¿A la manera china o de ALBA?,
MARTES, 11 DE FEBRERO DE 2014 00:39 ESCRITO POR ROBERTO QUIÑONES HACES
Cuba actualidad, Guantánamo, (PD) Aun habiéndose demostrado que el
derrumbe del llamado "socialismo real" se debió a males sembrados ab
initio y a la más grosera distorsión del marxismo, Fidel Castro y sus
repetidores culparon a los dirigentes soviéticos que iniciaron la
Perestroika.
El sistema político cubano es un calco cuasi mimético del soviético.
Todo lo que allá se hacía, era alabado acá, hasta la invasión de
Afganistán, que provocó una seria división en el Movimiento de Países No
Alineados cuando Cuba lo presidía y Fidel Castro adoptó una postura
pro-soviética.
Autotitulados los únicos baluartes del socialismo, los mandantes cubanos
rechazaron los cambios, reafirmaron el inmovilismo, y en vez de
priorizar un análisis profundo de lo ocurrido, optaron por la presunta
gloria numantina y fortalecieron su comparsa denostadora y repetidora de
consignas. Pero las ofensas y las consignas no producen alimentos ni
bienestar.
Es fácil pedir sacrificios mientras quien los pide lleva una vida
muelle, con todas las necesidades cubiertas, incluso hasta caprichos que
resultan obscenos en medio de tantas carencias.
Por todo eso, propiciaron que Cuba se adentrara en la más traumática y
prolongada crisis de su historia, cuyas consecuencias aún sufrimos.
Si la señora Cristina Fernández puede jactarse de la década ganada por
su gobierno y el de su esposo, los cubanos hemos perdido más de 20 años
–soy benévolo en el cálculo- debido a la contumacia de quienes nos han
dirigido a la fuerza.
En cualquier otro país del mundo, un gobernante que se respete o sienta
un mínimo de respeto hacia la ciudadanía, habría renunciado al poder o
sometido su decisión a la voluntad soberana del pueblo, pero ese no es
el caso de los gobernantes cubanos, quienes desentendidos de los anhelos
del pueblo, se hicieron adictos al poder y a los privilegios que de él
emanan y están poseídos por un mesianismo que aun después de 55 años de
estancamiento en muchos aspectos, los incita a negar que haya otros
cubanos que puedan gobernar mejor que ellos.
En 2006, Raúl Castro recibió lo que en buen cubano se califica como "una
papa caliente". No exento de responsabilidad por los errores cometidos
anteriormente, el general ha impulsado cambios que ni siquiera pudieran
haberse soñado durante el gobierno de su hermano. En los últimos meses,
estos cambios han ocurrido con una frecuencia tan inhabitual para la
monótona vida política y social del país que ya en algunos se aprecia un
tufillo eufórico, como si las compuertas del paraíso proletario se
hubieran abierto para emborracharnos de felicidad.
Cuba cambia, es cierto, pero el asunto estriba en distinguir qué alcance
y trascendencia tienen esos cambios. Hasta ahora, lo que se ha hecho es
conceder a la ciudadanía el disfrute de derechos que le habían sido
conculcados. La medida más trascendente ha sido la promulgación de la
Resolución No.134 de 2013, del Ministerio de Economía y Planificación,
publicada el 20 de mayo del pasado año en la Gaceta Oficial, que en un
futuro cercano favorecerá un mayor dinamismo y competitividad de las
empresas estatales al flexibilizar su objeto social. Pero según la
prensa oficialista, en los próximos meses se promulgarán los cambios más
importantes.
Si en Cuba se aplica la experiencia china, la esencia de los cambios
será cosmética. Su objetivo será la prolongación en el poder de la
nomenclatura burocrática-militar. Si tiene éxito, debe mejorar el nivel
de vida de algunos sectores de la población, pero concomitantemente, las
diferencias sociales y la corrupción alcanzarán una presencia
insoslayable y se convertirán en potentes renovadoras del malestar, el
descreimiento y el éxodo, al menos durante unos años.
Si se aplican los cambios económicos junto con los políticos y se
incorpora a nuestra legislación la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el pacto de los Derechos Civiles y Políticos de la ONU y otros
instrumentos jurídicos internacionales, y sobre todo, si se respetan, no
solo se cumplirá el objetivo democrático sobre el que se erigió lo que
un día fue la revolución cubana, sino que nuestro país dejará de ser una
anormalidad en el hemisferio occidental.
Sin embargo, tal paso necesita de una grandeza de espíritu que no se
avizora en ninguno de nuestros gobernantes. No tenemos un Washington,
Martí ni Mandela dentro del PCC.
No obstante lo peligrosa que pueda parecer esta segunda variante para
los gobernantes cubanos y la suspicacia que despertaría en la
disidencia, es la más viable para Cuba.
Aunque le pese a nuestros gobernantes, nuestra cultura es occidental,
hemos sido educados bajo la influencia benefactora de la libertad y la
democracia que tuvieron en nuestros próceres a encumbrados paradigmas.
La idea de un partido único ha finiquitado, es una aberración política y
una expresión de despotismo y desprecio hacia quienes no hallen dentro
de esa estructura una digna posibilidad de realización. También cercena
la dignidad de los acólitos del sistema, pues al subordinarse
mecánicamente a quienes los dirigen, anulan su ego, se convierten en
individuos carentes de iniciativa o en simuladores y terminan formando
es conglomerado de neuróticos políticos denunciado hace más de 60 años
por Arthur Koestler y Erich Fromm.
Según algunos líderes latinoamericanos que obtuvieron el poder gracias a
la democracia y a la libertad de prensa que tanto critican ahora, Cuba
es la guía a seguir. Contrariamente a sus deseos, tal aseveración ha
servido de combustible a la oposición en sus países, la cual advierte a
sus ciudadanos que si Cuba es su ejemplo, entonces el objetivo de esos
líderes es eliminar las libertades de prensa, palabra, asociación o
reunión y todos los proyectos políticos opuestos al gobierno, con toda
la secuela de abusos que ello trae aparejado.
Así, no es desatinado pensar que en el interín de las reuniones
oficiales se les pida a los gobernantes cubanos que acaben de introducir
los cambios que permitirían que Cuba se sitúe al mismo nivel que el
resto de los países latinoamericanos, lo cual los legitimaría, si es que
pasan la prueba de las urnas. No excluimos la posibilidad de elecciones
fraudulentas, como las ocurridas en México bajo los gobiernos del PRI en
el siglo pasado, y como asegura la oposición que ha ocurrido en Venezuela.
Es indudable que tal decisión repercutiría en el gobierno norteamericano
y provocaría el inicio de un diálogo que acabaría con un distanciamiento
antinatural.
Logrado ese propósito, se continuará hablando del socialismo del siglo
XXI, aunque los gobernantes cubanos sigan sin saber qué es realmente el
socialismo, y mucho menos sus adláteres de Venezuela, Ecuador y Bolivia,
que ya se creen insustituibles.
Para Cuba actualidad: rojequihacfgos@yahoo.es
Source: ¿A la manera china o de ALBA?, | Cuba noticias
actualidad.Periodismo independiente. -
http://www.primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/9847-ia-la-manera-china-o-de-alba-.html
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