El bloqueo/embargo: ¿endurecimiento, flexibilización o suspensión?
P. CAMPOS Y A. CHAGUACEDA | Madrid | 2 Jun 2014 - 10:08 am.
Por el bien de Cuba y EEUU, el bloqueo/embargo debe suspenderse total e
incondicionalmente.
La carta de 44 importantes personalidades norteamericanas al Presidente
Obama, solicitando una flexibilización del bloqueo/embargo, ha dado un
nuevo impulso a la vieja disputa sobre los efectos reales del mismo para
la situación política en Cuba.
Los firmantes de la misiva, convencidos de que el bloqueo/embargo no ha
conseguido sus propósitos, creen que llegó el momento de flexibilizarlo
al máximo, lo cual podría crear condiciones para el fortalecimiento de
una sociedad civil y económica independiente del Gobierno que, a la
larga, se impondría en el escenario criollo.
A contrapelo, los partidarios de mantenerlo y/o endurecerlo, creen que
su flexibilización brindaría oxígeno al ya caduco régimen insular —que
muta hoy de capitalismo monopolista de Estado, que esconde el socialismo
estatista, a capitalismo de Estado, bajo el comando de la misma élite
dirigente.
Nos parece que, aun respetando sus soberanas opiniones, ni unos ni otros
valoran el carácter intrínsecamente lesivo y torpe del bloqueo/embargo,
por todas sus consecuencias negativas para el pueblo de Cuba. Política
esta que en nada ha afectado las vidas ni el poder de los gobernantes en
más de medio siglo; pero que sí les ha servido para justificar sus
desastres económicos y su accionar antidemocrático. Y, sobre todo, para
mostrarse ante la izquierda mundial como los grandes campeones del
antiimperialismo, evitando su total aislamiento internacional.
Ambas posiciones parecen asumir, en grado considerable, que las
políticas de EEUU hacia Cuba son variables determinantes para el futuro
del gobierno en la Isla. Y si bien no se puede negar el peso geopolítico
del vecino país y su influencia en nuestra corta historia y pequeña
nación, ello no puede equivaler a alimentar la propaganda central
neo-plattista del gobierno cubano, que insiste en que los problemas de
Cuba estarían determinados, en primer lugar, por las contradicciones con
EEUU y que, por tanto, la solución a los mismos dependería de la
evolución de esa problemática y en primer lugar del bloqueo/embargo.
Es el sistema implantado en Cuba, en nombre del socialismo, la
revolución, clase obrera y el "marxismo leninismo", el principal
causante del desastre económico, político y social que sufren nuestros
compatriotas. El capitalismo monopolista de Estado, dirigido por la
élite militar, gerencial e ideológica de La Habana, es el obstáculo
principal al desarrollo de una Cuba próspera, progresista y democrática,
que pueda transitar, pacífica y paulatinamente, a una forma superior de
sociedad post-capitalista, aprovechando su envidiable posición
geográfica, el capital humano (y económico) de su comunidad trasnacional
y los avances de la economía del conocimiento. Sus máximos dirigentes
saben fracasado el modelo, aunque no lo reconozcan abiertamente y no
estén dispuestos a perder las riendas principales del control económico
y político. De ahí las reformas económicas tardías, preñadas de
inconsecuencias y contradicciones, sin cambios sustantivos en el sistema
político.
Debe recordarse que, después de la desaparición de la URSS y la crisis
del llamado Período Especial, el gobierno cubano fue capaz de
sobrevivir, a despecho de innumerables vaticinios, en razón de un
conjunto de factores. Estos incluían la sagacidad estratégica de su
máximo líder, experto en fortalecer su hegemonía personal dentro del
aparato burocrático y acompañado de una mística que, aún hoy, alimenta
la fe de un sector de las viejas generaciones de cubanos. También el
control centralizado de la economía —que permitió a Fidel Castro
direccionar y manejar arbitrariamente los recursos financieros
disponibles— y de un sistema político de partido único —donde "los de
arriba" imponen a "los de abajo" las directrices sobre dónde, cuándo,
quiénes y cómo participar en la conducción de la política nacional—;
todo ello articulado sobre un importante control de la información, así
como en niveles de represión sistémica y sistemática del pensamiento y
el activismo político autónomos. Hoy las bases sociales de semejante
poder lo constituyen, desde el bando de los ganadores, una clientela
militar, burocrática e intelectual que goza de prebendas y perdones
—tasados a la medida de su lealtad— y el apoyo y/o anuencias pasivos, de
una amplia "pobrecía", a la que el Gobierno ha brindado niveles,
actualmente decrecientes, de cobertura y protección social básicos.
Sumado a ello, el estandarte nacionalista levantado a costa de las
políticas hostiles de EEUU —en cuyo centro se ubican las medidas del
bloqueo/embargo— y del discurso sobre la "construcción socialista", han
logrado simpatías usufructuables en amplios sectores de la izquierda
internacional. El aprovechamiento de las contradicciones y problemáticas
internacionales para conseguir respaldo político y financiero, vender
servicios turísticos, médicos y profesionales —con altas ganancias por
el alto nivel de explotación de sus trabajadores— y el defalco de la
emigración —obligada a la intermediación estatal en sus contactos
familiares, envío de remesas y productos, viajes y trámites— son
variables explicativas de la hegemonía y resiliencia del régimen
posrevolucionario en los años recientes.
Todos estos elementos, aunque tienen componentes económicos, son
variables de índole esencialmente política. Y los asuntos políticos se
tratan con medidas de igual carácter —a acciones de represión y clausura
internas le corresponden contramedidas favorecedoras de la apertura y el
diálogo pueblo a pueblo, que no excluyan los debidos señalamientos a las
violaciones de Derechos Humanos— y no con sanciones que solo sirven para
avalar la mentalidad de "ciudadela sitiada" y para mantener el control
político. Así, el bloqueo/embargo de EEUU, que busca afectar las bases
económicas del Gobierno, lo que consigue es dotarlo de un enorme capital
político.
Demostrada la inviabilidad práctica y la crisis moral del modelo y
regímenes vigentes en Cuba, las políticas de bloqueo/embargo solo pueden
servir para estabilizar el precario equilibrio que mantiene en pie a su
último reducto. Creemos que el análisis del tema debe incluir no solo
las implicaciones del bloqueo/embargo para EEUU —cuyo prestigio
internacional ha sido erosionado por sucesivas condenas en la ONU y por
el rechazo unánime de América Latina— sino, primordialmente, por el daño
que aquel ha provocado al pueblo cubano, bien sea por las carencias
reales generadas por sus medidas —que afectan, por ejemplo, a
suministros médicos en padecimientos sensibles como el cáncer— o por
haber brindado pretextos al Gobierno para mantener a la ciudadanía
insular en un estado de precariedad cívica y material, comprometiendo
los ideales y luchas históricos de las izquierdas cubanas.
Si tenemos en consideración todos estos elementos, al evaluar el impacto
de las políticas norteamericanas, tendríamos que aceptar que tanto la
limitación como la extensión de las medidas del bloqueo/embargo, hasta
ahora, han resultado contraproducentes a los efectos de promover un
cambio de sistema en Cuba y alentar una democratización de esta
sociedad. En contraste, creemos que su eliminación completa erosionaría
directa o indirectamente buena parte de las bases que sustentan
políticamente el actual "sistema" centralizado de gobierno y economía.
Ciertamente, una apertura total de EEUU, podría brindar al gobierno
cubano algunos beneficios mercantiles que, en el corto plazo, poco
podría aprovechar su obsoleto sistema empresarial y financiero. Pero
pondría de manifiesto los déficits estructurales del modelo vigente y
dejaría a sus dirigentes sin las armas políticas que le sostienen a
nivel domestico e internacional.
Las fuerzas gubernamentales tendrían que adaptarse a las nuevas
condiciones, cambiar la acción y el discurso sobre el "enemigo", pues la
defensa "contra la amenaza imperialista y sus mercenarios" perdería todo
sentido. El autoritarismo y la centralización predominantes tendrían que
dar paso a cambios progresivos en todo el sistema económico-político y
social. Un proceso pacífico de democratización podría facilitarse e
incluso ser acompañado por segmentos del funcionariado y la
intelectualidad leal. Esto beneficiaría la actuación de los partidarios
de una Cuba democrática y plural, "con todos y para el bien de todos",
sin revanchismos ni exclusiones. Una Cuba donde exista pleno respeto a
todos los Derechos Humanos, donde la concordia y la paz se impongan a la
violencia y al odio y las fuerzas políticas y económicas luchen en un
ambiente de iguales oportunidades.
En tal escenario, perdería espacio la confrontación violenta y quedarían
en desventaja las fuerzas más retrógradas del pasado y del presente, de
la nación y de su exilio. Entonces, los partidarios de un socialismo
participativo y democrático, lucharíamos por nuestros ideales en formas
y mecanismos ciudadanos, institucionales y democráticos, como seguro lo
harán las demás fuerzas políticas. Para que todo eso sea posible y para
que el pueblo cubano sea el único responsable de su destino, es
necesario el respeto a la soberanía y la autodeterminación del pueblo de
Cuba, que hoy coartan tanto las políticas de La Habana como de Washington.
En sintonía con ello, por su carácter lesivo, torpe y contrario al
Derecho y la opinión internacionales, así como por el bien de los
pueblos cubano y estadounidense, creemos que el embargo/bloqueo debe
suspenderse total e incondicionalmente.
Source: El bloqueo/embargo: ¿endurecimiento, flexibilización o
suspensión? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1401696488_8846.html
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