Agricultura
Los contratos y la agricultura cubana
Orlando Freire Santana
La Habana 21-05-2012 - 9:14 am.
En los últimos tiempos, los jerarcas de la economía nacional apuestan
por la planificación y la contratación económica como varitas mágicas
para resolver todos los problemas que se presenten en las empresas y
entidades del país. Cada vez que aumentan las cuentas por pagar o por
cobrar, si los inventarios abarrotan los almacenes de una entidad, si no
se cumplen los planes de ventas, o cuando los indicadores económicos de
una empresa experimentan un deterioro apreciable, se aduce que fallaron
los planes y los contratos.
Pero, paradójicamente, abundan las opiniones acerca de lo deficiente que
resulta el trabajo a nivel de base en ambas actividades. A pesar de la
celebración de seminarios, clases metodológicas, así como la emisión de
instrucciones a los empresarios, proliferan los planes poco tensos, o
sea, por debajo del potencial productivo de las entidades, además de la
firma de contratos formales que en la práctica impiden demandar a los
incumplidores. A lo anterior se suma el hecho de que, aun si la
contratación resultase exitosa, en una economía que aspira a la
dinamización, con un gradual incremento de ciertas palancas del mercado
—como, al menos de palabra, se quiere dotar a la economía cubana—, el
exceso de planes y contratos pudiera oficiar como una camisa de fuerza
que entorpezca la gestión empresarial.
Y si quisiéramos ahondar en un sector donde los contratos marchan de mal
en peor, no dudamos en mirar hacia la agricultura. Se conoce que
nuestros productores agropecuarios tratan por todos los medios de evadir
la firma de contratos con las Empresas de Acopio, que son las encargadas
por el Gobierno de comprar la mayor parte de lo que producen los
campesinos cubanos. Esas compras son las que, entre otros destinos,
surten posteriormente a los Mercados Agropecuarios Estatales,
generalmente mal abastecidos, y que venden a la población a precios
topados, supuestamente inferiores a los que rigen en condiciones de
oferta y demanda.
La negativa de los productores se debe a que Acopio es quien fija el
precio de las producciones que adquiere —casi siempre considerado bajo
por los campesinos—, con frecuencia les indica a los productores qué
renglones cultivar, y no faltan ocasiones en que, a causa de la
burocracia, el papeleo, la ineficiencia, y hasta las increíbles
carencias que caracterizan la gestión estatal —pueden faltar, por
ejemplo, los envases o el combustible para los vehículos—, incumple con
la recogida de las cosechas. Esta última situación irrita sobremanera a
los productores, ya que a veces, no obstante cumplir o sobrecumplir los
planes de producción, contemplan con amargura cómo los productos no
llegan a la mesa de los consumidores porque el Acopio estatal fue
incapaz de participar en su comercialización.
Entonces la no firma de contratos con Acopio posibilita que los
campesinos puedan sembrar aquellos renglones que les sean más rentables,
fijar el precio de venta de sus productos, y ofrecerlos al primer
comprador que aparezca, que casi siempre son los que el oficialismo
califica despectivamente como "intermediarios", esas personas hábiles y
emprendedoras que siempre hallan los envases, el combustible para los
camiones, que pagan al contado —Acopio paga con los demorados cheques— y
que al final mantienen muy bien surtidos a los Mercados Agropecuarios de
oferta y demanda.
Incluso se han dado casos como el de los productores del guantanamero
Valle de Caujerí, los cuales desviaron una porción importante del tomate
cosechado, y lo vendieron a otros compradores, a pesar de tener toda la
producción contratada con la Empresa de Acopio local. El periódico
Granma, órgano oficial del Partido Comunista, calificó de "forajidos" a
dichos productores.
A la postre, resaltan las distintas motivaciones de estos dos actores
que participan en la cadena producción-comercialización-consumo de los
productos agropecuarios: el intermediario y Acopio. El primero movido
por el interés personal, mientras la segunda entidad como exponente de
los dueños sin rostro de la propiedad social. Es que el oficialismo aún
se empecina en ignorar la gran lección que nos legara el economista
inglés Adam Smith en su libro de 1776 La riqueza de las naciones: "Al
buscar satisfacer sus propios intereses, los individuos son conducidos
por una mano invisible que permite alcanzar el mejor objetivo social
posible".
http://www.diariodecuba.com/cuba/11158-los-contratos-y-la-agricultura-cubana
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