Historia de Cuba contada por los frijoles
Aunque falta cemento, acero y desodorantes, muy particularmente se
sienten lejos las legumbres y la cuota de "pollo por pescado"
miércoles, febrero 26, 2014 | Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba.- Dentro de la escasez sistémica y el encarecimiento
de la vida diaria, la pasada semana estuvo marcada por vacíos en los
abastecimientos. Y aunque falta cemento, acero y desodorantes, muy
particularmente se sienten los comestibles.
Más que el pan de la cartilla de racionamiento que ha faltado algún que
otro día, los estómagos claman por la "media noche", el panecillo de un
peso que podía adquirirse liberado, junto al pan racionado, pero que
ahora no producen por falta de harina.
Para muchos sin poder adquisitivo, poco importó que durante varios días
faltara el pollo en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD). Pero sí
importó, y bastante, cuando esta semana, tras permanecer en largas colas
en las carnicerías, la ración de "pollo por pescado" no dio abasto, con
todo y ser un producto racionado, debiendo contentarse la gente con
ingresar en una lista, para cuando se produzca una segunda vuelta, que a
ciencia cierta nadie sabe cuando se producirá. "Esto es más de lo mismo,
cuando no es Juana, es la hermana", dijo malhumorado uno de los que no
alcanzó su cuota de "pollo por pescado".
Como es sabido, aunque Cuba está rodeada de mar, en esta isla el pescado
es un producto escaso y caro, que a la hora de suministrarlo por la
cartilla de racionamiento, el gobierno lo sustituye por unas pocas onzas
de pollo importado, el que en muchas ocasiones, por factores de
corrupción o de mala administración, no alcanza para todos los
consumidores de determinadas localidades, incrementando el descontento
de la población por… "faltantes".
En dependencia de la persona de quien usted lo adquiera, de la época del
año, del lugar, de la calidad del producto, y de la especie de que se
trate, en Puerto Padre una libra de pescado u otro producto marino puede
costar entre quince y cuarenta pesos.
Pero si los productos cárnicos aquí resultan escasos y caros, con todo y
ya estar bien adelantado el tercer lustro del siglo veintiuno, no menos
sucede con los vegetales, que desde fecha tan temprana como la década
del cincuenta del siglo pasado, en el caso del arroz, aportaba el 24% a
la dieta del cubano, mientras los frijoles incluían el 23%, según datos
de la época del Instituto Nacional de Reforma Económica.
"Se me olvida la última vez que comí frijoles colorados"
En una encuesta de la Agrupación Católica Universitaria, realizada entre
la población rural cubana en el año 1957, dado a que sólo el 4% de los
entrevistados mencionó la carne como integrante de su ración habitual,
el 11,22% la leche, solamente el 1% admitió consumirl el pescado, y tan
sólo 2,12% de los encuestados reconoció consumir huevos. Los
investigadores se preguntaron: "¿Cómo subsiste el campesino con tan
deficiente aporte de carnes, leche, huevos y pescados?"
La incógnita la revelaron los mismos encuestadores de la Agrupación
Católica Universitaria en su informe: "Existe un hecho providencial y
salvador: el frijol, elemento básico de la dieta campesina, es por
excepción, un vegetal muy rico en proteínas. En otros países donde el
maíz representa el papel de los frijoles en Cuba, las enfermedades
carenciales son más frecuentes. Podemos asegurar, sin temor a error, que
el campesino cubano no sufre más enfermedades carenciales gracias a los
frijoles".
"¿Hecho providencial y salvador los frijoles? ¡Eso sería en aquella
época, cuando en Cuba los frijoles eran comida de pobres!", exclamó un
doctor, que a condición de no revelar su nombre en la prensa, explicó a
este corresponsal cómo la población local, aunque en todos los casos
precisamente no está subalimentada, mayoritariamente si se encuentra mal
nutrida por una dieta en algunos casos insuficiente y en otros
desbalanceada.
En el cuenco de las manos sobra espacio para situar los frijoles que,
por la cartilla de racionamiento, puede comprar el consumidor para todo
un mes, que, acaso, basten para un potaje o dos o tres arroces con
frijoles; el resto, gente que trabajó toda su vida y obtuvo una muy
menguada jubilación bajo planificación socialista, debe comprarlos a
precio de mercado. "A mí se me olvidó la última vez que comí un potaje
de frijoles colorados", confesó un electricista jubilado.
Hoy, en Puerto Padre, una libra de frijoles colorados cuesta quince
pesos; también quince cuestan los frijoles blancos y los garbanzos, y
entre diez y doce los frijoles negros; una libra de arroz vale cinco
pesos, un peso una cabeza de ajo pequeña, poco más de un peso una
cebolla mediana, cinco pesos un pozuelo de ajíes y entre tres y siete
pesos la libra de tomates. La carne de cerdo cuesta veinticinco pesos la
libra.
Aquel humilde arroz con frijoles que libraba de enfermedades carenciales
a nuestros pobrísimos campesinos, cuesta hoy unos cuarenta pesos si a la
mesa se sientan dos ancianos, dos niños y la mujer y el hombre de la
casa, algo así como la familia de hoy; seis bocas, aunque con más viejos
y menos niños, la misma cifra que la de la familia rural de hasta los
años cincuenta.
Quizás sea ésta la razón de por qué niños bajos de pesos y de talla, o
por qué tan frecuentemente, las consultas y salas de policlínicos y
hospitales permanecen atestadas. Y no son carencias más o menos de las
últimas semanas, como la que acaba de transcurrir, sino del último medio
siglo, donde, por decreto, en Cuba la carne pasó a ser comida de
elegidos, mientras las circunstancias sociopolíticas hicieron que los
frijoles dejaran de ser comida de pobres, haciendo de los cubanos sino
más indigentes, quizás sí peor nutridos que nuestros ancestros, los
aborígenes.
Source: Historia de Cuba contada por los frijoles | Cubanet -
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