¿Qué dicen los turistas de Cuba… y de los cubanos?
La temporada alta de turismo ya comenzó. La Habana se inunda de idiomas
y mochilas. Cubanet quiso conocer las opiniones de los visitantes. Si
algo los motiva a regresar
miércoles, diciembre 3, 2014 | Frank Correa
LA HABANA, Cuba. — Nos adentramos en centros comerciales y recreativos,
recogemos impresiones en cualquier esquina. Encontramos a Lídice en una
tienda de ropa del hotel Comodoro, dominicana de 50 años. Dice ser
estilista de la moda, viene a La Habana, en busca de propuestas para
ampliar su repertorio, pero no encuentra nada agradable en las
vidrieras. ¨Ropa pasadas de moda, líneas nada atractivas…¨.
En la entrada de Marina Hemingway un noruego regala peluches a los
niños. ¨De Cuba me gustan los muchachos sonrientes a pesar de la
crisis. Siempre que vengo los ayudo con alimentos, ropa, juguetes…¨.
La bolera de la Marina está vacía, solo dos italianos, Carlo y
Francesco, beben y responden las preguntas de un journalista. Les ha
gustado el ron, la música, las mujeres, pero se quejan del hotel, con
filtraciones y salideros. Alquilaron un auto que no le cierra una
puerta. Noi non vogliamo la macchina, dice Francesco como minimizando el
problema, quando ci serve prenderemos un taxi. Han intentan devolver el
auto, pero el gerente no aparece. Vinieron a la bolera a dimenticare,
tenendo con la mano la porta rotta.
En cambio Luis y Benito, mexicanos del DF, están de plácemes, alquilados
en un apartamento con vista al mar, en Jaimanitas, cuentan que han
vivido la experiencia más increíble de sus vidas. ¨Ningún burdel de
México compite con esta chingada. Cinco viejas para mi cuate y yo, por
poca lana¨.
Un canadiense al que apodan ¨conejo¨, visita todos los años Cuba y
conoce los precios, dónde alquilarse, comer y transportarse barato.
Machucando el español confiesa que vuelve por las chicas, que se
enamoran de él. Señala que sabe que es mentira, que fingen, las llama
¨tremendas artistas¨.
En La Habana Vieja, por el malecón, una fila de suecos me preguntan lo
mismo: ¨ ¿tabaco…?¨, como no vendo rehúsan contestarme. En la plaza
de armas el caricaturista guantanamero Urgellés, maestro en pintar
turistas, lleva veinte cartulinas perdidas y aún no ha hecho un cuc. Me
alerta: ¨¡Vete, que ahí viene el policía!¨.
El ¨turismo revolucionario¨ y el ¨turismo de salud¨ aumentan la
cifra global de visitantes, pero es el ¨turismo real¨ la mayoría, que
todos los años disfruta de nuestro sol y respira nuestro aire, para
ellos existe un complejo hotelero que lo aísla, enclavado en cayos y
playas de acceso restringido, y no llegan a conocer nunca la
verdadera Cuba. Aunque siempre se encuentran historias en la calle que
incluyen a turistas.
Como el ¨sheriff¨, un negro Rastafari jinetero de Las Tunas, que baja
por Galiano con un par de nórdicas de edad madura, una en cada brazo.
Van para un cuarto de alquiler, no quiere detenerse a responder, ni
permite que lo retrate. Solo alcanzo a arrancarle un dato:
–¡Fuman más que las chimeneas del central Urbano Noris!
Regreso al malecón, frente al hotel Nacional dos músicos con guitarras
caminan junto al muro buscando turistas. Tocan piezas de la música
tradicional cubana por un cuc. Se detienen en la pareja de franceses
que conversa conmigo. ¨Fotos no, paisa…¨ dice el músico que hace la voz
prima y comienzan a tocarnos ¨Lágrimas negras¨. Aporrean las cuerdas y
casi lloran con la letra, para que los turistas bailen… y le paguen…
La mujer contenta me responde:
–¿Cuba? ¡Es linda…!
Su esposo grita sobre la música:
–¡Pero muy cara…!
Costosa también la encuentra Steve Wakefield, inglés residente en
Australia, experto en literatura cubana. Tiene publicado el libro ¨Lo
barroco en la ficción¨, sobre Carpentier, y realiza actualmente una
investigación sobre la generación de los ¨novísimos¨. En vez de
responder cómo ve a Cuba, me pregunta:
— ¿Por qué dos monedas?
Steve prefiere Cancún, ¨más barata y menos absurda¨. Muestra evidente
orgullo de estar en la isla caribeña. Mientras canta versos sencillos de
Martí con la guantanamera, esquiva peligrosos huecos abiertos del
alcantarillado.
–Yo nunca expondría a mis hijos a un peligro así –dice Steve.
Frank, español de Toledo, ha pasado dos semanas viviendo como un cubano
más. No ha visitado lugares turísticos, ni se hospedó en hoteles, ni ha
probado la comida reservada a extranjeros. Viajó en ómnibus urbanos, se
montó en ¨almendrones¨, comió en cafeterías particulares, caminó
por los barrios pobres visitando humildes viviendas y lo que más le
ha impresionado son los precios: ¨alarmantes¨, y las tiendas, ¨repletas
de artículos capitalistas, con gente comprando con voracidad¨. Una
interrogante le ha martillado en estas dos semanas, ¿de dónde surge el
alto poder adquisitivo de esa minoría, que contrasta con la mayoría
de los barrios pobres?¨.
También lo alarma la deplorable infraestructura arquitectónica de La
Habana, le parece terrible, con edificios que ¨en otros países hubieran
sido declarados en ruinas, y aquí continúan habitados por familias como
si tal cosa¨. Frank considera que quince días no son suficientes para
conocer Cuba. ¨Necesito volver, para descubrir qué hace al cubano un
ser tan singular.
Source: ¿Qué dicen los turistas de Cuba… y de los cubanos? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad/actualidad-destacados/que-opinan-los-turistas-de-los-cubanos/
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