AGRICULTURA
17 de mayo: necesidad de una nueva reforma agraria
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 17 Mayo 2014 - 11:22 am.
55 años después de la reforma agraria castrista, la agricultura cubana
muestra un estado deplorable.
El 17 de mayo de 1946 fue asesinado el campesino Niceto Pérez García. En
homenaje a él y a todos los que murieron en la lucha contra el desalojo
y el latifundismo se eligió ese día para firmar la Ley de Reforma
Agraria en 1959. El aniversario de aquel acontecimiento invita al
análisis del porqué la agricultura cubana, 55 años después, muestra un
estado tan deplorable.
El latifundismo en Cuba tenía una historia secular. Emergió en la
colonia con la entrega de tierras a los colonizadores, luego, debido al
crecimiento de pequeñas y medianas propiedades, esas grandes extensiones
de tierra sufrieron un proceso de fragmentación que se aceleró con el
crecimiento de la industria azucarera. La demanda de caña de los
modernos centrales generó una competencia que arruinó a los pequeños
ingenios y separó a los hacendados dueños de las máquinas de los colonos
dueños de la tierra. Entonces, a principios del siglo XX, los grandes
centrales desarrollaron un proceso de adquisición de tierras que
convirtió a muchos propietarios en arrendatarios —el censo de 1945-46
arrojó que el 69,5% de las fincas no eran trabajadas por sus dueños.
Ese proceso de concentración se acompañó del desalojo de miles de
pequeños agricultores, a la vez que el predominio de la producción
azucarera, favorecida por múltiples factores, impidió el desarrollo de
otras producciones y creó una economía dependiente de las oscilaciones
del precio del azúcar en el mercado internacional.
Aunque durante la república hubo varios intentos por resolver esa
situación, las medidas implantadas fueron insuficientes y la
legislación, aunque avanzada, fue burlada por los grandes intereses. La
deformación sufrida demandaba de una reforma agraria dirigida a: 1-
Entregar la propiedad de las tierras a los desposeídos que la
trabajaban; 2- Diversificar la producción agropecuaria; y 3- Convertir
la agricultura en la base económica para el desarrollo del país. Tres
aspectos complejos e interrelacionados para cuya solución se requería
tener en cuenta la experiencia universal, respetar las leyes que rigen
los fenómenos económicos y sociales y atemperar los cambios a la
realidad cubana.
En 1953, en el alegato La historia me absolverá, Fidel Castro planteó
conceder la propiedad de la tierra a todos los que ocupasen parcelas de
hasta cinco caballerías. En 1958, con ese propósito, la Comandancia del
Ejército Rebelde dictó la Ley 3. Y el 17 de mayo de 1959 se promulgó la
Ley de Reforma Agraria que limitó la gran propiedad y entregó títulos de
propiedad a unas cien mil familias. Pero de forma paralela se inició la
concentración del poder en manos del líder, la propiedad en manos del
Estado y la pérdida de las libertades ciudadanas, con lo cual el
voluntarismo, convertido en método de dirección, condujo al actual
estancamiento económico.
Las leyes agrarias de 1959 y 1963 concentraron en manos del Estado más
tierras que todos los latifundios confiscados, lo que impidió solucionar
un problema donde, de un lado el hombre es el principal instrumento de
transformación y de otro, la propiedad y/o la apropiación de los
productos del trabajo resulta determinante. Por ello la estatización
casi absoluta condujo a la ineficiencia generalizada.
A causa del desinterés de los trabajadores agrícolas, enormes
extensiones de tierras se infectaron de marabú y se generalizó el
desabastecimiento de productos agropecuarios. En respuesta se tomó la
decisión de crear las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)
en 1993. Con ese fin las áreas estatales improductivas, en vez de
entregarla en propiedad, se otorgaron en usufructo a los trabajadores y
el Reglamento original no le reconoció personalidad jurídica. La
actividad productiva y económica de estas "cooperativas" quedó integrada
a los planes estatales de producción, mientras la comercialización de
sus productos era realizada por la Empresa Estatal de Acopio. Esas y
otras limitaciones explican los pésimos resultados obtenidos.
Sin voluntad política para tomar el rumbo que la realidad demandaba,
quince años después de las UBPC se dictó el Decreto-Ley 259, mediante el
cual se entregaron en usufructo parcelas de una hasta tres caballerías
de tierra infectadas de marabú. En diciembre de 2012 el Decreto-Ley 259
fue derogado y sustituido por el Decreto-Ley 300, que flexibilizó
algunas de las limitaciones pero sin variar la decisión de mantener el
control monopólico de la propiedad estatal. Ante el nuevo fracaso, en
enero de 2014, se promulgó el Decreto-Ley 311 que modificó al 300, pero
con la misma voluntad política. El resultado final ha sido que después
de entregadas 1.500.000 hectáreas de tierras ociosas, de los 6.3
millones de hectáreas con que cuenta el país, el retroceso no se ha
podido detener y la necesidad de producir en Cuba los alimentos que se
compran a precios elevados en el exterior continúa en lista de espera.
Esos resultados obligan, quiérase o no, a poner a la orden del día una
nueva reforma dirigida a eliminar los latifundios estatales, convertir a
los actuales usufructuarios en propietarios y transformar el resto de la
propiedad estatal en propiedad privada y en grandes empresas cooperativas.
Las Cooperativas constituyen una manifestación del carácter social del
hombre, cuya versión moderna emergió en el siglo XIX con la fundación,
en Inglaterra, De los Probos Pioneros de Rochdale, una sociedadpara el
suministro de artículos de primera necesidad. Esa experiencia
generalizada condujo en 1895 al congreso internacional en Londres, donde
se creó la Alianza Cooperativa Internacional. Esta institución definió
el concepto de cooperativa, aceptado universalmente como una "asociación
autónoma de personas que se unen voluntariamente para hacer frente a sus
necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales por medio
de una empresa de propiedad conjunta, con una estructura democrática".
En Cuba, su primera manifestación fue la Comunidad de Regantes del Valle
de Güines (1884) y en los años 50 del pasado siglo el Banco Nacional
para el Fomento Agrícola e Industrial de Cuba, creó tres cooperativas de
crédito rural que tenían préstamos vigentes por más de 13 millones de
pesos. Por diversas razones, entre ellas el bajo por ciento de
propietarios rurales, en Cuba las ideas de las cooperativas
agropecuarias no tuvieron auge. Después de la revolución el
cooperativismo reapareció como manifestación del voluntarismo. En marzo
de 1960 se crearon las "cooperativas" cañeras en las tierras que antes
pertenecían a los ingenios azucareros, las que en breve tiempo fueron
transformadas en propiedad estatal, mientras el verdadero cooperativismo
quedó limitado a unas pocas asociaciones formadas por campesinos privados.
Por todo lo anterior, la Ley de Reforma Agraria se presenta a un nuevo
aniversario con muy poco que celebrar. Cuba, país de añeja tradición
agrícola, ha sufrido un declive productivo, incluso en cultivos en los
que se destacó desde la época colonial, como el azúcar, el café y el
ganado bovino. La causa fundamental de ese declive está en la propiedad
estatal, bautizada como "propiedad de todo el pueblo", que se traduce en
propiedad de nadie y desinterés de todos, lo que explica la prolongada
cosecha de fracasos y ha demostrado en la práctica la función vital de
la estructura de la propiedad. No proceder a una nueva reforma agraria
es subordinar los problemas de la nación cubana a intereses ajenos a los
cubanos o a preceptos ideológicos sin futuro.
Source: 17 de mayo: necesidad de una nueva reforma agraria | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1400318525_8616.html
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