El socialismo ha convertido al pueblo cubano en ladrón
LOURDES GÓMEZ | Santiago de Cuba | 23 Oct 2014 - 9:37 am.
El problema está tan enraizado en la sociedad que las fronteras entre lo
legal y lo ilegal se diluyen. Ser deshonesto es cuestión de supervivencia.
Recientemente se notificó en el semanario santiaguero Sierra Maestra el
apresamiento en la calle del jefe de almacén del Hospital Provincial
Saturnino Lora, a quien se descubrió portando cierta cantidad de placas
de rayos X. En un posterior registro de su domicilio se le ocuparon
otros instrumentales médicos, tales como jeringuillas, sueros y demás,
todo para vender en el mercado negro.
Este delito es habitual en la sociedad cubana actual: usar las jefaturas
como medio de obtener mayores ingresos, aprovechando la penuria y la
escasez de ofertas del mercado minorista. De hecho, en la opinión
popular todos los jefes son unos vivebien, entiéndase ladrones.
Los grandes dirigentes roban, de eso nadie tiene dudas. Solo hay que
mirar lo rozagantes que lucen en las conmemoraciones oficiales. El
problema es que el pueblo no puede confrontarlos, no tenemos un
parlamento que cuestione la eficiencia de su gestión, y ni pensar en una
oposición que exija que se auditen cuentas personales o que denuncie
corrupciones.
Los dirigentes se sienten invulnerables hasta que se hacen muy evidentes
o caen en desgracia con el Supremo Líder. Sus castigos, en la mayoría de
los casos, son "caer para arriba" (otra expresión popular) o los
silencian con otras "funciones".
La falta de democracia y transparencia del sistema es la principal
fuente de la impudicia y la inmunidad. La verticalidad totalitaria
condena a las mayorías a la aquiescencia automática y al disimulo.
El dicho popular es que robarle al Estado no es robar, es "luchar".
Según el discurso oficial es un gobierno por el pueblo y para el pueblo,
y la propiedad es de todos, ¿por qué entonces no la sentimos como
nuestra? Porque una cosa es el discurso oficial y otra la realidad
cotidiana. La disociación del pueblo de los medios de producción es
total, de ahí la indolencia ante el dispendio o el desfalco de los
bienes estatales.
Ante el robo en una empresa estatal es común escuchar comentarios
desenfadados como: "Eso no es mío, es de Fidel". Y más tarde se compra
el jabón o el detergente robado sin asomo de dudas.
Y si estos son los jefes, ¿qué queda para el ciudadano de a pie? Robar
también. Si trabajas en una farmacia, vendes medicamentos. Si trabajas
en una escuela, vendes los pocos materiales escolares. Un fumigador
vende la gasolina de la bazuca. A un funcionario se le soborna para que
resuelva… Cada cual aprovecha lo que tiene, y todo se vende porque nada hay.
Muchos dirán que soy absoluta, que hay gente honrada que no se lleva ni
un alfiler. Es cierto, pero esa misma gente compra aceite, carne de res
u otros productos en el mercado negro, a sabiendas de que es robado. O
utiliza los recursos de su puesto de trabajo en función propia, y
entonces está robando también.
De hecho, la empresa privada o cuentapropismo está basada en el robo,
pues la falta de un mercado mayorista los obliga a surtirse en el
mercado negro, que en un cien por ciento se nutre de los robos de las
arcas estatales.
El problema está tan enraizado en la sociedad cubana que las fronteras
entre lo legal y lo ilegal se diluyen. Ser deshonesto es cuestión de
supervivencia, pues los sueldos irrisorios y la falta de productos
elementales te obligan a delinquir.
Lo más triste es que los jóvenes se forman en estas circunstancias. Ver
"luchar" a sus padres les hace asumir el robo como natural, y
seguramente ellos seguirán estos modelos trastocados.
A la luz de la experiencia de medio siglo de socialismo cubano, se me
ocurre actualizar con una frase más el difundido concepto de revolución
de nuestro invicto líder: "Revolución es robar todo lo que puede ser
robado".
Source: El socialismo ha convertido al pueblo cubano en ladrón | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cultura/1414049860_549.html
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