Armando Durán
Martes, 17 de abril de 2012
¿Será por eso que estos días Nelson Bocaranda ha hablado de reuniones
misteriosas en La Habana entre generales cubanos y venezolanos con la
presencia fugaz de Chávez? ¿Será por eso que María Corina Machado pidió
la semana pasada en la Asamblea Nacional abrir una investigación
parlamentaria sobre la penetración militar cubana en la Fuerza Armada
Nacional?
El 30 de octubre del año 2000, Hugo Chávez y Fidel Castro firmaron el
llamado Convenio de Cooperación Integral entre las dos naciones. Desde
ese día, la ayuda económica venezolana a Cuba y la influencia política e
ideológica del régimen cubano en Venezuela no han dejado de crecer. Hoy
por hoy, Cuba y Venezuela se sostienen gracias a la dependencia
recíproca de los dos polos de la alianza.
La gravedad de esta situación la define con precisión el insólito
artículo 2 del convenio, el cual señala que "la República de Cuba
suministrará las tecnologías y productos que estén a su alcance para
apoyar el amplio programa de desarrollo económico y social de la
República Bolivariana de Venezuela... y serán pagados, en el valor
equivalente a precio de mercado mundial, en petróleo y sus derivados".
En otras palabras, este acuerdo no regula un simple caso de asistencia
solidaria de Venezuela a Cuba, ni pone límites al intercambio, sino todo
lo contrario: Cuba le tiende la mano a Venezuela y Pdvsa se ocupa de
pagar la solidaridad isleña con barriles muy concretos de petróleo,
53.000 barriles diarios cuando comenzó a ejecutarse el Convenio, que
ahora son alrededor de 130.000.
Además del enorme costo que representa para Venezuela esta parte del
acuerdo, el convenio incluye otras cuatro áreas que amplían
considerablemente los alcances de la supuesta cooperación integral: 1.
La presencia en Venezuela de decenas de miles de funcionarios cubanos,
civiles y militares, dentro del marco de misiones que pretenden ser
exclusivamente médicas, educativas y deportivas pero que no lo son.
2. Relaciones comerciales mediante las cuales Cuba recibe, también a
cambio de servicios no determinados, bienes y productos no petroleros
procedentes de Venezuela.
3. Asistencia crediticia venezolana, sin que se sepa el monto de esos
créditos ni sus condiciones.
4. La puesta en marcha en Cuba de negocios conjuntos, que van desde
plantas para fabricar ollas arroceras, hasta el tendido del cable
submarino de fibra óptica entre los dos países y la reconstrucción y
manejo de la refinería Camilo Cienfuegos en las proximidades de la
ciudad cubana de Cienfuegos, todo ello, naturalmente, financiado con
capital público venezolano.
En el clima de absoluto hermetismo que ambos gobiernos le imprimen a sus
relaciones, este intercambio de servicios cubanos de naturaleza no
determinada y sin valor comprobable de mercado por dinero, petróleo y
sus derivados, bienes y productos no petroleros, impide determinar la
equivalencia en dólares del intercambio y el monto de la deuda, que en
principio se supone que sea cubana, pero que tras algunas sumas y restas
de tahúr puede terminar convertida en deuda venezolana.
El resultado del convenio ha sido una travesía perfecta, sin nubes de
tormenta en el horizonte.
Hasta ahora, cuando el cáncer y las elecciones de octubre ponen en serio
peligro la estabilidad del actual régimen venezolano. ¿Cuál sería para
Cuba el efecto directo de una debacle chavista en el futuro inmediato?
¿Resistirán los cubanos las penurias de la caída de otro muro de Berlín?
Al margen de cualquier interpretación del complejo momento político
venezolano, y por mucho que en una eventual presidencia de Henrique
Capriles Radonski se pretenda conservar dentro de una cierta normalidad
las relaciones con La Habana, resulta inevitable que sus ministros
tendrán que sacar de inmediato las cuentas pendientes entre las dos
naciones y exigir los pagos correspondientes, como primer e
imprescindible paso para proceder a una sana revisión del convenio del
año 2000. Desde esta perspectiva, no cabe la menor duda de que Cuba hará
todo lo posible (y lo imposible) para garantizar que nada, lo que se
dice nada, le impida a Chávez o a su sucesor conservar el poder. En ello
le va la vida al régimen cubano.
¿Será por eso que estos días Nelson Bocaranda ha hablado de reuniones
misteriosas en La Habana entre generales cubanos y venezolanos con la
presencia fugaz de Chávez? ¿Será por eso que María Corina Machado pidió
la semana pasada en la Asamblea Nacional abrir una investigación
parlamentaria sobre la penetración militar cubana en la Fuerza Armada
Nacional? ¿Será por eso que la medianoche del pasado miércoles, nada más
regresar de La Habana, Chávez se reunió en Miraflores con José Vicente
Rangel, Adán Chávez, Diosdado Cabello, Elías Jaua y Nicolás Maduro?
¿Simple charla de viejos camaradas entregados a la amable tarea de
recordar el pasado ante las cámaras de televisión? ¡Por favor!
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