Embargo y Revolución: dos caras de una misma moneda
Está claro que para que algo parecido a una democracia funcione habrá
que conseguir la renuncia de los actuales mandatarios cubanos.
Joan Antoni Guerrero Vall
diciembre 04, 2014
La insistencia es sospechosa. También el hecho de que las demandas
vengan desde varios frentes y con discursos semejantes. Es fácil pensar
que existe una coordinación de factores para provocar algún tipo de
estado de opinión que favorezca los intereses de aquellos que, con el
espejismo de los "cambios" y las "reformas", buscan, al final, el
mantenimiento del statu quo, o al menos conservar aquello que no quiere
ser cambiado presentándolo con un aspecto renovado.
Como se suele decir, "no soy partidario de las teorías de la
conspiración", pero las características de lo ocurrido con los
editoriales del The New York Times y otras señales aparecidas en las
últimas semanas, hace difícil no mal pensar y creer que hay gato
encerrado, una conspiración en toda regla contra el proyecto democrático
para Cuba.
Está claro que para que algo parecido a una democracia funcione habrá
que conseguir la renuncia de los actuales mandatarios cubanos y también
habría que dejar sin efecto sus normas y reglas de juego. En Cuba no se
está construyendo una alternativa, como acostumbran a decir algunos
buscando generar comprensión para el régimen.
Lo que lleva 50 años construido en Cuba es una dictadura, o lo que viene
a ser lo mismo, un sistema de sometimiento de los individuos a unos
esquemas políticos decididos verticalmente y que no dejan margen alguno
para la oposición, la disidencia o el cuestionamiento. El proyecto para
los cubanos está decidido de antemano por un grupo de poder que no ha
refrendado democráticamente sus decisiones. Esto es, en definitiva,
inadmisible.
Siendo así, pues, el cambio y reforma fundamental que se espera es que
cualquier programa político a aplicar cuente con la aprobación popular.
Seguir avalando las reformas del castrismo no es más que la
manifestación de la incapacidad, la desidia o quizás el desinterés por
el progreso real de la Isla.
Resulta un tanto extraño que se espere la regeneración de una dictadura,
cuando lo único que se debería esperar de un sistema con estas
características es la mutación total y absoluta. Hay personas que hoy
participan del régimen político autoritario que están llamadas a hacer
esta mutación. Otros, por supuesto, están dentro de este régimen, pero
probablemente no están a tiempo de participar en un cambio. El mejor
servicio que podrían hacer a su país es irse a sus casas.
Los evangelistas del "cambio" cubano, los que consideran que la llegada
de efectivo a la Isla implicaría el tránsito a una democracia están
equivocados en sus cálculos. No hay señales de que el Gobierno cubano
busque la mejoría de la situación.
Está comprobado que iniciativas de éxito en el campo privado son
boicoteadas para impedir el florecimiento de una nueva clase media. Todo
parece indicar que, a efectos prácticos, es más interesante disponer de
una miniclase hiperrica y bien situada, que se codee con los mercaderes
extranjeros dispuestos a desarrollar negocios, en un país donde los
ciudadanos no disponen de derechos.
Si se esfuma el embargo, el régimen cubano siempre encontrará la fórmula
de recaudar parte de los nuevos ingresos para seguir sosteniéndose
mientras, al mismo tiempo, boicotea el enriquecimiento de los
emprendedores de éxito, los que pueden generar dinámicas de desarrollo
económico que la esfera pública no puede resolver.
El argumento de que el embargo "no ha funcionado" en 50 años es muy vago
para el propósito que plantea. La revolución cubana tampoco ha
funcionado en medio siglo. Ambos fenómenos van emparejados, son dos
caras de la misma moneda. O caen los dos o no cae ninguno.
Source: Embargo y Revolución: dos caras de una misma moneda -
http://www.martinoticias.com/content/embargo-revolucion-dos-caras-misma-monedas/81566.html
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