El cuentapropismo enfrenta desde elevadísimos impuestos, absurdos
legales hasta multas cuantiosas.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 06 de octubre de 2011
Un año después de que Raúl Castro relanzara el trabajo privado en Cuba,
el paisaje comercial de muchas ciudades de la isla ha cambiado y la
oferta para los consumidores ha mejorado sustancialmente. Cubanos
emprendedores no lo han pensado mucho para decidirse entre esa
alternativa o la de sobrevivir con un ridículo salario estatal.
Sin embargo, el cúmulo de dificultades que enfrentan incluye desde los
múltiples y elevadísimos impuestos, que permiten al gobierno llevarse la
tajada del león, hasta absurdos legales como prohibir a un joyero que
confeccione joyas, o multar a un vendedor ambulante si se detiene.
En el rosario de contrariedades se insertan también la falta de
créditos; de un mercado mayorista de insumos; de entrenamiento
empresarial, y de un mayor poder adquisitivo de los compradores.
Estos inconvenientes han precipitado cierres de negocios y un
considerable número de devoluciones de licencias. Como en el reino
animal, sólo los más fuertes y aptos han sobrevivido y continúan
evolucionando. Muchos creen que en el mercado negro estaban mejor
Dos medios noticiosos, la agencia France Presse y el diario
puertorriqueño El Nuevo Día pulsaron el estado de ánimo de los nuevos
cuentapropistas, un año después de salir del closet de la bolsa negra
(más del 60 %).
Uno de los primeros entrevistados para el reportaje de AFP, fue Félix
Sánchez, quien gestiona un puesto de venta de CDs piratas, algo que en
Cuba paradójicamente es legal Comenta Sánchez."Hay más desenvolvimiento.
Antes yo vendía cualquier cosa por la izquierda pero vivía con miedo a
la policía. La competencia está dura, pero algo se gana".
Bajo el plan de reformas las microempresas pueden ahora contratar
empleados, comercializar bienes y servicios a empresas estatales,
alquilar locales, y recibir créditos. Sin embargo, los altos impuestos
ya provocaron quiebras y devoluciones de permisos (un 25% en La Habana).
Maira Ibarra, de 55 años, abrió ilusionada en enero su cafetería "Doña
Maira", pero tuvo que cerrarla y regresar a su empleo estatal. "No tenía
suficiente clientela y la cuenta no me daba. Yo no sobreviví, pero me
parece muy bien esta apertura, hay más opciones para la gente", le dijo
Ibarra a la corresponsal de AFP Isabel Sánchez.
Celia, de 34 años, espera a que su madre le envíe dinero de Orlando, en
Estados Unidos, para legalizar su alquiler de disfraces infantiles. Aún
no lo ha hecho pues teme no aguantar los tributos. Pero 'Pepe', un
masajista de Miramar, que no quiso dar su apellido, comentó a AFP: "No
hay que tener miedo; mira a Vietnam como está: disparado".
Yasmán Sánchez, 26 años, se queja que "a cada rato caen inspectores" a
pedirle licencia de "útiles del hogar" y recibos de la mercancía que
expone en su mesa, en un mercado del Vedado: desde hilo y tenis Puma o
calzoncillos Hugo Boss -falsificados--, hasta biosensores de glucosa.
Los economistas Pavel Vidal y Omar Pérez, del Centro de Estudios de la
Economía Cubana de la Universidad de La Habana, han advertido que la
expansión de la oferta requiere demanda, actualmente contraída por la
crisis. "Ahora hay muchas más paladares, pero yo no puedo ir con mi
salario de 420 pesos (o 17 dólares)", dijo a France Presse Alina García,
una maestra de 43 años.
En un reportaje paralelo, el enviado especial del diario puertorriqueño
El Nuevo Día, Mario Alegre Barrios, recuerda que Las reformas incluyeron
una considerable reducción de los alimentos subsidiados por la libreta
de racionamiento. También, que de los 500 mil "trabajadores estatales"
que quedarían "disponibles", 200 mil debían ser absorbidos por
cooperativas que se formarían en empresas operadas por el Estado, una
avenida -dice-- de la que poco o nada se ha sabido desde entonces.
En Marianao, un letrero pintado a mano declara: "Se arreglan prendas", y
otro anuncia que también se venden cds. Sin dejar de mirar el anillo que
intenta enderezar, Tony, el joyero, cuenta a los reporteros del diario
boricua: "Llevo unos cuatro años en esto... lo aprendí en la calle,
mirando, preguntando. Toda mi vida he trabajado por cuenta propia y
ahora resulta que el gobierno tiene que darme una licencia para ganarme
la vida haciendo lo que sé hacer", se queja. "Pero en fin... esto está
empezando ahora. Hay cosas que molestan, como lo que hay que pagarle al
gobierno, aunque no saques ni para comer. Son cosas que no encajan...".
"Aquí en la casa todo el mundo depende de lo que yo hago con esto y de
lo que hace mi esposa con los discos", agrega. "A veces sacamos al mes
500 pesos cubanos, unos 20 dólares. Con eso se hace difícil mantener a
la familia. Pero es menos malo que trabajar por el salario del estado".
"¿Y el futuro?", pregunta el periodista borinqueño. "Francamente lo veo
con pesimismo... no se acaban de crear las estructuras y los mecanismos
para que esto funcione y se desarrolle", explica. "El gobierno no da
apoyo; ni siquiera la oportunidad de conseguir las herramientas y la
materia prima. Esto no tiene nada de próspero... además, no tengo
permiso para fabricar y vender prendas, sólo puedo repararlas... sirve
para el sustento, pero no te saca de la miseria".
En El Vedado -cuenta Alegre Barrios-- una casa de tamaño más que mediano
alberga en su jardín a media docena de "cuentapropistas" con un variado
inventario: bisutería, ropa, plantas medicinales, revistas, libros,
discos compactos... Por un peso convertible, Maricel Trujillo le vende
casi cualquier disco que le pida, y si no lo tiene, lo consigue, y al
día siguiente se lo tiene listo.
"Llevo siete años en este negocio, que antes era ilegal, pero me iba muy
bien, porque no tenía que pagar patente ni impuestos", explica con una
media sonrisa. "Si me cogían los inspectores, pagaba una multa y al otro
día seguía. Así se vivía. Ahora... empezamos más o menos bien pagando 60
pesos mensuales por la licencia. De pronto, sin avisar, la subieron a
250 pesos y ahora apenas me alcanza para pagarla y que me sobre algo".
"Para peor, ahora hay mucha más competencia, tanta, que las ventas han
bajado un 80 por ciento. Las mías no compaginan con lo que tengo que
pagarle al Estado. La semana pasada apenas gané 90 pesos".Con tres hijos
adolescentes, Maricel suspira: "En pocas palabras, antes me daba para
vivir, ahora no. A veces no nos alcanza ni para comer, porque le tengo
que pagar al Estado más de lo que saco de ganancia"
"Hay que pedir ayuda allá arriba", concluye diciendo Maricel al enviado
de El Nuevo Día, mientras mira al cielo y pasa sus dedos por una Biblia,
que permanece abierta al lado de su mercancía.
http://www.martinoticias.com/noticias/Cuentapropistas-cubanos-con-la-soga-al-cuello-131219344.html
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