Economía
El 85 % de la población cubana considera que no hay mejoras con las
reformas (I)
La encuesta del IRI, una fuente preciosa de información que el Estado
cubano no está interesado en ofrecer
Marlene Azor Hernández, México DF | 26/06/2012 10:32 am
Los voceros gubernamentales se han apresurado a decir que los resultados
de la última encuesta aplicada por el IRI en Cuba y publicada por estos
días, es inservible por sesgada.
Sin embargo los criterios para desacreditarla padecen de la
superficialidad y manipulación de siempre: todo lo que venga de una
institución extranjera que no coincida con el discurso oficial es una
maniobra del "enemigo".
Sospechan de la institución que la produce y de las preguntas, y de esta
manera invalidan sus resultados: una fuente de información preciosa que
el Gobierno cubano por su parte, no produce.
Sería motivo de discusión si hacer preguntas directas sobre el
multipartidismo pudieran ser consideradas como que inducen a respuestas
esperadas. De cualquier modo las respuestas son el resultado del
contexto y no de la formulación de las preguntas. En una situación como
la cubana, en la cual los derechos ciudadanos —sobre todo los civiles y
los políticos, aunque también los económicos y los restantes (sociales y
culturales)— no pueden ser defendidos en los tribunales frente a las
arbitrariedades de los funcionarios del Estado, una pregunta sobre las
apetencias de cambios hacia una mayor libertad tendrá siempre una
respuesta mayoritaria a su favor. Por lo tanto si algo "sesga" las
respuestas es el contexto económico social y político adonde se aplica y
no sustancialmente la formulación de las preguntas.
Pero plantear, que una pregunta sobre los beneficios que le han traído
las reformas a los entrevistados es una pregunta sesgada[1], es querer
tapar el sol con un dedo. Ninguno de sus críticos se ha referido a las
bases metodológicas de la encuesta y sin hacerlo, las críticas son
superficiales y manipuladoras. La representación por edad y sexo en el
territorio de cada provincia permite afirmar que es una muestra válida.
Para impugnar estos resultados es imprescindible demostrar que la
muestra consultada no es estadísticamente válida y en eso los
detractores de la encuesta desaparecen del escenario.
Medidas cosméticas.
En un sustancial dossier[2] "Cuba: el cambio a debate", se recopila las
demandas de la población hechas en 2007, a partir del llamado a consulta
de la población por la dirección del país. Comparando las demandas con
las reformas realizadas hasta el momento es posible explicar por qué el
85 % de la población hoy, no ha visto beneficios con las reformas a su
situación personal.
El historiador y politólogo Domingo Amuchástegui cita cifras oficiales
de 1.300,000 críticas y propuestas referidas a diversos temas y zonas de
la realidad cubana en el 2007.
Es posible agruparlas en cuatro temas y niveles de la sociedad:
Las carencias cotidianas y prohibiciones y obstáculos para resolverlas.
El deterioro y las propuestas de cambio sobre la educación y la salud.
Las críticas al ordenamiento económico y las propuestas de cambio.
Las críticas al ordenamiento político-jurídico y las propuestas de
cambio.
En el orden de las carencias cotidianas, la agonía de los salarios
frente a una canasta básica cara y cada vez menos accesible, sigue
siendo el planteamiento más importante en el resultado de los debates de
los Lineamientos cuatro años después y no resuelto hasta la actualidad.
Unido a esta, están todas las trabas burocráticas que hay que vencer
para resolver los servicios de la comunidad: desde la vivienda y la
imposibilidad de reparar y construir por cuenta propia hasta la ausencia
de los mercados para satisfacer la necesidad de ropa, calzado y cambio o
reposición de efectos electrodomésticos. Las prohibiciones legales para
realizar transacciones de bienes personales como las casas y autos,
parcelas de tierras, ganado vacuno y otros. La falta de transporte
público como un problema endémico.
La prohibición para acceder a hoteles y centros turísticos por los
nacionales cubanos. La falta de empleo y la desocupación en los jóvenes
como un problema grave que frena la incorporación de este sector a la
vida laboral.
De todos estos reclamos, las reformas han permitido entrar en los
hoteles y centros turísticos a los nacionales, han permitido la
adquisición de celulares y videos, la venta y compra de casas y autos
(estos últimos referido a los autos de uso de varias décadas y no a los
autos nuevos), y la posibilidad de reconstruir por cuenta propia las
viviendas —siempre que existan los materiales— y un crédito para estos
fines para las personas de más bajos ingresos. Todas estas reformas
privilegian a los que poseen el más alto nivel de recursos (remesas,
trabajo en el exterior y algunos sectores pagados en divisa), y aunque
imprescindibles, no inciden para nada en la mejora de la vida cotidiana
para la mayoría de la población. Sin la posibilidad de contar en el
mercado nacional con los materiales de construcción necesarios, los
créditos a los sectores de más bajos ingresos se convierten en una
medida sin sentido.
El deterioro y las propuestas de cambio en el sector de la educación y
la salud se refieren a las negativas condiciones de trabajo y de salario
de estos profesionales y a la carencia y/o mala calidad de los servicios
que brindan. Desde esa fecha se viene planteando la falta de políticas
para detener el declive de estos servicios y la indefensión de la
comunidad para resolverlos. Estos mismos planteamientos se encuentran
cuatro años después en los resultados de la discusión de los
Lineamientos y siguen sin obtener atención por parte del Estado.
Las críticas al ordenamiento económico en 2007 son mayoritarias sobre la
doble moneda y las consecuencias nefastas para la economía nacional y
personal. Cinco años después, la mayoría de los trabajadores sigue
recibiendo sus salario en pesos cubanos, mientras la posibilidad de
consumo de los productos de primera necesidad solo es posible en moneda
convertible o en el equivalente a esta moneda que, como planteó Eliécer
Ávila hace algunos años, encarece en la práctica 24 veces el consumo
popular. La libreta de abastecimiento se ha convertido en la posibilidad
de un consumo virtual y la doble moneda no permite cálculos reales sobre
la productividad del trabajo, sobre todo del sector estatal altamente
ineficiente y parasitario.
En un nivel estructural, la población abogó masivamente[3] por la
eliminación del monopolio estatal de la propiedad y la producción. En
aquel momento se hizo la demanda de expandir nuevas formas de propiedad
como la propiedad personal, familiar, cooperativa y la ampliación de las
formas de inversión extranjera no solo la concentrada con el Estado,
sino además incluyendo la inversión de los cubanos en el exterior para
crear empresas pequeñas y medianas en el país con pares nacionales.
Cinco años después, solo en el renglón de la expansión de las
cooperativas —no solo en la agricultura sino también en los servicios y
la industria—, se sigue "estudiando" con experimentos puntuales como si
no existieran referentes de cooperativas antes de 1959 en Cuba o sus
similares en el mundo contemporáneo. Parece ser que los "experimentos"
repiten los criterios de verticalidad y control por parte del Estado,
típico de las cooperativas estalinistas, que demostraron su fracaso en
Cuba y en el resto de las experiencias europeas del Socialismo estatal.
Mientras no se elimine el monopolio estatal sobre las exportaciones y
las importaciones, cualquier medida de liberalización económica choca
con la incapacidad financiera y burocrática del Estado para suministrar
los recursos imprescindibles y hace fracasar desde el inicio, otros
tipos de propiedad y otros tipos de producción.
Por eso, hasta ahora, las medidas de liberalización económicas o
sociales son percibidas como cosméticas por la inmensa la mayoría de la
población. ¿Será el 85 o un porciento mayor?
[1] Encuesta IRI, la pregunta: "De las reformas implementadas, ¿Se ha
beneficiado usted directamente?" página 22.
[2] Encuentro de la cultura cubana # 47 invierno 2007-2008 de los
intelectuales e investigadores Pablo Díaz Espi, Manuel Cuesta Morúa,
Juan Antonio Blanco, Haroldo Dilla, Domingo Amuchástegui, Dagoberto
Valdés, Carlos Alzugaray y Antonio José Ponte.
[3] Domingo Amuchástegui cita la cifra de seis millones de
participaciones en este sentido.Ob cit página 83.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/el-85-de-la-poblacion-cubana-considera-que-no-hay-mejoras-con-las-reformas-i-277966
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