La aduana cubana y el mercado
julio 24, 2014
La carreta delante de los bueyes
Fernando Ravsberg*
HAVANA TIMES — "Hacerse el sueco" en Cuba significa no darse por
enterado de lo evidente y creo que con las críticas a las nuevas
regulaciones aduanales más de uno se ha convertido en escandinavo como
por arte de magia, buscando un cabeza de turco sobre el cual descargar
la ira.
La Aduana General de la República ha recibido críticas a mansalva, aun
cuando todos en Cuba sabemos que semejantes resoluciones no pueden
provenir de una institución cuya función se limita a hacer cumplir las
regulaciones que aprueba el gobierno.
Además tampoco las normas que se aplicarán resultan tan extremistas si
se las compara con las de otros países. Viajar con 5 pares de zapatos es
más que suficiente por mucho que se quiera caminar y hasta al más limpio
le basta llevar decenas de jabones en la maleta.
Los precios de algunos productos provocan el contrabando. Para comprar
este pedazo de queso hacen falta 2 meses de salario íntegro de un
trabajador del Estado.
El problema no radica en lo que la Aduana nos permite entrar al país
sino en lo que nosotros –cubanos y extranjeros residentes- necesitamos
traer para llenar el enorme bache que produce la escasez y/o los
altísimos precios existentes en el mercado interno.
Juro solemnemente que a mí no me place viajar desde España con las 4
gomas de mi automóvil bajo el brazo. No es fácil buscarlas y
empaquetarlas, además de encontrar un taxi con suficiente capacidad para
llevarme al aeropuerto sin protestas.
Hacer la cola en los vuelos hacia la isla desde cualquier parte del
mundo es como meterse en una convención de vendedores ambulantes,
cargados de las mercancías más insólitas, muebles, interruptores
eléctricos, repuestos de autos, bombillos de luz, televisores, bombas de
agua o prótesis mamarias.
Lo que falla no son las regulaciones aduanales sino el comercio interno
y el gobierno debe aceptar que viene fallando desde siempre.
Prácticamente el país no ha tenido un solo momento de abastecimiento
pleno, sin escasez ni racionamiento.
Un viejo chiste dice que si Jesucristo hubiera sido cubano nunca lo
hubieran crucificado porque aquí cuando no falta el martillo escasean
los clavos o se pierde la madera. De hecho no hay un lugar en toda Cuba
donde se pueda comprar un par de tablas legalmente.
El mercado negro enseguida se apropia del espacio, dudo que haya otro
país con uno tan pujante y moderno como el de Cuba. Tiene incluso webs
como Revolico o Porlalivre donde se oferta todo, al doble de lo que
cuesta fuera y a la mitad de lo que vale en Cuba.
Da igual que se trate de un tubo de pasta de dientes o de una laptop de
última generación, todo será más barato que en las tiendas del Estado,
es que los mercaderes le suben apenas un 100% mientras que el gobierno
le aplica un impuesto del 240%.
La mayor parte de la ropa y zapatos que venden el Estado es mercancía
vieja, cara y de mala calidad. Un par de zapatos puede durar un mes y no
hay donde protestar cuando se rompen porque la defensoría del consumidor
en Cuba es una utopía.
Con las nuevas regulaciones aduaneras el gobierno ha puesto la carreta
delante de los bueyes, prohibiendo la importación antes de ser capaz de
crear un sistema comercial que satisfaga mínimamente las necesidades de
consumo de los ciudadanos.
Nadie debe temer que la importación ponga en crisis el comercio para eso
basta con la propia ineficiencia de las autoridades encargadas de
abastecer el mercado. Es que ni siquiera son capaces de mantener en las
tiendas de forma permanente las frazadas para limpiar pisos.
Lo peor es que estas medidas solo afectarán al ciudadano que viaja de
vez en cuando pero no detendrá el contrabando duro porque este entra al
país de forma cotidiana en las maletas de las tripulaciones de aviación
o en pacas, con el visto bueno de aduaneros corruptos.
Source: La aduana cubana y el mercado - Havana Times en español -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=97647
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