Saturday, February 18, 2012

La autarquía en la agricultura: otra vía equivocada del régimen

La autarquía en la agricultura: otra vía equivocada del régimen
[18-02-2012]
Elías Amor Bravo
Economista, ULC

(www.miscelaneasdecuba.net).- ¿Por qué Cuba debe producir los alimentos
que necesita? Buena pregunta la que se formula Freddy Pérez en un
artículo del mismo título publicado en el diario del régimen, Granma. El
autor sostiene que "resulta inadmisible continuar gastando cada año
cifras millonarias en la compra de alimentos, muchos de los cuales
pudieran producirse aquí, si el sector agropecuario fuera más eficiente
y utilizara como es debido los adelantos de la ciencia y la técnica en
favor de aumentar los rendimientos".

En cierto modo, lleva razón. No es posible comprender cómo Cuba, que
antes de 1959 producía lo suficiente para consumo interno y exportación
en alimentos de todo tipo, tiene que dedicar alrededor de 1.700 millones
de dólares anuales para comprar productos alimenticios en el mercado
mundial.

Si se tiene en cuenta que los cambios producidos por la llamada
"revolución" en la economía cubana trastocaron el sistema productivo
eficiente y competitivo del pasado en un paquidermo ineficiente y
agónico, la respuesta a la pregunta es inmediata, y no hace falta mucha
más reflexión.

Sucede que en el castrismo, desde la aprobación de los "Lineamientos",
existe una cierta obsesión por superar ese atraso productivo que
hipoteca las cuentas externas a los alimentos básicos para la población.
Pocos países del mundo no consiguen garantizar las necesidades
alimentarias de sus ciudadanos. El castrismo en Cuba es uno de esos casos.

El problema no se debe situar en términos de la estática comparativa
internacional, o a factores exógenos como los precios en los mercados
mundiales. Hacer esto es lo de siempre, lanzar las responsabilidades
propias sobre otros, sin asumir el verdadero origen del estado de
postración de la economía. No cabe duda que si Cuba mantuviera niveles
de producción de azúcar en el entorno de los 6 millones de toneladas,
los ingresos que podría obtener por exportaciones prácticamente
resolverían esa carencia de alimentos. El problema nos lleva, una y otra
vez, a las decisiones del régimen, todas ellas alejadas de la
racionalidad económica.

Si la economía castrista no hubiera destruido las bases de un régimen de
derechos de propiedad, el espíritu empresarial, la relación entre
vocación y formación, y el desarrollo de iniciativas dirigidas a la
rentabilidad y la acumulación, la situación actual habría sido bien
distinta. A pesar de los aumentos de precios de los alimentos en los
mercados mundiales, Cuba podría exportar otros bienes y servicios, por
ejemplo azúcar y sus derivados, con los que equilibrar sus cuentas
externas e incluso obtener superávit.

Sin embargo, el régimen decidió apostar por un sistema basado en la
subvención soviética que limitaba las potencialidades productivas de la
economía, convirtiéndola en una entidad financiada a largo plazo, con un
nivel básico de satisfacción de necesidades, acordes con la doctrina
igualitaria del racionamiento y la carestía.

Los años no pasan en balde, y en este comienzo de siglo XXI, la apuesta
del castrismo y la llamada "revolución" lleva a la economía cubana a
depender del exterior en la satisfacción de sus necesidades
alimentarias, por cierto, a niveles muy inferiores a los de otros países
similares, y con una menor capacidad de elección para la población.

¿Qué hacer? Desde luego, nada de lo que se está impulsando actualmente
sirve. Hace unos días, Carlos Alberto Montaner en un artículo
formidable, comparaba Cuba y Taiwan para explicar la distinta evolución
económica y social de los dos países. Algunas propuestas se pueden
obtener de ahí.

Lo primero, es modificar cuanto antes y un giro de 180º el sistema de
relaciones institucionales y jurídicas que han conducido a este fracaso
histórico.

Segundo, promover la iniciativa privada en el sector agroalimentario,
con una amplia redistribución de la propiedad a favor de explotaciones
orientadas por el criterio del beneficio y competitivas a la hora de
decidir producciones y precios.

Tercero, abrir el sector agropecuario cubano a la inversión
internacional con máxima prioridad a todo aquello que suponga
transferencia tecnológica, inversiones en la formación y adiestramiento
de los recursos humanos, y promoción de las exportaciones.

Cuarto, orientar los centros de investigación agroalimentaria (semillas,
fertilizantes) existentes en la Isla, así como las universidades
especializadas en el mismo sector, hacia el sector privado a nivel de
toda América Latina, fomentando intercambios científicos, y la gestión y
explotación de patentes por parte de las empresas pertenecientes al
sector de servicios.

Quinto, liberalizar los procesos de retribución y contratación en el
sistema agropecuario para fomentar el atractivo del trabajo en este
sector, promoviendo empresas individuales, sociedades limitadas y
favoreciendo el desarrollo empresarial a todos los niveles.
La autarquía alimentaria que transpira este artículo de Granma es una
aberración en la economía global en la que nos encontramos. El principio
de la división internacional del trabajo, ya descrito por los
economistas clásicos del siglo XVIII, debe ser la orientación de toda la
política económica del régimen, si quieren salir adelante. No se trata
de producir para autoconsumo como en las aldeas de la edad media.

El comercio existe como un medio para aumentar la riqueza a partir del
intercambio mutuamente benéfico. A nivel multilateral las posibilidades
son incontables. La "seguridad nacional" que este planteamiento
autárquico y trasnochado pretende conseguir puede crear muchos más
problemas a medio y largo plazo, al fomentar una estructura productiva
poco competitiva, de reducidas dimensiones, orientada al mercado
interno, poco especializada, que podrá ser barrida con facilidad en el
momento, que tarde o temprano ha de llegar, en que Cuba se abra al mundo.

Ni existe caos global, ni tampoco un mundo que se ha dedicado a comprar
alimentos y no a producirlos, como dice el artículo de Granma, sino que
estamos ante un escenario en el que la doctrina castrista ha entrado en
grave crisis, debe reaccionar cuanto antes, no lo está haciendo en la
dirección correcta y se están inventando una historia que no existe para
justificar sus "lineamientos".

Hora es de decirlo claramente, y de afirmar que la vía elegida es inútil
y no va a resolver problema alguno, sino agravarlos de forma permanente.
La llama "revolución" tiene en el sector agroalimentario su gran
fracaso, y cuanto antes lo reconozca mejor será. En lo único que puedo
estar de acuerdo con el artículo es con una frase final en la que dice
textualmente, "se impone un cambio de mentalidad y desatar los nudos que
atan el desarrollo de las fuerzas productivas, barriendo las trabas
objetivas y subjetivas que impiden avanzar con la mayor celeridad en la
solución de esta disyuntiva". Hasta ahí, de acuerdo. El ¿cómo? Es lo que
se tiene que discutir.

http://miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35201

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