Defunción del fidelismo, colapso del embargo
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 27 Dic 2014 - 9:00 am.
Más que renunciar a la confrontación, La Habana pretendía obligar a EEUU
a flexibilizar su política sin realizar cambios internos. El discurso
del presidente Obama, sin embargo, no responde a ese propósito.
El presidente de Estados Unidos ha decidido restablecer relaciones
diplomáticas con Cuba. La interrupción de las mismas resultó tan
negativa para el pueblo cubano, que todo lo ocurrido en los últimos 53
años guarda relación con ese hecho, especialmente el retroceso sufrido
en materia de libertades y derechos que retrotrajo al país a una
situación similar a la existente antes de 1878.
Los antecedentes de la ruptura se remontan a 1959, cuando los
revolucionarios sustituyeron la Constitución de 1940 por la Ley
Fundamental del Estado Cubano, el Primer Ministro asumió las facultades
de Jefe de Gobierno y el Consejo de Ministros las funciones del
Congreso, dando inicio a la concentración del poder político y militar
en una persona, la concentración de la propiedad en manos del Estado y
el desmontaje de la sociedad civil. El resultado fue un sistema
totalitario, que se ajusta a la denominación de "fidelismo",
caracterizado entre otras cosas por el voluntarismo, la ineficiencia
económica y la hostilidad hacia Estados Unidos; sistema que inició su
declive a partir del año 2006.
La escalada tuvo su punto de partida en la nacionalización de
propiedades norteamericanas y la respuesta estadounidense de ruptura de
relaciones diplomáticas e implementación del embargo; una confrontación
de más de medio siglo que acarreó desde enormes pérdidas materiales y
enfrentamientos bélicos hasta decenas de miles de muertos, dolor y
sufrimientos.
El restablecimiento es el resultado de múltiples factores, entre ellos:
1- La inviabilidad del fidelismo, incapaz de satisfacer las necesidades
más elementales del pueblo; 2- El fracaso de Venezuela, multiplicado por
la brusca caída de los precios del petróleo y su efecto sobre la
subvención de Cuba; 3- La frustración de la política norteamericana
dirigida a promover cambios dentro de la Isla; 4- El uso por parte del
gobierno cubano de los errores de esa política para afectar la relación
de Estados Unidos con el resto de los países de la región; 5- El
diferendo, utilizado por el gobierno cubano para justificar los fracasos
de su modelo; 6- El giro de la política norteamericana desde el primer
mandato de Barack Obama; y 6- Los cambios introducidos desde que Raúl
Castro asumió la dirección del Estado.
Como los conflictos externos tienden a desmovilizar los conflictos
internos, el gobierno cubano utilizó el diferendo para impedir el rearme
de la sociedad civil, solapar la ineficiencia y eludir cualquier
compromiso con los derechos humanos y, diecisiete años después de ocupar
el poder, institucionalizó el fidelismo. A imagen y semejanza de la
Unión Soviética se aprobó una constitución que refrendó al Partido
Comunista como fuerza dirigente de la sociedad y del Estado y se creó un
parlamento unicameral que confirmó a Fidel Castro como jefe de Estado y
de Gobierno.
El derrumbe del socialismo en Europa del Este develó el fracaso. El
Gobierno tuvo que introducir un paquete de reformas coyunturales que
fueron paralizadas en cuanto comenzó a gestarse una clase media. La
ineficiencia resultante se reflejó en la pérdida de relación entre
salario y costo de la vida, el crecimiento de las actividades al margen
de la ley para sobrevivir, el éxodo masivo y el decrecimiento demográfico.
Aprovechar el momento
En ese contexto el General Raúl Castro asumió la dirección del Estado e
implementó un paquete de medidas que demostraron el agotamiento del
fidelismo, pues la eficiencia para conservar el poder resultó
intransferible a la economía. El empeoramiento y la desesperanza
comenzaron a marchar a un ritmo superior a los cambios, una de cuyas
manifestaciones fue el crecimiento del éxodo, que representa un peligro
potencial para Estados Unidos.
A lo anterior se suma una política exterior desplegada por Cuba hacia
América Latina que logró afectar la influencia norteamericana en la
región. Como resultado de esos y otros eventos, el diferendo devino
perjudicial para ambas partes. El gobierno de Cuba fracasó en el intento
de lograr una economía eficiente y el gobierno estadounidense no pudo
rendir al de Cuba: fracasó el fidelismo y fracaso el embargo.
Ese resultado sin victorias condujo a los contactos indirectos que
desembocaron en conversaciones directas y secretas, aceleradas por
varios factores, de los cuales el más decisivo fue el peligro de muerte
del ciudadano norteamericano Alan Gross, debido al empeoramiento de su
salud.
Sin desconocer los grandes obstáculos a superar, el restablecimiento
evitará una salida que amenazaba con la violencia y con una emigración
masiva hacia los Estados Unidos, a la vez que removerá las bases que
permitieron al modelo totalitario decidir la suerte del país y de cada
uno de sus habitantes. Por eso la decisión es útil a los intereses
estadounidenses; útil al gobierno cubano, ya que le proporciona una
salida "decorosa"; y sobre todo, útil a los cubanos al crear un
escenario favorable para el empoderamiento.
El propósito del gobierno cubano, más que renunciar a la confrontación,
consistía en obligar a Estados Unidos a flexibilizar las medidas
norteamericanas sin realizar cambios internos que amenazaran su poder.
Sin embargo, el discurso del presidente Obama y el Comunicado de la Casa
Blanca no responden exactamente a su propósito. Además de que el
presidente estadounidense no mencionó al Gobierno sino a Cuba y a su
pueblo, junto a las instrucciones para el restablecimiento de las
relaciones anunció un paquete de medidas dirigidas a crear condiciones
para el empoderamiento ciudadano, en un contexto caracterizado por el
fin del fidelismo y el crecimiento del descontento de los cubanos.
El discurso de Obama, si bien no exige directamente al gobierno cubano
el restablecimiento de las libertades ciudadanas, lo coloca en una
posición incómoda ante su país y ante la comunidad internacional. Con
ello en lugar del "enemigo" ocupa el primer plano la conducta del
gobierno cubano con su pueblo. Lo demás corresponde a nosotros. Aunque
el Gobierno y su prensa traten de hacer creer que lo ocurrido se limita
al intercambio de prisioneros y al restablecimiento de las relaciones,
en lo adelante la atención se concentrará en la relación
Pueblo-Gobierno, por lo que la noticia del pasado 17 de diciembre es el
acta de defunción del fidelismo y el hecho de mayor trascendencia
política en Cuba desde 1959.
Más importante que estar o no de acuerdo con lo sucedido, es aprovechar
lo positivo que brinda el nuevo escenario para luchar por la
recuperación de la condición de ciudadano. El éxito de las medidas
anunciadas por la Casa Blanca no depende tanto de la voluntad del
régimen como del pueblo cubano; algo que no pueden hacer ni Obama ni
ninguna fuerza externa, sino nosotros mismos.
Los controles sobre un pueblo desarmado de instituciones cívicas
permitirán lentificar los efectos, pero no podrá evitarlos. Las primeras
manifestaciones de resistencia fueron hacer silencio acerca de las
medidas planteadas por la Casa Blanca y decir que "con un pueblo como
éste podemos llegar al año 570 de la revolución". Sin embargo, las
transformaciones que ocurran en la economía se trasladarán
inexorablemente a otros sectores de la sociedad. Y en ese proceso, la
velocidad, el ritmo y el rumbo, que fueron definidos por el gobierno
cubano antes de la normalización de las relaciones, sufrirán serias
alteraciones, entre otras por la emergencia de una clase media, el
renacimiento de la civilidad y la recuperación de la condición de ciudadano.
Source: Defunción del fidelismo, colapso del embargo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1419604921_12020.html
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