Alquilo solo a extranjeros
IVÁN GARCÍA | La Habana | 31 Jul 2014 - 10:25 am.
'Cuando mis hijos crecieron los saqué del país. Hace tiempo que residen
fuera. Mis nietos son extranjeros. Si no me quedo fuera es porque me
gusta más vivir en La Habana.'
Humberto, 74 años, siempre tuvo espíritu de empresario. También de
marrullero. Ahora mismo, se siente relajado y feliz, con ganas de hablar
y beber cerveza Heineken sin tener que mirar el reloj.
Y es lo que hace. En el bar contiguo al restaurant La Torre, en el piso
29 del edificio Focsa, Humberto disfruta de una cerveza bien fría y
mientras pica dados de queso Gouda y jamón Serrano, observa la ciudad.
A 121 metros de altura, La Habana parece una maqueta. Se divisa el azul
intenso del mar y la sensación es que el bar flota en medio del Océano
Atlántico.
Desde allá arriba las cosas se ven diferentes. No se percibe el mal
estado de las calles e inmuebles. Ni el ajetreo de miles de habaneros en
busca de alimentos en los agromercados, para poder preparar una comida
decente.
Humberto sabe lo dura que está la vida en Cuba. "Pero me gusta disfrutar
de los placeres. Y gastar mi dinero en comer bien, salir con buenas
hembras y tomar bebidas de calidad", dice.
Es una mezcla de pícaro tropical y tipo con olfato para los negocios.
Viste un pulóver Lacoste y unos mocasines náuticos Timberland. Un reloj
suizo Tissot que le costó 600 dólares en un aeropuerto internacional
libre de impuestos.
"El dinero no te da salud, ni felicidad. Pero te hace sentir bien,
diferente. Saber que tienes plata en la cartera y no te falta comida es
bastante en este país. Luego, si vives en una buena casa y posees un
auto, puedes darte ciertos lujos, como tomar whisky escocés o acostarte
con chicas jóvenes sin tener que chivatear a la policía o ser un alto
funcionario del régimen. Esa solvencia te eleva la autoestima", apunta
Humberto, quien desde joven siempre quiso ser negociante.
"Cuando triunfó la revolución, ya era propietario de un apartamento de
alto estándar en el Vedado. Con la llegada del comunismo aprendí, como
todos, a fingir. Nunca fui miliciano ni militante y el Gobierno inventó
mil tretas para que yo cediera mi apartamento. Me lo querían cambiar por
un piso infame en Alamar, ni que estuviera loco. A esta gente —dice
haciendo un gesto con la mano imitando una barba— les encanta hablar en
nombre de los pobres, pero les gusta vivir como burgueses", acota Humberto.
"En el edificio donde vivo residen militares y dirigentes. Cuando
existía la URSS, también vivieron técnicos soviéticos, alemanes del este
y norcoreanos. No he conocido gente más 'bisnera' que los 'camaradas del
campo socialista'. Compraban y vendían de todo. Hasta monté un banco de
bolita", comenta con una sonrisa.
No siempre las cosas le han ido bien. En los años 80 estuvo preso,
acusado de actividad económica ilícita. "Al salir de la cárcel tuve que
barrer parques. Cuando mis hijos crecieron los saqué del país. Hace
tiempo que residen fuera. Mis nietos son extranjeros. Si no me quedo
fuera es porque me gusta más vivir en La Habana, la ciudad donde nací",
dice Humberto.
En los años duros del "período especial", en la década del 90, entre
otros negocios, Humberto comenzó a alquilar su piso a extranjeros. "Casi
todos los negocios eran ilegales. Lo mismo era marchante de arte que
compraba y vendía casas o autos. Pero después que en 2010 el Gobierno
amplió el trabajo particular, saqué licencia de hospedaje".
Vive con su esposa en otra casa y renta su apartamento. "Los precios
varían. Depende el tiempo de estadía del cliente y la temporada. En la
alta, lo alquilo por 60 cuc diarios. Mi apartamento tiene cuatro
habitaciones, todas climatizadas, una amplia sala, cocina moderna y
baños remodelados con agua fría y caliente", subraya Humberto.
Por los general, solo alquila a parejas, mujeres y hombres mayores. "No
me gusta alquilarle a hombres jóvenes y solteros, te convierten la casa
en un bayú. A los cubanos no les rento, porque además de descuidados, se
llevan lo que encuentren a mano. Me han robado hasta los tomacorrientes.
Por eso nada más alquilo a extranjero".
Humberto se considera buen amigo, mejor padre y pésimo esposo. "Nunca he
sido tacaño. Me ocupo de mis parientes pobres. Y de manera discreta he
ayudado a familiares y amigos que son disidentes. Mientras exista este
régimen, quienes tenemos negocios, siempre seremos sospechosos y
delincuentes potenciales. Para ser un auténtico pequeño empresario se
debe vivir en un clima de democracia."
Ya la noche ha envuelto a La Habana. Desde el bar del restaurante La
Torre la vista es espectacular. Ves todas las luces, pero no las muchas
penurias.
Source: Alquilo solo a extranjeros | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1406795141_9699.html
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