abril 19, 2012
Fernando Ravsberg
HAVANA TIMES, 19 abr — "En Cuba no va a haber reforma política", es
sorprendente que esta frase del vicepresidente Marino Murillo haya sido
la más publicada de la conferencia de prensa realizada durante la visita
del Papa Benedicto XVI a Cuba el mes pasado.
Me cuesta ver la "noticia" en una posición que el gobierno cubano
mantiene desde hace medio siglo. Nunca, ninguna autoridad nacional ha
expresado la más remota posibilidad de que en la isla se vaya iniciar
una transición política.
Sin embargo, creo que hubo otros momentos de su intervención más
destacables como cuando aseguró que esta vez los cambios en la economía
son estratégicos y vienen para quedarse, es decir que no habrá marcha atrás.
Un tema importante, que puede dar un poco de seguridad a los que por
estos días emprenden la aventura de iniciarse en el trabajo autónomo,
que reciben tierras de labranza o que invierten sus ahorros en una casa
o un automóvil.
No sería la primera vez que se produce una apertura económica que
termina unos años después con un cierre estrepitoso. La mayoría de los
cubanos ya lo han vivido directamente y los que eran muy jóvenes conocen
las anécdotas por sus padres.
"Yo voy a aprovechar esto mientras dure", me dice un amigo que abrió una
cafetería. Es una filosofía bastante extendida que hace avanzar a la
gente con cautela y tratando de mantener siempre una muda de ropa seca,
por si acaso.
Es verdad que la apertura de los años 90 se disolvió apenas la economía
empezó a mejorar pero no es menos cierto que el propio Fidel Castro
advirtió en 1993 que se volvería al modelo estatizado en cuanto hubiera
condiciones.
La gran diferencia es que ahora las máximas autoridades del gobierno
dicen que los cambios tienen un carácter permanente. Ya no son un mal
necesario para salir de la crisis sino el nuevo modelo de economía y
sociedad.
Hasta Juan Manuel Santos -presidente colombiano y principal aliado de
EE.UU. en Sudamérica- aconseja no ser indiferentes a las reformas en
Cuba, "hay que conseguir consensos mínimos para que esos cambios lleguen
a buen puerto, por el bien de su gente".
El empresario cubanoamericano de Miami, Carlos Saladrigas, me decía en
una entrevista que el gobierno no tiene otras opciones, "la gran
pregunta no es si van a dar marcha atrás sino cuán rápido van a ir hacia
adelante".
Ciertamente lo que más se le critica a Raúl Castro y su equipo es la
lentitud. Un economista me explicó que cada medida es precedida de
estudios de factibilidad, análisis de las repercusiones socioeconómicas
y pruebas piloto sobre el terreno.
Los cubanos estaban acostumbrados a cambios más rápidos. En 1968, en una
sola campaña se estatizaron todos los pequeños negocios y en un día de
1993 se legalizó el dólar, el trabajo por cuenta propia y la inversión
extranjera.
De todas formas quise saber más sobre las razones de la lentitud así que
fui directo a la fuente, me acerqué al vicepresidente Marino Murillo y
le pregunté: ¿por qué no avanzan más rápido en los llamados "ajustes del
modelo"?.
Fue muy concreto: "tenemos un déficit de liquidez de divisas que hace
más trabajosa cualquier transformación, la crisis mundial dificulta los
créditos y también nos falta prepararnos mentalmente para los cambios".
Un banquero extranjero me explicó que no tendrían liquidez mientras la
Salud y la Educación fueran gratuitas. De inmediato dos de sus empleadas
cubanas le respondieron, con cierta pasión, que aquí la gente nunca
aceptaría la privatización de esos sectores.
El gobierno trata de reducir costos limitando, por ejemplo, el acceso
desproporcionado a la enseñanza superior. Una académica me explicó que
reducir plazas es fácil, "se complica porque hay que hacerlo sin
cerrarle la puerta a los más humildes".
Saladrigas asegura que hay que dejar libres a los mercados porque ellos
se auto regulan pero lo cierto es que no fueron capaces de hacerlo en
EE.UU. ni en Europa, donde los gobiernos han tenido que intervenir para
rescatarlos y contener la crisis.
Cuando hablo con la gente común la mayoría sueña con un mejor ingreso
familiar pero sin perder sus beneficios sociales. Es una combinación
difícil porque si se le pagase mejores salarios a los médicos y maestros
los costos de esos sectores se dispararían.
Evidentemente ninguna reforma resulta sencilla cuando se anda escaso de
financiamiento pero cada líder vietnamita que visita Cuba les recuerda
que para impulsar la Doi Moi (la renovación) lo más importante es el
cambio de mentalidad.
Una política más decidida y trasparente con los dirigentes que roban,
con los negligentes y, en particular, con aquellos que ya probaron
repetidamente su incapacidad, daría los recursos y crearía las
condiciones para impulsar nuevos cambios en beneficio de la gente.
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