Cuba: turismo e ideología
[26-09-2012]
Miguel Sales Figueroa
(www.miscelaneasdecuba.net).- El gobierno de Cuba publica
regularmente estadísticas halagüeñas sobre el comportamiento del sector
turístico de la isla. Según las autoridades, el número de visitantes
internacionales y los ingresos conexos crecen cada año. En medio de la
catástrofe de la industria azucarera, los rendimientos aleatorios de la
agricultura, los vaivenes del mercado del níquel y la precariedad del
trueque de servicios por petróleo venezolano, el turismo parece ser,
junto con las remesas de los exiliados, la única fuente estable de
divisas con que cuenta el régimen cubano.
Así, en 2011 acudieron a la isla 2,7 millones de visitantes que
aportaron unos 2.500 millones de dólares al erario público. Se espera
que este año la cifra de viajeros se aproxime a los 3 millones, que
gastarán alrededor de 3.000 millones de dólares en bienes y servicios.
Aun suponiendo que estos datos oficiales sean fidedignos, las cifras
están lejos de cuantificar un éxito incontestable. Para situarlas en el
contexto internacional, cabe señalar que la Torre Eiffel recibe 7
millones de visitantes al año y a Disneyland París van 15 millones.
España, que tiene cuatro veces y media la población de Cuba, acoge 20
veces más turistas (unos 60 millones) cada año. La República Dominicana,
con una población equivalente (10 millones) y la mitad de la superficie
de Cuba, recibe anualmente a 4 millones de visitantes y México, a 23
millones.
¿Por qué el sector turístico cubano obtiene resultados relativamente
modestos? Después de todo, la combinación de clima, playa, cultura, sexo
y paisaje que la isla ofrece al viajero es igual o superior a la de
otros países de la región.
Uno de los factores que explican la lentitud del desarrollo turístico en
la isla es la confrontación política con Estados Unidos, su mercado
natural. En 1957, Cuba recibió 350.000 turistas, el 85% de ellos
estadounidenses. Después del triunfo del castrismo en 1959, la ruptura
con Washington y el embargo subsecuente, el turismo norteamericano se
interrumpió. En 1972 Cuba sólo acogió a unos 2.600 viajeros
internacionales. De hecho, la isla tardaría 33 años en recuperar el
volumen de visitantes de 1957.
Al embargo estadounidense hay que añadir la ideología que, con
altibajos, ha sustentado al régimen cubano durante medio siglo. Las
autoridades castristas siempre han mirado con repugnancia ese invento de
la alta burguesía inglesa del siglo XIX, consistente en ir a pasear a
países más cálidos con bermudas de cuadros y una cámara de fotos colgada
al cuello. Para construir el comunismo es indispensable controlar los
movimientos de la población, la circulación de las ideas y la
información. Y esa tarea resulta muy difícil cuando hay millones de
extranjeros vagabundeando por el país.
En consecuencia, mientras duraron los subsidios soviéticos, el gobierno
cubano desdeñó el turismo internacional. En esos años el sector no fue
una fuente de ingresos para Cuba sino un capítulo de gastos. El
Instituto de Amistad con los Pueblos invitaba constantemente a
simpatizantes y posibles tontos útiles que, tras pasar una semana en la
isla visitando granjas porcinas y bebiendo mojitos, regresaban a sus
países a pregonar a los cuatro vientos las maravillas del paraíso
proletario del Caribe. Hasta 1991, esta especie de "peregrinos
políticos" –para emplear la expresión de Paul Hollander- desempeñó una
función muy importante en la promoción internacional del castrismo.
Ahora, el régimen de Raúl Castro parece haber descartado finalmente los
escrúpulos ideológicos con respecto al turismo internacional, del mismo
modo que se ha resignado a recibir las remesas y visitas de los
exiliados. Los jerarcas cubanos han hecho de tripas corazón, calculando
que la ventaja económica compensará el menoscabo ideológico. El próximo
paso será abrir de par en par las puertas al mercado estadounidense, si
Obama quiere y el Congreso no se interpone.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37200
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