Thursday, February 20, 2014

Cultura tributaria en el totalitarismo

Cultura tributaria en el totalitarismo
El Estado parásito calla cuánto recauda, pero exige al que produce
pagarle impuestos, lo reprime y lo trata como a un leproso
jueves, febrero 20, 2014 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba. – Aproximadamente cuatro años después de iniciado el
proceso de reinstauración del trabajo privado en Cuba, las cifras
oficiales reconocen la existencia de más de 400 mil "cuentapropistas" en
toda la Isla, lo que representa un porcentaje de trabajadores a tener en
cuenta por lo que tributan al Estado por concepto de impuestos y por los
empleos que generan.

Es decir, cerca de medio millón de individuos que producen bienes y
servicios, que ofrecen salarios a otros y que aportan a la economía del
país, sustentando de paso al propio Estado y a sus numerosas
instituciones, tan parásitas como éste.

Las autoridades, a través de sus medios, han estado insistiendo sobre la
importancia de que los cubanos ganemos experiencia y conciencia en
cuanto a cultura tributaria (pagar impuestos), toda vez que ha terminado
la era del "paternalismo estatal" con sus políticas de subsidios y cada
quien debe esforzarse para ganar el sustento según sus propias
capacidades y recursos, a fin de salvaguardar las prestaciones sociales
de la revolución, a saber, los supuestamente extraordinarios estándares
de salud y educación de los que gozamos en la Isla.

Cinismos aparte, la lógica de la necesidad de una cultura impositiva es
innegable en cualquier sociedad medianamente funcional. Pero en el caso
de Cuba – ¿alguna vez dejaremos de ser "un caso"? – todo indica que la
cultura tributaria a la que ahora se aspira, y que fue destruida por el
gobierno con la Ofensiva Revolucionaria, está llamada a fluir en un solo
sentido: desde los que aportan el impuesto hacia las instituciones
fiscales del Estado, pero nunca en sentido inverso.

Así, se introduce una peculiar variante económica en virtud de la cual
el que produce debe asumir la obligación de las fuertes cargas
tributarias con el Estado, pero éste no tiene la obligación de informar
sobre los montos recaudados ni sobre el destino de dicha recaudación.

Los tributos silenciosos

Pero también existen tributos de más larga data cuyo destino también se
desconoce. A lo largo de décadas los cubanos hemos tributado al
Estado-partido-gobierno a través del sistema de cotizaciones de las
múltiples organizaciones paraestatales que éste mismo creó.

Por ejemplo, si utilizamos las propias cifras oficiales que indican
alrededor de 3 millones de empleados estatales cuyo promedio salarial es
de 400 pesos, y si tomamos en cuenta que éstos están afiliados a la
Central de Trabajadores de Cuba y como tales donan un día de haber al
año con destino a unas inexistentes Milicias de Tropas Territoriales, su
aporte por este concepto sería de unos 50 millones de pesos anuales
–unos 16,66 pesos per cápita–, sin contar lo que pagan por concepto de
cotización sindical propiamente dicha a una organización que, para mayor
paradoja, representa los intereses del patrón que se beneficia tanto de
lo que producen los trabajadores como de lo que cotizan.

Por estos días, un amigo y colega especulaba sobre el aporte de los 800
mil militantes del partido gobernante y único. Haciendo un cálculo
extremadamente conservador, mi amigo consideró un estimado de 50 pesos
anuales cotizados por cada militante, lo que arrojó la cifra de 40
millones de pesos anuales aportados al Estado.

A estas cifras estimadas se podrían sumar los tributos recaudados de las
organizaciones de masa como los Comités de Defensa de la Revolución y la
Federación de Mujeres Cubanas, mínimos por su monto, pero considerables
por el número de sus afiliados; o de la Unión de Jóvenes Comunistas, la
"vanguardia juvenil de la revolución", en la que militan tanto
estudiantes como trabajadores.

Todas esas organizaciones, a su vez, se soportan sobre una monstruosa (y
costosa) infraestructura que incluye desde edificios de oficinas,
mobiliario, parque automotor, empleomanía, materiales y medios, hasta
salarios, gastos en combustible y energía eléctrica, etc., sin producir
absolutamente nada.

En cuanto al colosal aparato burocrático del gobierno y sus cuerpos
represivos, resulta imposible calcular los costos de su sustento. En
este sentido, muchos cubanos, en particular los llamados
"cuentapropistas", han comenzado a sacar sus propias cuentas y se
preguntan si no resulta un contrasentido demasiado fuerte contribuir al
sostenimiento del mismo sistema que los expolia y reprime y que, por
añadidura, continúa tratándolos como a leprosos.

Porque, definitivamente, la cultura tributaria no es –-como se pretende
por el gobierno–- la imposición de una conciencia de servidumbre al
Estado patrón en virtud de conservar supuestos ideales supremos que
hasta hoy solo lo benefician a él. La cultura tributaria nace y se
consolida a partir de la autoconciencia que adquieren los individuos
cuando alcanzan la autonomía económica, una vía que más temprano que
tarde tendrá que comenzar a fluir en dos sentidos.

Source: Cultura tributaria en el totalitarismo | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/cultura-tributaria-en-el-totalitarismo/

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