La subida del transporte viene cantada
septiembre 21, 2013
Por Rogelio Manuel Díaz Moreno
HAVANA TIMES — Tengo la impresión de que una nueva subida del precio del
transporte público en La Habana no se hará esperar mucho.
El precio formal del pasaje, para los ómnibus urbanos, es de 40 centavos
de peso, en la llamada moneda nacional. El equivalente, unos 2 centavos
de dólar, podría parecer ínfimo, hasta que uno averigua lo que recibe el
trabajador cubano como salario: el equivalente a aproximadamente 20 dólares.
Pero si el precio formal es de esos 40 centavos, pagarlo cuesta bastante
más trabajo que eso. Uno debe echar las correspondientes monedas en la
alcancía del ómnibus. El chofer, además de su estresante labor, debe
presionar a los pasajeros a pagar –y su remuneración depende de lo que
recaude.
Pero la moneda fraccionada, en este país, solo se puede encontrar en los
bancos, y hacer para ello largas y tediosas colas. Y los bancos están
abiertos, sobre todo, durante el mismo horario de trabajo que el resto
de los centros laborales.
Anteriormente existía, en la guagua u ómnibus, la figura del conductor,
que siempre contaba con suficiente menudo para el vuelto, pero esta fue
proscrita por las altas autoridades, bajo el argumento de que estos le
robaban al Estado gran parte de la recaudación.
La mayoría de los ciudadanos, entonces, entrega resignada una moneda o
billete de un peso, o mira entre lastimero y desafiante al chofer y no
paga. Yo, particularmente, alterno ambas acciones, como para lograr una
especie de balance, y además pido bastantes aventones o "botellas".
Independientemente de esto, el deterioro del servicio se acentúa sin
remedios. El ministerio de transporte ha dispuesto varias medidas
paliativas, que no soluciones, y todas tienen un denominador común: el
precio más alto.
Para empezar, están las guaguas llamadas "de trabajadores" –como si las
otras fueran para los vagos. Estas otras guaguas deben trasladar a los
trabajadores de ciertos centros de trabajo; fuera de ese horario, cubren
irregularmente recorridos públicos, al precio de un peso.
La mayoría del público se agolpa para abordarlas y paga feliz el abono,
ante el alivio que suponen en una parada de ómnibus atestada y sin otras
perspectivas. Total, si también pagan el mismo peso en la guagua que
debía valer solo 40 centavos.
Por otra parte, también se han establecido recorridos con otros ómnibus
que cobran 5 pesos. Una parte de estos trabaja bajo un régimen
cooperativo y también son muy anhelados, a tal punto que rara vez se
logran abordar por las limitaciones establecidas en la cantidad de
pasajeros.
Volvamos al problema del pasaje de los ómnibus principales, los 40
centavos, el peso y el vuelto. Cada vez que se plantea el problema –por
la parte oficialista– es para culpar a la holgazana y falta de ética
población, por no abonar disciplinadamente los 40 centavos.
Nadie se acuerda del principio "el cliente siempre tiene la razón" y que
si un servicio cuesta tanto, yo no tengo por qué pagar más que eso. La
responsabilidad de tener cambio para mi perfectamente legal moneda de
pago, debe ser o debería ser del que ofrece el servicio, ¿no es así?
Las autoridades se han negado a aplicar otros sistemas reconocidos que
funcionan en todo el mundo, como billetes prepagados, tarjetas
magnéticas, etcétera, bajo el pretexto de la dificultad de la inversión
inicial.
Como si esto no costara menos de la milésima parte de lo que se invierte
en adquirir los nuevos vehículos, y podría arreglar inmediatamente el
problema de la recaudación.
Es verdad que, a 40 centavos, el pasaje está fuertemente subsidiado,
desde el punto de vista de precios y costos. Pero desde el punto de
vista del trabajador que gana la miseria que gana, más bien está
equilibrado.
Y vale la pena recordar que las ventajas de mantener subsidiado el
precio del transporte público se han percibido en una tonga de países
capitalistas. Más allá de la ayuda a los sectores de menores ingresos,
está el hecho de que se facilite la actividad productiva, se contribuya
a la protección del medio ambiente y se alivian las avenidas de gran
volumen de tránsito. Pero me temo que el burdo discurso liberal de
nuestros modernos reformistas va a ignorar también estos elementos.
El problema y la solución, me temo, se encarrilan al camino más fácil:
uniformizar el precio del pasaje a un peso, y punto. Tal vez se haga
alguna reorganización en las terminales, tales que los choferes queden
aún más comprometidos a través de su salario, con el pago del pasaje por
los pasajeros. De tal suerte, las autoridades se quitan de arriba el
problema, poniendo una parte del pueblo a enfrentarse a otra.
No importa que esto signifique, para quien trabaja en el resto de los
sectores laborales, un aumento del 250% o más del costo de su transporte
habitual, para ir al trabajo más que nada. Vendrá oficialmente esta
merma de poder adquisitivo, que en la práctica ya está prácticamente
implementada.
Y no cuenten con que el sindicato, la federación de mujeres, o los
comités de vecinos en los barrios, eleven algún tipo de protesta.
Viene a la mente, como recuerdo esperanzador, que en la Cuba
contemporánea sí se logró revertir, una vez, una maniobra encarecedora
del pasaje. En Santiago de Cuba, la combativa negativa de la ciudadanía
logró revertir un pretendido incremento de precios en el servicio de
pasaje de los cocheros particulares de aquella ciudad. ¿Se podrá
replicar esta experiencia, cuando se trate del servicio administrado por
el Estado?
Source: "La subida del transporte en La Habana viene cantada" -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=90760
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