Obama no entiende por qué Raúl le muerde la mano
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 3 Oct 2015 - 11:11 pm.
El presidente estadounidense pensaba que Cuba podía reformarse y
normalizarse tan pronto su país le tendiera la mano.
Raúl Castro atacó al "bloqueo", reclamó la base de Guantánamo y pidió el
fin de las transmisiones de Radio Martí. Defendió a Nicolás Maduro y a
Rafael Correa. Se colocó junto a la Siria de Al Assad, a Irán, a Rusia,
a la independencia de Puerto Rico. Criticó la economía de mercado y
cerró con broche de plomo con una cita de su hermano Fidel, gesto
obligatorio dentro de la untuosa liturgia revolucionaria cubana.
Poco después, se reunió con el presidente norteamericano. Según cuenta
The Washington Post, Obama le mencionó, algo decepcionado, el ignorado
asunto de los derechos humanos y la democracia. No hubo el menor atisbo
de apertura política.
Obama no entiende que con los Castro no existe el quid pro quo o el
"toma y daca". Para los Castro el modelo socialista (lo repiten
constantemente) es perfecto, su "democracia" es la mejor del planeta, y
los disidentes y las Damas de blanco que piden libertades civiles son
solo asalariados de la embajada yanqui, inventados por los medios de
comunicación, que merecen ser apaleados.
El Gobierno cubano nada tiene que rectificar. Que rectifique EEUU, poder
imperial que atropella a los pueblos. Que rectifique el capitalismo, que
siembra de miseria al mundo con su mercado libre, su asquerosa
competencia, sus hirientes desigualdades y su falta de conmiseración.
Para los Castro, y para su tropa de aguerridos marxistas-leninistas,
indiferentes a la realidad, la solución de los males está en el
colectivismo manejado por militares, con su familia en la cúspide
dirigiendo el tinglado.
Raúl y Fidel, y los que los rodean, están orgullosos de haber creado en
los años 60 el mayor foco subversivo de la historia, cuando fundaron la
Tricontinental y alimentaron a todos los grupos terroristas del planeta
que llamaban a sus puertas o que forjaban sus propios servicios de
inteligencia.
Veneran la figura del Che, muerto como consecuencia de aquellos
sangrientos trajines, y recuerdan con emoción las cien guerrillas que
adiestraron o lanzaron contra medio planeta, incluidas las democracias
de Venezuela, Argentina, Colombia, Perú o Uruguay.
Se emocionan cuando rememoran sus hazañas africanas, realizadas con el
objetivo de crear satélites para gloria de la URSS y la causa sagrada
del comunismo, como en Angola, cuando consiguieron dominar a las otras
guerrillas anticoloniales, y luego a sangre y fuego vencieron a los
somalíes en el desierto de Ogadén, sus amigos de la víspera de la
guerra, ahora enfrentados a Etiopía, el nuevo aliado de La Habana.
No sienten el menor resquemor por haber fusilado adversarios y
simpatizantes, perseguido homosexuales o creyentes, confiscado bienes
honradamente adquiridos, separado familias, precipitado al éxodo a miles
de personas que acabaron en el fondo del océano. ¿Qué importan estos
pequeños dolores individuales, ante la gesta gloriosa de "tomar el cielo
por asalto" y cambiar la historia de la humanidad?
¡Qué tiempos aquellos de la guerra no-tan-fría, cuando Cuba era la punta
de lanza de la revolución planetaria contra EEUU y sus títeres de
Occidente! Época gloriosa traicionada por Gorbachov en la que parecía
que pronto el Ejército Rojo acamparía triunfante en las plazas de
Washington.
El error de Obama es haber pensado que los 10 presidentes que lo
antecedieron en la Casa Blanca se equivocaron cuando decidieron
enfrentar a los Castro y a su revolución, señalándolos como enemigos de
EEUU y de las ideas que sostienen las instituciones de la democracia y
la libertad.
Obama no entiende a los Castro, ni es capaz de calibrar lo que
significan, porque él no era, como fueron Eisenhower, Kennedy, Johnson,
Nixon, Ford, Carter, Reagan, y Bush (padre), personas fogueadas en la
defensa del país frente a la muy real amenaza soviética.
Incluso Clinton, ya en la era post-soviética, quien prefirió escapar
antes que pelear en Vietnam, comprendió la naturaleza del Gobierno
cubano y aprobó la Ley Helms-Burton para combatirlo. Bush (hijo) heredó
de su padre la convicción de que a 90 millas anidaba un enemigo y así lo
trató durante sus dos mandatos.
Obama era distinto. Cuando llegó a la presidencia, hacía 18 años que el
Muro de Berlín había sido derribado, y para él la Guerra Fría era un
fenómeno remoto y ajeno. No percibía que había sitios, como Cuba o Corea
del Norte, en los que sobrevivían los viejos paradigmas.
Él era un community organizer en los barrios afroamericanos de Chicago,
preocupado por las dificultades y la falta de oportunidades de su gente.
Su batalla era de carácter doméstico y se inspiraba en el relato de la
lucha por los derechos civiles. Su leitmotiv era cambiar a América, no
defenderla de enemigos externos.
Como muchos liberals y radicales norteamericanos, especialmente de su
generación, pensaba que la pequeña Cuba había sido víctima de la
arrogancia imperial de EEUU, y podía reformarse y normalizarse tan
pronto su país le tendiera la mano.
Hoy es incapaz de entender por qué Raúl se la muerde, en lugar de
estrecharla. No sabe que los viejos estalinistas matan y mueren con los
colmillos siempre afilados y dispuestos. Es parte de la naturaleza
revolucionaria.
Source: Obama no entiende por qué Raúl le muerde la mano | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1443906669_17295.html
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