que tenía que tener para dar soluciones satisfactorias, y mucho
menos duraderas, no digamos en el complejo tema de la transportación
pública, ni siquiera en otros más sencillos. Así que aun cuando los
precios del servicio de almendrones resulten excesivos para las
posibilidades de la gente de a pie, y aun cuando, conscientes de tal
desventaja, sus dueños se vean imposibilitados de bajarlos, el auge de
esta variante permanece en la cresta de la ola del cuentapropismo.
No en balde ahora todos en La Habana quieren tener un almendrón. Algunos
locos han llegado a vender sus casas con tal de hacerse de los 17 o 18
mil cuc imprescindibles para comprar uno en buenas condiciones técnicas.
Otros claman por la ayuda de sus parientes desde Miami. Y otros más,
desde la otra orilla, ensayan, con la compra de tres o cuatro
almendrones, su penetración como empresarios en el mercado cubano.
Mientras, los más viejos y afortunados entre nuestra gente, invierten
sus ahorros con tal de asegurarles el futuro próximo a los hijos,
sobrinos, nietos… E incluso hasta los niños, en vez de querer ser como
el Che, sueñan ya con rodar un almendrón cuando sean mayores.
Source: "Todos queremos tener un almendrón | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/articulos/todos-queremos-tener-un-almendron/
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